miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 71

 -Tenías razón.


-Sí, la tenía. No luches, puedo tirarte al suelo.


-¿Te atreverías?


-Oh, desde luego que sí -rió él-. Puede que no lo hiciera, pero me atrevería, eso seguro -contestó él alargando la mano hasta la cremallera del vestido de ella.


-¿Qué...? -la cremallera comenzó a bajar-. No hagas eso -añadió Paula tratando de detenerlo, pero sin éxito.


-Haré lo que me plazca -replicó él observando sus pechos, con la cremallera ya abierta-. Además a tí te gusta mucho -añadió Pedro mordisqueándola-. ¡Dios, qué maravilla! -exclamó volviendo a mordisquearla y besándola con pasión.


-¡No hagas eso! ¿Qué pasaría si vinieran mis padres? -entonces el timbre de la puerta sonó. Hope trató de levantarse del regazo de Pedro, pero él la sujetó con fuerza—. Te he dicho que no...


El timbre volvió a sonar.


-¡Pedro Alfonso! -gritó una voz.


-Sshh... -ordenó él en tono de broma-. Sea quien sea pensará que no hay nadie en casa y se irá. Probablemente será un vendedor de enciclopedias.


Pero no lo era. La puerta se abrió y una voz infantil preguntó:


-Tío Pedro, ¿Dónde estás? -Martina García entró en el salón seguida de su madre-. Mamá y yo hemos venimos de visita. Tía Paula, ¿Qué hacen?


-Tu tía tenía algo metido en el ojo -dijo Pedro-, debe de ser una pestaña. Estoy tratando de sacársela. Hola, Caro.


-Hola, hermano. ¿Pestañas? ¡Bah!


-¿Es eso todo lo que tienes que decir? ¿«Bah»? Escucha, he cuidado de tus hijos durante meses, y ahora que te necesito...


-¿Ahora que me necesitas?, ¡Bah!


-Cállate, hermanita. ¿Por dónde iba?


-Ahora que la necesitas -le recordó Paula.


-Sí, ahora que te necesito lo único que obtengo de tí es un «¡Bah!» ¿Es que no crees que estaba tratando de ayudar a Hope a sacarse una pestaña del ojo?


-¿Ayudar a Paula? -repitió su hermana.


-Si aún fuera una Chaves creo que hasta yo misma sospecharía... un poco, al menos, pero mañana por la tarde me convertiré en una Alfonso... - Paula respiró hondo y trató de recobrar el aliento antes de continuar-... así me veo forzada a decirte que todo lo que Pedro diga o haga sobre nuestra relación es absolutamente cierto, sincero e importante.


-¡Dios mío, te ha enseñado bien! -exclamó Carolina-. Con látigo y escopeta, como los domadores de leones.


-No, a mí no -protestó Paula-. Yo jamás he sido un león. O una leona. Yo solo sé lo que me ha dicho mi madre. 

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