Para cuando las cosas volvieron a la normalidad era ya por la tarde. Martina se echó la siesta, y Pedro estuvo caminando de un lado a otro en el improvisado dormitorio hasta que Paula reunió el coraje suficiente para entrar a ofrecerle café.
-Muchas gracias -dijo él sin mirarla-. Voy a... te vamos a echar de menos.
Paula se dejó caer sobre un sillón y respondió:
-¿Sí?
-Sí, claro, llevas aquí ya bastante tiempo y...
-¿Me estás echando?
-¿Yo?, ¿echarte? ¡No seas tonta! Pero no esperarás que tu nuevo marido acepte el que vivas aquí, ¿No?
-¿No?
-Por supuesto que no. ¿Quién es? ¿Es ese tipo que trajo tu hermano?
-¿David? -sugirió Paula. ¿Qué le importaba a él si era David o no? Paula ladeó la cabeza y lo miró. En su rostro no se movía ni un músculo. Aquello no parecía importarle en absoluto-. No, antes me metería en un convento, y detesto la idea de meterme en un convento.
Él levantó la vista y, por primera vez, la miró directamente a los ojos.
-¿Es alguien a quien yo conozca?
Seguía sin importarle, se dijo Hope. Simplemente trataba de darle conversación. Paula se mordió el labio, era una vieja costumbre cuando estaba nerviosa.
-Puede que lo conozcas, es de por aquí.
-Ah, eso es bueno. Siempre es mejor casarse con alguien a quien se conoce.
-Sí-convino Paula-, supongo.
Él tomó el periódico y comenzó a pasar las páginas hasta llegar a la sección de deportes. Paula se puso en pie. Él no hizo el menor caso, no se movió excepto por los ojos, que iban de una página a otra y, de vez en cuando, la miraban a ella.
-Será mejor que vaya a hacer la cena -musitó ella.
Pedro siguió sin hacer el menor ruido. Paula dió un paso hacia la puerta. Tenía el cuello dolorido de tanto concentrarse en mirarlo. Y en realidad, para nada. Sacudió la cabeza y salió de la habitación. No había llegado a la cocina cuando escuchó un golpe fuerte en el salón. Automáticamente levantó la cabeza.
-¿Ocurre algo? -gritó por el pasillo.
-¡Demonios, no! -contestó él a gritos-. ¿Qué va a ocurrir? Se me ha caído el... reloj.
-¡Vaya golpe! -musitó Paula entrando en la cocina.
Nacho volvió del colegio contento, gritando como un vaquero y arrojando los libros al suelo.
-¿Hay alguien en casa?
Paula le hizo callar. Martina estaba durmiendo, y quizá su tío estuviera echando una cabezadita. El chico se detuvo de golpe y entró en la cocina de puntillas.
-¿El tío Pedro también está durmiendo?
-Sí, también.
-Tengo hambre.
-¿Y cuándo no tienes hambre? ¿Te comiste lo que te puse de almuerzo?
-Sí, todo. Otros días hago cambios con la comida de otros chicos, pero hoy estaba tan rico que me lo comí yo sólito. ¿Qué hay de merienda?
-Hay galletas en el tarro, y leche.
-No comprendo cómo nos las hemos arreglado sin tí -comentó Nacho metiendo las dos manos en el tarro de las galletas.
-Ni yo -sonrió Paula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario