viernes, 27 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 42

—Estaba —dijo él con sequedad—. Hasta que volví de almorzar para verme felicitado por mi próximo matrimonio, por la mayor parte de mi personal.

¡Juliana había estado ocupada!

Pedro frunció el ceño.

—Y cuando traté de localizarte en el trabajo, tu jefe me dijo que te habías marchado —la miró inquisitivo.

—Yo… es que… verás… ¡Oh, Pedro! —estalló en sollozos, escondiendo el rostro en el cálido pecho masculino.

—¡Qué demonios!… —con gentileza la llevó a un banco y la obligó a sentarse, rodeándola con sus brazos mientras ella seguía llorando.

Parecía no poder parar, y tardó unos minutos antes de tomar el pañuelo que le ofrecía para secarse la cara.

—Lo siento —gimió—. No suelo llorar tanto.

—No, lo sé —confirmó él con el pecho vibrante contra la suave mejilla de Paula—. ¿Es que alguien te dijo algo que te molestó? —preguntó con voz de acero.

—Sí, yo misma —reveló colérica—. Perdí los estribos y… y le dije a… alguien que nos íbamos a casar…

—¡Ah!

—Ojalá no dijeras eso —lo increpó irritada—. ¿Qué quieres decir con ese “ah”?

Pedro  sonrió tolerante.

—Significa que ahora comprendo lo que pasó.

—¿Lo… lo entiendes? —lo miró asustada. No parecía enfadado, pero con él una nunca sabía.

—Por supuesto —seguía sonriendo—. Una de tus vecinas… notó todo el tiempo que paso en tu casa y, atando cabos, llegó a cierta conclusión. Y cuando empezó a hacerte sus comentarios venenosos tú respondiste diciéndole que nos pensábamos casar.

—¿Cómo lo adivinaste? —le preguntó deshecha.

Él se encogió de hombros.

—Conociéndote bien.

Paula lo miró a través de una cortina de espesas pestañas. No parecía enfadado, pero eso no le decía demasiado. Había aprendido que Pedro podía ocultar sus sentimientos a la perfección, si así lo decidía.

—¿No estás enfadado? —le preguntó confundida.

—No —de hecho se veía muy relajado, casi como si estuviera disfrutando de lo lindo.

—¿Por qué? —lo increpó, irritada por la ausencia de reacción en él—. Ahora todo el mundo sabe que nos casaremos…

—Bien.

—¿B… bien? —repitió ella atónita.

—Sí —Pedro suspiró—. No he disfrutado mucho la idea de que la gente suponga que mantenemos una relación un tanto irregular. No me gusta qué me crean un bastardo que se está aprovechando de una viuda joven y solitaria.

—Pero, fue idea tuya lo de mantenerlo secreto…

—Tuya, querida —la corrigió con suavidad—. Y, como todo novio enamorado, acepté la situación. Pero ahora me alegro de que lo nuestro sea del dominio público.

¡Novio enamorado! Sabía que se estaba burlando de ella y aún así se sonrojó. Lo único de lo que él estaba enamorado era de su cuerpo. Entonces, ¿por qué se casaba con ella?, se preguntó en silencio. ¿Por qué?

—Y como ya es del dominio público —insinuó Pedro con suavidad—, ¿qué crees que pensarán todos al verte llorando así?

Muchos ojos estaban en ellos; era un pueblo pequeño, y uno o ambos conocían a casi todos los que pasaban por el parque.

Paula se apartó de él, preocupada.

—Tal vez piensen que me estás plantando.

—Jamás —afirmó él, abrazándola de nuevo—. Y para probarlo… —se inclinó y la besó en la boca.

Paula se sorprendió tanto que no pudo apartarse a tiempo y abrió su boca, entregándose por completo. Después de todo, ¿qué le iba a hacer en un parque público? ¡Por lo visto, mucho! La boca masculina trazaba líneas eróticas en sus labios, animándola a devolverle la caricia, amándose con los labios y las manos, al no poder hacerlo con sus cuerpos.

Este erotismo fue una nueva experiencia para Paula, y pudo sentir la tensión del cuerpo de Pedro al gozar con plenitud de la entrega de ella.

—¡Bruja! —le susurró contra sus labios.

Ella misma estaba sorprendida. Nunca antes había perdido así el control y sus mejillas estaban arreboladas de vergüenza.

—No, no lo estropees —le rogó al ver que quería apartarse—. Ojalá todo el mundo desapareciera de repente. Siempre he tenido la fantasía de amarte en medio de un enorme jardín, bajo los dorados rayos del sol.

—¡Pedro! —lo miraba atónita.

Él ignoró la exclamación.

—Quizá podamos probarlo en casa algún día. ¿Te gustaría?

Ella se moría de vergüenza. Besarlo era una cosa, pero hablar de dejarse hacer el amor por él era algo muy diferente.

—Acostúmbrate, Paula —le advirtió con dulzura al notar lo incómoda que se sentía—. Es poco lo que te he dicho ahora, me tomaría toda una vida realizar todas las fantasías que tengo relacionadas contigo.

Paula no podía creer que hubiera pasado un año desde la terrible noche de la fiesta de la compañía, cuando Antonio murió. El tiempo había pasado con una rapidez increíble. Era un hecho innegable que Martina estaba ansiosa de que llegara el mes siguiente, para la boda. La emoción que sentía por la perspectiva de tener a Pedro como padre había sido demasiado para ella.

—Quizá tú también tengas tus propias fantasías —continuó diciendo Pedro—. A menos, claro, que todas se refieran a Antonio —la miró con dureza.

—No —gimió ella, palideciendo.

—¿No? ¿No las compartiste con él? ¿O no quieres hablar de él?

Su buen humor se había desvanecido, como pasaba siempre que hablaba de Antonio. No podía ocultar los celos y el odio que sentía por el hombre muerto.

3 comentarios:

  1. Muy buenos los caps pero ya quiero que Pau se relaje un poco.

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  2. Muy buenos capítulos! como la tiene que remar Pedro, si ella se abriera y le contara como fue su relación con Antonio!

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