miércoles, 11 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 62

Ella lo había ofendido profundamente y lo sabía. Sólo podía enmendarlo y rezar para que la quisiera lo suficiente como para perdonarla. Fue hasta la puerta y esta se abrió cuando fue a llamar. Se acercó a él silenciosamente y se arrodilló a su lado. Tenía la camiseta sobre el torso, pero podía ver el musculoso abdomen y le pasó un dedo justo por encima del pantalón. Los músculos se contrajeron y ella sonrió. Repitió el gesto y jugueteó con los pelos que se escondían debajo de los vaqueros.

Se inclinó y le dió un beso en el brazo que tenía cruzado sobre el pecho, apoyó la barbilla y esperó a que abriera los ojazos azules.

-Lo siento -dijo ella-. Por lo del otro día. Por... todo.

Él no dijo nada. Tenía la mirada fija en su cara. Por fin, cuando ella iba a balbucear algo más, él habló.

-Te creo.

¿Eso era todo? La pequeña burbuja de esperanza que había crecido en su interior se desinfló. Pero tenía que seguir intentándolo. Tragó saliva.

-Pedro, te quiero. Si sigues queriendo casarte conmigo, me sentiré la mujer más afortunada del mundo.

Él empezó a esbozar lentamente una sonrisa y sus párpados se arrugaron.

-Claro que sigo queriéndote -la tranquilizó él-. Nada me gustaría más.

A ella se le aceleró el pulso. Quiso besarlo, pero se contuvo porque sabía que tenían que aclarar muchas cosas.

-Yo no quería -dijo ella lentamente- que tú llegaras a pensar que me casaba contigo por tener seguridad económica.

-Créeme -dijo él-, nunca he pensado que me necesitaras por un motivo económico. Además, ahora que sé la verdad de lo que pasó después de la muerte de Pablo, estoy seguro de que no me necesitas. Has evitado la ruina gracias a que has sido muy cuidadosa -resopló-. Yo no tengo ninguna objeción a que mi mujer trabaje.

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