miércoles, 18 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 12

—Creo que se refiere a mí, querido —dijo María Laura con una voz profunda y áspera, sensual para muchos hombres.

Antonio frunció el ceño y miró a Paula con enfado.

—Claro que no —dijo dando por terminado el tema. No entendía a Paula, estaba acostumbrado a una actitud más sumisa y obediente en ella.

—Querido —susurró María Laura—, ¿por qué no vas a buscarnos un trago a Paula y a mí? Estoy segura que a ambas nos apetece.

—Yo…

—De acuerdo —Antonio interrumpió la débil protesta de su mujer—. No tardaré.

—Tómate tu tiempo —murmuró con suavidad María Laura —. Estoy segura de que Paula y yo encontraremos algún tema de conversación, quizá algo que nos interese a las dos…

Paula sabía que lo único que tenía en común con aquella mujer era Antonio, y él lo sabía también. Se fue hacia la barra sin dirigir una mirada a su esposa.

—¿Nos sentamos? —sugirió María Laura.

Paula se sentó frente a ella, notando que eran el centro de atención. Todos sabían; y su humillación fue total cuando vió a Pedro Alfonso observarlas desde lejos, mientras charlaba con otro hombre, aunque sin quitarle los ojos de encima.

Ella se volvió antes de que la fiereza en aquellos ojos diera lugar a la compasión. Lo único que no podría soportar en ese momento era una mirada compasiva de Pedro Alfonso. Ahora comprendía por qué había tratado de besarla arriba… ¡era obvio que sabía de la relación entre su secretaría y Antonio!

—¿Por qué no lo dejas en paz? —la suavidad había abandonado la voz de María Laura.

Paula frunció el ceño.

—¿Cómo has dicho?

María Laura torció la boca.

—Antonio no te ama, ¿por qué no lo dejas?

Paula respiró hondo y movió la cabeza.

—No sé de qué me hablas —y no lo sabía; si Antonio hubiera querido dejarla, ella no habría podido impedírselo.

—Antonio me ha dicho que le niegas el divorcio, que usas a tu hija para retenerlo… —María Laura estaba furiosa.

—¡Eso no es cierto! —Paula dió un respingo.

La expresión de la otra mujer era terrible y amenazadora.

—Había oído de mujeres como tú, hasta conocí a alguna, pero te aseguro que conmigo te has topado con tu igual. Antonio y yo nos queremos casar, y lo único que nos lo impide eres tú. Estoy decidida a obligarte a que salgas de su vida, Paula.

Hasta estoy dispuesta a aguantar a la niña con tal de retenerlo.

—¿A la niña? —Paula palideció en extremo—. ¿Hablas de Martina?

—Sí, hablo de Martina —se burló María Laura.

—¡No me vas a quitar a mi hija! —la respiración le salía entrecortada y sus grandes ojos brillaban de cólera.

—Créeme, yo preferiría no hacerlo —repuso la otra—. Pero Antonio está decidido a quedársela…

—¡No! —la voz de Paula denotaba disgusto y pena—. ¡Nadie me va a quitar a Martina! No te permitiré…

—¡Paula,  por Dios! —Antonio había vuelto sin notarlo ellas—. ¡La gente puede oírte! —murmuró, tomando asiento.

—¡Por favor, cálmate! —María Laura miró a su alrededor, preocupada—. Tal vez no elegí el lugar adecuado para discutir esto…

—¡Cualquier lugar sería inadecuado para discutir el querer quitarme a mi hija!

No lo permitiré. Y tú, Antonio, no me digas que te preocupa lo que la gente pueda oír —sus ojos brillaron con ira—. ¿No crees que están oyendo algo que ya sabían de antemano? Y ahora, quiero irme a casa —le dijo con una frialdad increíble en ella.

—Te acabo de traer un trago…

—Me quiero ir —repitió ella con firmeza—. O me llevas o pido un taxi.

Él arrugó el entrecejo.

—Pau…

—Está bien, buscaré un taxi —se puso de pie, se dirigió a la salida y tomó el ascensor.

—Paula! —Antonio la alcanzó en el estacionamiento y la obligó a encararlo—. ¿Cómo te atreves a hablarme así frente a Lau? —estaba furioso.

—¿Y tú, cómo te atreves a utilizarme? —lo increpó ella.

—Yo… ¿qué quieres decir? —preguntó sorprendido.

—Me acaba de informar tu novia que yo impido que te cases con ella.

—¿Y no es así? —le gritó él.

—¡Bien sabes que no! —la joven se sonrojó—. ¿A cuántas mujeres les has dicho lo mismo para liberarte de un compromiso con ellas?

—A cientos —el hombre torció la boca—, y funcionó con todas. Lo que hago es explicarles que tengo una especie de esposa frígida, que me quitaría a mi hija si le menciono la palabra divorcio.

—Bueno, esta vez María Laura lo mencionó por tí —replicó Paula con evidente disgusto—. Así que tal vez con ella no resultaste tan convincente.

Los ojos de Antonio echaban chispas y sus facciones se contrajeron de ira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario