miércoles, 23 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 64

 -No, tú no -ordenó Nacho. Luca se alzó sobre dos de sus patas y le lamió la nariz al niño-, ¡Eh!


Entonces le llegó el turno a Martina. Arriba, en lo alto de las escaleras, sonreía. Luego, a medio camino, ya solo sonreía a medias, pero al llegar abajo estaba seria.


-¡Oh, mamá Paula! -suspiró con unos enormes ojos brillantes.


Paula la levantó en brazos.


-No te preocupes, amor, viviremos en la misma ciudad, y puedes venir a verme siempre que quieras.


-Pero ya no será lo mismo -susurró la niña, que parecía haber madurado de pronto.


-Todo cambia –susurró a su vez Paula-. Y ahora dame un beso y vete con tu familia -añadió abrazándola una vez más. 


La niña obedeció, pero se puso a llorar ido Paula la dejó en el suelo. Luego, reprimiendo un sollozo, salió por la puerta y alguien la cerró. Pedro, pensó. Y de pronto la puerta se abrió de nuevo.


-Y tú no llores -ordenó Pedro.


-No estoy llorando -contestó ella enérgica-, pero la pobre Martina...


-Ella estará bien. Ahora tiene a toda su familia para cuidarla, y yo volveré inmediatamente a cuidarte a tí.


-No hace falta que me cuiden -murmuró Paula mientras Pedro cerraba la puerta.


Paula se apoyó sobre ella y estuvo escuchando hasta que oyó el ruido del motor. Luego subió a hacer las maletas. No iba a volver a llorar en esa casa, se prometió una vez más. Sin embargo era más fácil decirlo que hacerlo.


Pedro tardó en volver a casa más de tres horas.


-¿Dónde diablos has estado? -preguntó ella nada más verlo llegar.


Luca se escondió detrás del sofá y luego corrió escaleras arriba.


-Me alegro de comprobar que me has echado de menos -contestó él cruzando la habitación en dos zancadas y levantándola al vuelo.


-¿Y eso es todo lo que se te ocurre? -musitó Paula en voz baja.  Pero antes de que pudiera respirar hondo Pedro la estrechó con fuerza contra supecho y la besó. Aquel beso duró minutos que le parecieron horas. Luego él la soltó y la dejó en el suelo-. ¿Por qué has hecho eso? ¡Vas a ver como se entere mi madre!


-Sí, pero tu madre no está aquí, ¿No?


-No, pero cuando se lo cuente rodarán cabezas, créeme. Además, voy a llamar a Luca y a ordenarle que te ataque.


-Eso sí que no puedo creerlo -rió él.


-Pues espera y verás. ¡Luca, Luca!


Para su sorpresa el perro estaba atento a lo que ocurría en la casa. Primero lo escucharon estirarse, luego oyeron sus patas golpeando una a una las escaleras, y por último se presentó delante de ellos y enseñó los dientes antes incluso de que tuvieran tiempo de separarse el uno del otro.


 -¡Oh, Dios! -musitó Paula-. ¡Pero yo no pretendía... Luca, en guardia! Es decir, ¡Siéntate!


El animal los miró vacilante y después se sentó.


-¿Crees que sería capaz de atacarme? -preguntó Pedro.


-Puedes estar seguro -afirmó Paula-. Hace tanto tiempo que... había olvidado cómo se le dan las órdenes.


-Pues gracias, señorita, pero hace también mucho tiempo que no sirvo de comida a ningún perro -contestó Pedro apartándose de ella y cruzando la habitación-. Al menos para uno tan viejo.


Luca se puso en pie y volvió a enseñar los dientes.


-No le gusta que lo llamen viejo.


-Ah, entonces, ¿Cómo debo llamarlo?


-Es un perro muy sensible, igual que las personas. Le gusta que le llamen Bobby. Así, mira: Siéntate, Bobby-el perro obedeció y sacó la lengua-. ¿Lo ves?


-Me cuesta creerlo. Después de la boda tendremos que hacer algo con él.


-No recuerdo que me pidieras que me casara contigo -replicó Paula directa-. Además, estoy segura de que te habría contestado que no.


-¡Tonterías! Sé que vas a casarte conmigo, y tú también lo sabes. ¡Hasta tu madre lo sabe! 

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