lunes, 14 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 49

 -Es un juego -soltó el tío Pedro-. ¿Es que no tienes nada que hacer en el colegio?


-No, yo no -rió el chico-. Ya sé qué estáis haciendo. ¡Besense! Quiero merendar, tía Paula.


-Siempre al servicio de los jóvenes -musitó Pedro levantándose-. ¡Maldita sea!


-Tu tío se cayó y yo trataba de ayudarlo -explicó Paula-. Trae esa silla para que pueda sentarse.


-Sí, claro -contestó Nacho escéptico, obedeciendo-. Ten. Y sobre la merienda...


-¿Mantequilla de cacahuete y mermelada?


-¿Es que no has hizo pizza?


-No has hecho -lo corrigió su tío.


-No puedo hacer pizza todos los días, Nacho, con tu tío... lisiado.


-¡Yo no estoy lisiado!


-Sí, es decir, no, por supuesto, no estás lisiado, estás...


-Incapacitado.


-Eso, justo.


Ambos se quedaron mirándola.


-De todos modos podrías hacer pizza -dijo Pedro tratando de engatusarla-. Yo me comería a gusto un trozo o dos. Y tienes un montón de masa ahí, encima de la mesa.


-Si hago pizza ahora mañana no habrá pan casero.


Nadie pareció quedar muy impresionado por aquella advertencia.


-Más vale pájaro en mano que... -sugirió Pedro.


-¡No pienso casarme jamás! -exclamó Paula llevándose las manos a la cabeza. Los dos siguieron mirándola, así que ella continuó-: O, si me caso, jamás tendré niños. Ni uno -las miradas continuaron-. Bueno, pero nunca más de dos. Está bien, pizza.


Por suerte tenía la masa preparada. La pizza estuvo lista media hora más tarde.


-¡Pero mírala! -exclamó Nacho-. ¡Es magnífica! ¡Ojala mi madre cocinara así, de verdad! 


-No deberías hablar así, tu madre lleva enferma mucho tiempo -lo regañó Paula-. Cuando esté mejor, cuando vuelvan, ya verás como lo hace todo bien, ya verás.


-Lo sé, corta la pizza -contestó Nacho-. Nos la comeremos antes de que Martina baje de...


Entonces se escuchó un taconeo en las escaleras.


-¿Qué hacen? -preguntó Martina entrando en la cocina, sorbiéndose la nariz y mirándolos a todos suspicaz-. ¡Pizza! ¡Y se la iban a comer toda sin dejarme nada a mí!, ¿A que sí, Ignacio García?


-Claro que te lo íbamos a decir -negó el chico ruborizándose y delatándose.


-¡Qué mal hermano eres, Nacho! Tía Paula, mándalo a su habitación, encerrado.


-Pero la pizza se quedará fría -intervino Pedro-. Comamos primero.


Y, haciendo gala de su lógica, todos comieron. 


Aquella noche los niños se fueron pronto a la cama. Paula conocía bien la rutina nocturna de los baños y de los cuentos antes de dormir. Por fin, cansada, bajó al salón. Pedro estaba sentado al borde de la cama, había terminado la cena. Al ver que Hope ella a comprobar si todo iba bien se volvió hacia ella y sonrió.


-Soy para tí como una jaqueca, ¿Verdad?


-Sí, no recuerdo que nadie en el mundo me haya producido ninguna peor -convino Paula suspirando-. ¿Crees que las cosas cambiarán?


-No me sorprendería. Si quiero llevarte al altar voy a tener que cambiar mi modo de actuar, ¿No crees?


-Sí. Es decir, imposible. Aunque mejoraras no creo que quisiera casarme... y menos contigo.


-Claro, por supuesto -contestó él dando palmaditas sobre la cama. Paula, por alguna razón incomprensible para ella, corrió a sentarse a su lado. Él puso un brazo sobre su hombro-. ¿Cansada? 

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