domingo, 15 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 2

Paula estudió su imagen en el espejo. Mmm, no estaba mal. Antonio había insistido en darle dinero para un vestido nuevo, y el azul intenso del terciopelo de la túnica hacía parecer sus ojos de un tono más profundo que nunca y le daba un tono casi plateado a su cabello. Antonio llevaba ya dos años trabajando para Alfonso, en el departamento de ventas, pero este año era la primera vez que la invitaba a uno de sus bailes anuales de verano. El año anterior se había tenido que quedar en casa atendiendo a Martina que se encontraba enferma, y Antonio había ido solo. Paula dudaba que hubiera salido de la fiesta igualmente solo; Antonio atraía a las mujeres como la miel a las abejas.

Él se puso de pie en cuanto la vió entrar en el salón, mientras ella observaba sin interés la forma en que el traje azul que vestía acentuaba sus anchos hombros.

Llevaba el oscuro cabello más largo de lo normal y sus rasgos eran tan perfectos que casi se le podía considerar un hombre bello.

—Será mejor que nos vayamos —dijo él con suavidad. Parecía mayor de sus veintisiete años.

—Te veo estupenda, Paula —Patricia la alabó intentando llenar el vacío que había dejado la falta de comentarios por parte de Antonio—. Muy bella, ¿no es así, Antonio?

Paula se mordió un labio. Patricia no se dejaba ganar por las formas amables de Antonio. Era su vecina hacía dos años y sabía muy bien cómo era su vecino. Patricia solía aconsejar a Paula que lo abandonara, al menos sólo para darle una buena lección.

Patricia estaba convencida de que era lo que Antonio necesitaba para dejar de coquetear con otras mujeres. Pero Paula sabía que no podía dejarlo, no con lo que él sabía de ella. Antonio le lanzó una mirada impaciente.

—Sí —repuso cortante—. Y, ahora, ¿estás lista?

—Me falta mi chaqueta…

—Yo iré a buscarla —salió gruñendo de la habitación.

Patricia arqueó las cejas; era una mujer de cabello castaño y rostro atractivo, con doce años de feliz matrimonio a sus espaldas y que no podía ocultar el asombro que le causaba la unión de Paula.

—¿Gran noche, eh? —dijo en son de burla.

—Antonio está un poco tenso —repuso Paula tratando de justificar a su marido—. Estar a buenas con los de Alfonso es muy importante para él. El Director de Ventas piensa retirarse a fin de año, y Antonio quisiera obtener ese puesto.

—¿No es demasiado joven para eso?

—Supongo que sí, pero en realidad no lo sé —contestó Paula. Antonio rara vez discutía su trabajo con ella, de hecho estaba segura que sólo había mencionado lo del puesto de Director de Ventas para presionarla a que causara una buena impresión esa noche—. El parece estar seguro de poder desempeñarlo.

—Si es así, es probable que pueda —rió su amiga—. Ese joven consigue todo lo que se propone.

No todo, pero eso no se lo iba a decir a Patricia. La explicación le causaría demasiada vergüenza.

—Si Martina baja…

—Bajará, lo sabes muy bien —rió Patricia entre dientes.

—Sí —sonrió Paula—. Bueno, yo no me preocuparía demasiado por eso. Es viernes y mañana no tiene que ir a la escuela.

—Lo que tú digas —aceptó la otra mujer.

—Aquí tienes —dijo Antonio ofreciéndole la chaqueta—. Vamos —agregó, y salió a buscar el auto.

—Te veré más tarde —se despidió Paula apurada, poniéndose la chaqueta a toda prisa y corriendo tras su marido.

Antonio ya estaba al volante, sin mostrar la menor intención de abrirle la puerta. Al entrar, Paula notó un objeto brillando en el suelo y se inclinó a recogerlo.

Era una polvera de mujer.

—¿Es de Lau? —preguntó mostrándosela.

Antonio se volvió sorprendido, desviando durante un momento la atención de conducir el auto.

—¿Qué dijiste?

Paula aspiró hondo, no serviría de nada que perdiera la compostura.

—Me preguntaba si esto pertenecía a Lau.

El rostro del hombre se oscureció.

—¿Cómo demonios lo averiguaste?

—Adivina —repuso ella con amargura.

—¡Martina!

—Sí. Antonio, no estoy dispuesta a que la mezcles en tus cosas. Si tú quieres…

—¿Tú no estás dispuesta? —repitió él con burla.

—¿No ves que muy pronto empezará a darse cuenta?…

—¿Y qué?

—Antonio, no puedes… —Paula se puso lívida.

—¿Quién dice que no puedo? ¿Quién me va a detener? ¿Tú?

Paula se estremeció por el desprecio en la voz de Antonio.

—No voy a permitirlo —repitió con firmeza—. No la volverás a sacar con otra de tus mujeres.

Un rubor de furia encendió las mejillas masculinas.

—¿Y qué es lo que vas a hacer al respecto? ¿Negarme el placer de dormir en tu cama? —se burló lleno de desprecio.

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