viernes, 18 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 57

Para cuando las cosas volvieron a la normalidad era ya por la tarde. Martina se echó la siesta, y Pedro estuvo caminando de un lado a otro en el improvisado dormitorio hasta que Paula reunió el coraje suficiente para entrar a ofrecerle café.


-Muchas gracias -dijo él sin mirarla-. Voy a... te vamos a echar de menos.


Paula se dejó caer sobre un sillón y respondió:


-¿Sí? 


-Sí, claro, llevas aquí ya bastante tiempo y...


-¿Me estás echando?


-¿Yo?, ¿echarte? ¡No seas tonta! Pero no esperarás que tu nuevo marido acepte el que vivas aquí, ¿No?


-¿No?


-Por supuesto que no. ¿Quién es? ¿Es ese tipo que trajo tu hermano?


-¿David? -sugirió Paula. ¿Qué le importaba a él si era David o no? Paula ladeó la cabeza y lo miró. En su rostro no se movía ni un músculo. Aquello no parecía importarle en absoluto-. No, antes me metería en un convento, y detesto la idea de meterme en un convento. 


Él levantó la vista y, por primera vez, la miró directamente a los ojos.


-¿Es alguien a quien yo conozca?


Seguía sin importarle, se dijo Hope. Simplemente trataba de darle conversación. Paula se mordió el labio, era una vieja costumbre cuando estaba nerviosa.


-Puede que lo conozcas, es de por aquí.


-Ah, eso es bueno. Siempre es mejor casarse con alguien a quien se conoce.


-Sí-convino Paula-, supongo.


Él tomó el periódico y comenzó a pasar las páginas hasta llegar a la sección de deportes. Paula se puso en pie. Él no hizo el menor caso, no se movió excepto por los ojos, que iban de una página a otra y, de vez en cuando, la miraban a ella.


-Será mejor que vaya a hacer la cena -musitó ella.


Pedro siguió sin hacer el menor ruido. Paula dió un paso hacia la puerta. Tenía el cuello dolorido de tanto concentrarse en mirarlo. Y en realidad, para nada. Sacudió la cabeza y salió de la habitación. No había llegado a la cocina cuando escuchó un golpe fuerte en el salón. Automáticamente levantó la cabeza.


-¿Ocurre algo? -gritó por el pasillo.


-¡Demonios, no! -contestó él a gritos-. ¿Qué va a ocurrir? Se me ha caído el... reloj.


-¡Vaya golpe! -musitó Paula entrando en la cocina. 


Nacho volvió del colegio contento, gritando como un vaquero y arrojando los libros al suelo.


-¿Hay alguien en casa?


Paula le hizo callar. Martina estaba durmiendo, y quizá su tío estuviera echando una cabezadita. El chico se detuvo de golpe y entró en la cocina de puntillas.


-¿El tío Pedro también está durmiendo?


-Sí, también.


-Tengo hambre.


-¿Y cuándo no tienes hambre? ¿Te comiste lo que te puse de almuerzo?


-Sí, todo. Otros días hago cambios con la comida de otros chicos, pero hoy estaba tan rico que me lo comí yo sólito. ¿Qué hay de merienda?


-Hay galletas en el tarro, y leche.


-No comprendo cómo nos las hemos arreglado sin tí -comentó Nacho metiendo las dos manos en el tarro de las galletas.


-Ni yo -sonrió Paula. 

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