Paula no podía saber de qué estaban hablando. Sus ojos iban del atizador a Pleasanton, y de Pleasanton al atizador. De pronto este se puso colorado y comenzó a echarse atrás,
-Eh, que solo era una broma -decía levantando ambas manos como para defenderse de una inminente pelea.
-Sí, muy divertida -contestó Pedro-. Me reiría, pero no puedo, me duele la pierna.
Paula, que seguía observando a Pleasanton con la boca abierta, se volvió y miró detrás de ella. Eddie estaba de pie, muy serio, en la cabecera de la cama, y el tío Pedro se apoyaba sobre las almohadas con una pistola en la mano.
-Pero... ¿De dónde...?
-Tenía que ir al baño, y lo oí todo -dijo el niño.
-Sí pero... ¿Eso está...?
-¿Cargada? Sí, por supuesto -contestó Pedro echando atrás el percutor, que hizo un «clic» muy convincente.
Paula, escéptica no obstante, agarró el pesado atizador a la velocidad del rayo.
-Te sugiero que te marches a casa -dijo ella-. Te agradecemos mucho que hayas venido para ayudarnos...
-Y te sugiero que no vuelvas -la interrumpió Pedro.
-Sí, es que... no recuerdo dónde me dejé el abrigo.
-Pues márchate sin él -contestó Paula en tono de orden más que de sugerencia.
-Allí está la puerta -añadió Nacho señalándola mientras Luca entraba en el salón.
El perro se acercó a él y ladró. Luego levantó una pata.
-¡Oh, Dios! -musitó Pleasanton corriendo a la puerta.
-Treinta y seis segundos -comentó Pedro consultando el reloj de la mesilla-. Ha tardado treinta y seis segundos en ponerse en marcha. No está mal. Puedes dejar el atizador, amor mío.
Paula abrazó el atizador y trató de calmarse.
-Las pistolas me dan miedo. ¿Está cargada?
-No exactamente -rió Pedro divertido. Pedro creyó ver que le hacía una seña a Nacho. Así que bromeaban a su costa, pensó-. ¿Guardarías tú un arma cargada en una casa en la que viven dos niños? Vete a la cama, Nacho.
-¡Pero tío Pedro, es...!
-Vete a la cama, Nacho. Lo has hecho muy bien esta noche, camarada.
-Pero es que... -comenzó Nacho a decir, interrumpiéndose al ver la mirada de su tío-. Yo también estoy muy orgulloso de mí mismo -añadió corriendo escaleras arriba.
Paula se acercó con cautela y curiosidad a la cama. Aquella pistola no parecía de juguete
-¿Estás seguro de que no está cargada? -volvió a preguntar suspicaz.
-Bueno, vamos a ver -sonrió Pedro apuntando en dirección a la repisa de la chimenea-: ¿Ves esa copa de plata?
Paula se volvió para mirar, escuchó un «clic» y el arma se disparó. Esperaba humo, un ruido ensordecedor, pero en lugar de ello vió un chorro de agua salir de la pistola y dar justo en la diana. La copa se tambaleó sobre el estante y por fin cayó en la chimenea. Ralph se echó a reír.
-Es evidente que Nacho no te había enseñado aún lo que le habían regalado por Navidad...
-¿Una pistola de agua? -preguntó Paula-. ¿Y todo este tiempo me has hecho creer...? ¡Y David...! ¡Debería pegarte con el atizador! -exclamó poniéndose en pie-. Imagínate tener que vivir con un...
-Mientras no me des en la pierna... -la interrumpió él-. Esa copa es mi trofeo favorito.
-¡Favorito, favorito! ¡Favores te voy a conceder yo a tí! -musitó Paula.
-No me hables así -dijo él con buen tono-. Recuerda que estamos comprometidos.
-¿Que estamos... qué?
-Comprometidos. ¿No te acuerdas? Le dijiste a David que...
-Era solo para protegerme -contestó ella con ojos airados-, para distraerlo.
-Pues se lo creyó.
Paula, que aún tenía el atizador agarrado fuertemente contra el pecho, lo amenazó con él.
-¡A tí sí que te voy a creer yo...!
-¿Ha vuelto? ¿Lo han matado? -preguntó Nacho asomando la cabeza por la puerta con Luca y Martina detrás.
-¡No, por Dios! -rió el tío Pedro-. Se ha ido. Solo estábamos celebrándolo. ¿Qué están haciendo ahí los dos?
-Estamos tratando de averiguar qué estáis haciendo ustedes dos a estas horas de la noche -contestó Martina.
El tío Pedro trató de buscar una respuesta. Paula no lo ayudó. Él la miró con ojos suplicantes, pero ella se sorbió la nariz y se acercó a la chimenea a dejar el atizador. Sin embargo fue un error, porque aquello le hizo recordar algo a Pedro.
Que familia más loca!!! Jajaja
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