miércoles, 11 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 64

-No era mi intención...

-Ya sabías quién era yo cuando te presentaste, ¿verdad?

Él dudó.

-¿Verdad? -insistió ella apremiantemente.

-Sí.

-¿Cómo me encontraste?

-Sabía que mi donante era un hombre joven de Baltimore. La necrológica de Pablo era la única que encajaba por la fecha -tomó aire-. Ya estabas en mi cabeza antes de que te conociera. Tu cara, tu voz... cuando te ví, supe perfectamente quién eras.

-Imposible.

Ella se apartó, pero no se levantó porque creía que las piernas no la sostendrían.

Pedro se rió, pero fue una risa forzada.

-¿No me crees?

-Estás mintiendo -aseguró ella con furia-. Alguien te dijo quién era yo. ¿Lo sabe Pilar o también la has engañado a ella?

-Claro que no lo sabe -parecía sinceramente conmocionado. Suspiró y alargó
una mano-. Paula...

-No me toques -Paula castañeaba los dientes e intentaba asimilar la espantosa verdad-. No me toques nunca más -consiguió ponerse de pie y fue hasta la puerta-. No me importa si tu casa está terminada o no, quiero que te vayas de aquí. Hoy.

-No -replicó él-. No hasta que me hayas escuchado.

-¡Lárgate! -fue un grito que no pudo controlar-. Llamaré al hospital. Llamaré a la policía y les diré que estás acosándome.

Fue hasta la puerta dando traspiés y sin poder ver por las lágrimas que le rebosaban los ojos.

-Te quiero -dijo él-. Eso no puedes evitarlo.

-No sabes lo que es al amor -dijo ella amargamente-. Sólo quieres la familia de Pablo, la vida de Pablo y la mujer de Pablo.

Pedro vaciló, pero no apartó los ojos de Paula.

-Te quiero a tí, Paula. No sólo ahora, sino para siempre.

Ella sacudió la cabeza y abrió la puerta.

-Jamás.

Fue corriendo hasta su casa y entró en la cocina. Pilar estaba preparándose una taza de té.

Su suegra se volvió.

-Pablito sigue dormido... ¿Qué te pasa, cariño?

Tenía una expresión asustada.

¡No podía decírselo! Sin embargo, se le cayó el alma a los pies al darse cuenta de que tendría que hacerlo.

-Me he enterado de algo que no sabía de Pedro.

Hizo un esfuerzo enorme para que no se le quebrara la voz y se clavó las uñas en las palmas de las manos.

-Pilar...

-¿Qué...? -la tomó de las manos.

-Hace unos años le hicieron un transplante de corazón. Pedro tiene el corazón de Pablo.

Pilar no reaccionó y Paula se preguntó si se habría enterado de lo que había dicho, pero, súbitamente, la cara de Pilar se iluminó con un resplandor que Paula no había visto nunca, ni siquiera cuando nació Pablito.

-Señor... -susurró-. Gracias -apretó las manos de Paula con tanta fuerza que la hizo daño-. ¡Es maravilloso! Siempre había deseado con toda mi alma conocer a la persona que tenía el corazón de Pablo y resulta ser Pedro... -se detuvo bruscamente y abrió los ojos como platos-. No nos conoció por casualidad, ¿verdad? -preguntó más defraudada.

Paula negó con la cabeza incapaz de articular palabra alguna.

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