miércoles, 9 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 42

 -¿Dónde diablos está esa cama? -preguntó Gonzalo entrando a grandes pasos en la casa seguido de su padre.


-¡Dios mío! -exclamó Martina escondiéndose detrás de Paula-. ¡Es aún más grande!


-Ese es mi padre.


-Y ese, ese otro, el hombre más grande del mundo.


-Ese es mi hermano, cariño. Y puede que tengas razón.


Tras ellos, en las sombras, había otro hombre enorme. Al salir a la luz Paula contuvo el aliento y trató de dar un paso atrás. Era David Pleasanton.


-¡Oh, Gonzalo!, ¿Qué has hecho? -musitó entre dientes. 


-Será mejor que nos pongamos a la tarea -dijo su padre-. Tu madre ha ido al hospital, y como no lo tengamos todo listo para cuando venga... bueno, ya sabes que es un poco mandona.


-Sí, un poco -murmuró Paula-. Es una suerte que yo no haya salido a ella.


-Despejemos todo esto para poder traer la cama y lo demás -dijo el padre mirando los muebles a su alrededor.


Nacho decidió quedarse y ayudar. Paula se llevó a Martina a la cocina y comenzó a preparar más pizza.


-Nacho puede quedarse, y solo porque es chico -se quejó la niña-. ¿A que sí?


-No, cariño, es porque tiene ocho años. Además, no creo que te gustara quedarte en medio de todos esos gigantes. ¿Es que no has visto lo grandes que son? Puede que te pisen y te aplasten. Además, tienen que empujar y trasladar un montón de muebles. Para eso es para lo que sirven los hombres.


-¿Para qué, para empujar y trasladar muebles?


-Exacto, no lo olvides. Las mujeres estamos hechas de azúcar, de especias y de cosas bonitas. Los hombres están hechos de...


-Somos muñequitas -la interrumpió Martina-. Mi mami me lo dijo hace mucho tiempo. Los hombres no son bonitos...


-Ah, en eso te equivocas -aseguró Paula-. Siempre es agradable tener hombres cerca.

 

-¿Para empujar y trasladar muebles?


-Bueno, y para otras cuantas cosas más.


-¿Como besar?


-Toma una porción de pizza -sugirió Paula respirando hondo, ruborizada.


Quince minutos más tarde llegó otro coche, y los hombres se apresuraron a terminar el trabajo. Era su madre. Habló primero con los hombres, pero enseguida sé dirigió a la cocina y se dejó caer sobre una silla. Al otro lado de la pared, en el salón, el trabajo se intensificó-


-Los hombres necesitan que alguien los organice -comentó su madre-. ¿Eso que huele es pizza?


-Sí, señora. 


-La cocina es el lugar más adecuado para una mujer -comentó su madre dejando el bolso en el suelo y acercando otra silla para poner los pies-. Bien, y ahora que alguien me cuente cómo ha ocurrido todo esto.


-¿Quieres una taza de café? -ofreció su hija.


-Primero tomaré café, sí, y luego quiero una respuesta.


-El tío Pedro estaba en lo alto del montón de nieve, y entonces dijo: «Miren cómo bajo...»


-«Con un salto mortal» -añadió Nacho entrando en la cocina.


-Sí, eso dijo -continuó Martina haciendo una pausa-. Es mi hermano, Nacho. Sabe muchas cosas... para ser un niño, claro.


-Suénate la nariz, Martina.


-Sí, ahora. Así que se lanzó esquiando desde lo alto, «she», como él dice, a toda velocidad, y luego saltó y dio una voltereta, pero en lugar de aterrizar sobre los esquíes se cayó, y hubo un ruido como de roto, y de repente estaba sentado en la nieve. Y luego dijo una de esas palabrotas que Nacho y yo no debemos decir.


-¡Martina! 

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