lunes, 9 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 58

Por lo menos eso justificaba las caras de espanto que ponía Paula. Debía de estar calculando mentalmente cuánto costaba alimentar a alguien de su tamaño.

-No puede evitarlo -la excusó Paula. Lo cual molestó a Pedro-. Nunca ha tenido que preocuparse por el dinero. Le cuesta comprender la gravedad del asunto.

-Tendrá que hacerlo -dijo inflexiblemente Pedro-. Tú estás haciendo muchísimo, pero no sirve de nada si ella no se da cuenta de que también tiene que hacer sacrificios.

-Ni se te ocurra decirle algo. Es mi familia y haré lo que me parezca mejor.

-Aunque acabe contigo -dijo él con tono mordaz.

Ella se puso en tensión y se apartó de él, se levantó de la cama y buscó la ropa. Pedro dejó que la buscara y se cerró la camisa, consciente, como siempre, de la cicatríz que le cruzaba el pecho. Se puso los pantalones y encendió la lámpara de la mesilla.

Paula parpadeó, pero no dejó de moverse ni un instante.

-Me vuelvo a casa -dijo con una voz distante e implacable.

-Paula... Tenemos que hablar de esto.

-No hay nada de qué hablar.

-Claro que lo hay -sintió un regusto amargo en la garganta-. Quieres acostarte conmigo, pero no estás dispuesta a que te vean conmigo porque alguien puede pensar mal. ¡Es un disparate!

La cara de Paula perdió toda expresión.

-No lo es. Tengo que proteger a mi hijo.

-A tu hijo no le importa nada lo que piensen los demás -le replicó con indignación- y cuando tenga edad para que le importe, nadie lo recordará ni le importará.

-Es posible que dentro de unos años haya conseguido una situación económica que me permita no tener la sensación de que me aprovecho de tu dinero.

-Realmente se trata de eso, ¿verdad? -estaba furioso-. Es tu percepción de lo que puede pensar la gente. Lo que tú sientes. Dios mío. ¿Realmente te has planteado esperar años para casarte conmigo por un motivo tan ridículo como ese?

La cara de Paula, que ya parecía de porcelana, perdió el poco color que le quedaba.

-¿Casarme? -susurró.

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