lunes, 23 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 28

A Paula le pareció que las paredes se le venían encima, y, por primera vez en muchos meses, volvió a sentir miedo, el mismo miedo que conoció mientras vivió con Antonio. Los últimos siete meses sin él lo habían hecho desaparecer, pero ahora volvió con más fuerza. Al menos Antonio había sido sólo una amenaza mental desde que nació Martina, pero Pedro Alfonso prometía convertirse en una amenaza física.

—Tengo que irme —dijo ansiosa.

—Sí, creo que debes hacerlo —admitió él con amargura—. Aún no estás preparada para darme lo que quiero de tí.

Ella volvió a mirarlo de frente.

—No creo estarlo jamás.

Los ojos del hombre se empequeñecieron conforme estudiaba cada rasgo femenino.
—Oh, lo estarás —decidió él—. Un día.

—¡Nunca! —replicó ella con vehemencia.

—No quiero discutir contigo, Paula —le dijo con calma—. De momento, no serviría de nada. Y cuando llegue el momento no hará falta la discusión.

—Yo…

—Calla, Paula—puso los dedos sobre sus labios—. Recuerda, sin discusiones.

—Pero, yo…

—¡Silencio, mujer! —le ordenó, y de repente se inclinó y su boca tomó el lugar de los dedos sobre los labios femeninos.

Paula  estaba demasiado aturdida para resistirse, y eso era todo lo que Pedro necesitaba. Profundizó el beso con un gemido de satisfacción, apretándola contra el calor de su cuerpo, y la dureza de sus muslos le decía de la urgente necesidad que tenía de ella.

Las manos masculinas recorrieron ansiosas su espalda hasta que, poco a poco, consiguió volver a la cordura.

—No, aún no estás lista para relación alguna —dijo ceñudo—. Pero ya que te he esperado treinta y seis años, bien puedo esperar unos meses más.

Paula se soltó del abrazo, furiosa.

—¡Eso no va cambiar nada!… Ni unos meses, ni unos años!

—Oh, no voy a esperar años, Paula —le sonrió amenazador—. Parecías necesitar tiempo y te lo dí. Pero ahora no pienso seguir ocultándome. En el futuro me vas a ver muy seguido.

—¡No!

—Sí —insistió él con suavidad—. Y no podrás negarte, a causa de Martina. ¿Sabes? Ella me quiere.

—¿Es por eso que?…

—¡No, maldita sea, no! —gruñó—. Sucede que yo también la quiero. ¡Sería difícil no hacerlo, se te parece tanto! Y de ahora en adelante pienso visitarlas mucho. Ya estuvo bien de permanecer oculto. Tal vez no debería comunicarte mis intenciones, pero, de alguna forma, creo que no huirás.

Paula sintió que el terror aumentaba con cada una de sus palabras. No la había olvidado en todos esos meses, como ella había esperado; al contrario, igual que con Antonio, su obsesión había aumentado. Sólo que temía más esta obsesión que la de su marido. La de Antonio fue una obsesión que decayó, pero Pedro Alfonso parecía un hombre decidido, con una voluntad férrea que Antonio jamás tuvo.

—Quisiera irme ya —pidió con firmeza.

Él asintió.

—Llevaré a Martina al auto. Y, Paula…

—¿Sí? —la joven se tensó de nuevo.

—No siempre te dejaré ir con tanta facilidad.

Ella ahogó una exclamación y se inclinó para tomar a Martina en sus brazos. La pequeña se le abrazó del cuello.

Pedro le abrió la puerta y le ofreció unos paquetes que recogió de la mesa del vestíbulo.

—Son para Martina —le dijo.

—No debió…

—Pero quise hacerlo —le abrió la portezuela del auto y luego cubrió a Martina con una manta.

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