miércoles, 4 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 44

-Yo siempre quise tener una de animal de compañía. Mi padre me ayudaba a hacerle una casa en un frasco con hierba y un tapón con agua, pero cuando iba a verla por la mañana, la luciérnaga se había escapado. Mi padre sacudía la cabeza y decía que había hecho unos agujeros demasiado grandes, aunque fueran como cabezas de alfileres. Tardé años en darme cuenta que las dejaba libres, pero cuando lo comprendí, ya no me importaba.

Pedro se dió cuenta de que estaba sonriendo mientras movía las manos entrelazadas.

-A lo mejor, más avanzado el verano, cuando anochezca antes, Pablito podrá estar levantado para verlas. Podríamos ayudarlo a cazar algunas y a guardarlas en un frasco. ¿Crees que le gustaría?

Ella dudó tanto que él pensó que no iba a contestarle y sintió cierta intranquilidad.

-Paula... ¿Qué pasa?

-Nada -su voz parecía vacilante.

Pedro se paró y la paró en medio del camino.

-Paula, ¿qué pasa?

Ella suspiró.

-¿Llegará ese momento cuando el verano esté avanzado?

La pregunta lo sorprendió. Era la primera señal de que estuviera pensando a largo plazo. Le pareció el afrodisíaco más potente que conocía. El corazón le dió un vuelco que le dejó, literalmente, sin respiración.

La tomó de los hombros y la miró sin importarle que ella pudiera notar el amor que sentía por ella.

-Llegará si tú quieres.

Bajó los labios hasta encontrarse con los de ella. Después de un breve instante, ella abrió la boca y le rodeó el cuello con los brazos. Las lenguas se enzarzaron en una danza descontrolada y cuando el bajó las manos para acariciarle el trasero, ella dejó escapar un sonido anhelante y le pasó una pierna alrededor de la cintura, como la primera vez que se besaron allí, enese mismo jardín, aunque entonces estaban mucho más cerca de la casa.

El fastidio dió paso a una creciente sensación de soledad en medio del jardín silencioso. Mientras Pedro asimilaba esa idea en su cabeza, se dió cuenta de lo que su subconsciente había estado pensando desde que ella salió de la casa con él: la deseaba. Esa noche. En ese preciso instante.

Se sintió dominado por el anhelo y su erección fue casi instantánea. La agarró de las caderas y la estrechó contra sí con fuerza mientras ella dejaba escapar leves y entrecortados gemidos. Se retorcieron unos instantes hasta que el obstáculo de la ropa guió los pasos de Pedro.

Dejó que Paula se apartara un poco de él y le desabrochó los cinco botones que le cerraban la blusa. Se la quitó con un movimiento diestro y también le soltó el cierre del sujetador.

-¡Pedro! -exclamó ella espantada-. Estamos en el jardín.

Él reprimió una carcajada y la llevó debajo de un roble que había junto al sendero. Ella lo miró un segundo y él sintió un asomo de pánico al pensar que iba a oponerse, pero hizo un movimiento con los hombros y el sujetador cayó al suelo. Entonces sintió que el corazón se le desbocaba. Los pechos no eran muy grandes, pero tenían una forma perfecta y los coronaban unos generosos pezones. En la oscuridad no podía distinguir si eran rosados o cobrizos, pero lo tenía muy claro en la cabeza. Eran de un color rosa muy delicado y más grandes que antes de su embarazo. Al darse cuenta de lo que acababa de pensar, lo apartó de su cabeza para que su maldita memoria no se interfiriera en aquel momento.

-Dios mío -dijo el casi reverentemente-. Eres preciosa.

Le tomó los pechos en las manos y le acarició los pezones con los pulgares, como a ella le gustaba, hasta que se endurecían, se ponían rígidos y ella arqueaba la espalda en una súplica silenciosa para que no se detuviera.

Entonces, se inclinó hacia delante, le lamió uno y dejó escapar un gemido de placer al notar el sabor y la textura sedosa de su piel. Pasó la lengua una y otra vez alrededor del pezón hasta que ella se separó con una gruñido sordo.

-Tú -dijo ella-, también.

Levantó las manos hasta los botones de su camisa, los desabrochó torpemente y la dejó colgando sobre su torso. Tenía las manos cálidas y suaves y él se deleitaba al sentir sus dedos entre los pelos del pecho. ¡El pecho! Si le acariciaba el pecho, ella se daría cuenta de la cicatríz y no quería estropear aquel momento con preguntas.
Le tomó las muñecas y las levantó hasta que le rodeó el cuello con las manos.

Ella estaba de puntillas y cada centímetro de los dos cuerpos desnudos estaba en contacto. Tenía los pechos calientes y casi duros. Él dejaba escapar unos sonidos desde lo más profundo de la garganta, la estrechó con fuerza y la besó con voracidad.

Él sabía que tenía que decirle quién era y cómo la había encontrado, sabía que no era justo engañarla de aquella manera, pero no le salían las palabras.

Ella era su vida, el único motivo para respirar y levantarse por las mañanas. La deseó desde que despertó y ella estaba dentro de su cabeza y tenía que tomarla.

Sólo una vez, se prometió a sí mismo. Quizá dos veces, se corrigió inmediatamente, al pensar en la cita del viernes por la noche. ¡Él también quería tener recuerdos propios! Quería saber qué sentía ella debajo de él, quería oír los leves gemidos de satisfacción que podía provocarle. Quería mirarla a los ojos cuando entraba en ella y saber que ella estaba viéndolo.


3 comentarios:

  1. Espectaculares los 5 caps, me imagino que se va a armar cuando Pau sepa la verdad.

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  2. Dos muy perra al dejar así la novela jahajaja

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  3. Muy buenos capítulo! Pero por qué no se lo cuenta! se arriesga a perderla así...

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