domingo, 1 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 30

Se agarró de sus piernas con tal fuerza que casi la tira.

Pedro la sujetó del codo y ella se estremeció por el contacto de los dedos sobre el codo desnudo.

-¡Tarta! ¡Tarta! ¡Tarta! -gritaba su hijo.

 -Después de cenar -le dijo ella mirándolo a los os.

El niño frunció el ceño y ella supo lo que se avecinaba.

-Ahora -exigió él.

Paula sacudió la cabeza. -Cuando te hayas comido la cena.

Pablito la miró un instante como si sopesara las posibilidades de éxito que tenía y ella notó que había cambiado de estrategia.

-Cena ahora. Pedro se rió.

-No te das por vencido, ¿eh? Pablito miró al invitado.

-Alf cena ahora -contestó con tono imperativo.

Pedro miró a Paula. -¿Estás dispuesta a cenar ya? Ella se encogió de hombros.

-Me da igual. Pilar no cenará con nosotros esta noche. No se encuentra bien. De modo que si no quieres beber algo, podemos empezar.

-Por mí, de acuerdo -hizo un gesto con la cabeza-. ¿Está bien Pilar?

Paula  asintió con la cabeza.

-Mañana estará perfectamente -le devolvió el molde, se agachó y tomó a su hijo en brazos-. Vamos a lavarnos las manos.

-Alf lavar -Pablito se volvió para mirarlo por encima del hombro-. ¿Tarta? -le preguntó esperanzado.

Pedro se rió.

-Después de cenar -le recordó-. Aunque me gusta tu insistencia -añadió en voz muy baja.

Gracias al niño, la cena no fue una prueba tan dura como había temido al no estar Pilar. Cenaron en la cocina como había exigido Pedro cuando Pilar lo invitó. Pablito jugó con Pedro y le dejó que le diera de comer, aunque se resistió a los intentos de su madre para que se comiera los guisantes y las zanahorias.

Pedro no paró de hacer preguntas sobre el niño y Paula estaba emocionada por su interés y por la forma en que lo trataba. Algún día sería un gran padre.

La idea le llevó a otro pensamiento más íntimo. ¿Cómo sería como amante?

Las manos, tan delicadas con su hijo, eran enormes. Parecían mas adecuadas para la construcción que para proyectar edificios en un papel. ¿Serían también delicadas con su cuerpo? Se le aceleró el pulso al imaginárselo abrazándola, desabrochándole los botones de la camisa con destreza y tomándole un pecho con aquella mano de largos dedos.

-Paula...

Ella dió  un respingo, lo miró y notó que se sonrojaba. Pedro la miraba con una sonrisa de curiosidad y las cejas arqueadas.

-¿En qué estabas pensando?

-En nada.

Sabía que lo había dicho demasiado rotundamente y volvió a sentirse abochornada porque el objeto de sus sueños la hubiera pillado.

-De acuerdo -Pedro sonrió.

Paula pasó el resto de la velada charlando sobre Pablito. Seguramente, a Pedro le parecería aburrido, pero para ella era lo más importante del mundo y él tendría que acostumbrarse si quería... si quería ¿qué?

Estaba volviéndose loca con esas conjeturas ridículas.

Pablito se había terminado la tarta por fin y ella se levantó.

-Muy bien, amiguito, es hora de darse un baño -le dijo mientras lo levantaba de la silla.

-¡Baño! -Pablito salió correteando por el vestíbulo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario