lunes, 7 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 36

Su tío estaba aún sentado delante de la mesa, concentrado en sus papeles, cuando entró el trío. Levantó la vista y refunfuñó una vez más.


-Les he dicho que suban a ponerse el abrigo y las bufandas.


-A mí no me mires -dijo la pequeña-. Paula y yo vamos a preparar el desayuno juntas. Tú y Nacho pueden hacer lo que quieran.


-¿El desayuno? ¡Pero si ya te lo he preparado yo!


-No, tío Pedro, tú no me lo has preparado. Tú solo has hecho cereales de avena, y eso no es desayuno.


Él se quedó mirándolos un momento, y luego sonrió ampliamente.


-Cuando tienes razón, tienes razón -contestó abriendo los brazos en dirección a la niña.


Martina gritó y saltó sobre él. Volvía a ser su tío favorito. Paula sacudió la cabeza molesta. Aquella niña era demasiado fácil de convencer. Solo porque su tío fuera muy masculino, bien parecido y tuviera tanto carisma... ¿Pero en qué demonios estaba pensando?, se preguntó sacudiendo la cabeza y dirigiéndose hacia los fuegos de la cocina.


-¿Crees que habrá desayuno suficiente para tres? -preguntó Nacho esperanzado-. La verdad es que no he comido demasiados cereales de avena.


-¿Y para cuatro? -preguntó el tío-. Yo tampoco comí demasiado cereal.


Paula se dió la vuelta para que no pudiera ver su sonrisa. Luego buscó la sartén más grande. Soplaba un viento helado. Estaba congelada. Pedro había descubierto dos trineos en el granero. Eran viejos y estaban medio rotos, pero servirían, y el camino que llevaba hasta la carretera tenía la suficiente inclinación como para que se pudieran deslizar. Había casi un kilómetro de terreno hasta llegar a los montículos de nieve en los que chocarían los trineos, para frenarse. El sistema estaba bien planeado. Los dos montículos de nieve, al fondo, dejaban lisa la pista principal cerrando todo acceso a otras casas por los lados. 


-Estúpido -musitó Paula mientras Martina y ella lo intentaban otra vez.


Tenía las mejillas rojas, su precioso pelo volaba al viento. Era la mujer más hermosa que jamás hubiera visto, pensó Pedro mientras observaba cómo ambas chicas, trataban de subir el trineo por la elevación.


-¡Ánimo! -gritó él-. Hay que tener ánimo para...


Pero para cuando las palabras acudieron a sus labios Nacho ya había dado un gran impulso al trineo del equipo de los chicos, que se deslizó cuesta abajo hasta el extremo opuesto. El tío Pedro, por supuesto, iba sentado delante, tratando inútilmente de gobernar el trineo, que fue a chocar y a enterrarse, incluido el tío, en el montículo de nieve.


-¡Qué divertido! -gritó Nacho.


Martina gritó lo mismo, pero Paula permaneció en silencio. Los hombres necesitaban mantener su dignidad, y eso de ninguna manera coincidía con la diversión de los pequeños. Paula contuvo el aliento y esperó a ver cómo la nieve saltaba por los aires apareciendo de nuevo el tío Pedro, que gritó:


-¡Qué divertido!


Por desgracia, después de cinco o seis carreras, el equipo masculino salió de entre la nieve gritando y lanzando un bombardeo de bolas de nieve sobre el equipo femenino. Martina se escondió detrás de Paula, que a su vez se las arregló para empaparse y perder la bufanda. Por fin se fue a casa y trató de entrar en calor restaurando la circulación de la sangre. Su retirada a la cocina fue abucheada por los otros tres que no dejaron de mofarse. Era cierto, se dijo Paula mientras se quitaba un par de jerséis y preparaba galletas de chocolate de tamaño familiar y chocolate caliente a la taza. Al escuchar pisadas sobre el porche principal sonrió, pero solo Nacho entró. 

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