domingo, 29 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 48

—A las tres y cuarto estará bien —cerró el periódico y lo dejó sobre la mesa.

—Sí —ella se puso de pie—. Seré puntual.

Pedro consultó su reloj.
—Será mejor que me vaya —comentó, disponiéndose a ir al estudio a recoger su cartera de papeles.

—Pedro…

Él se volvió, arrugando un poco el entrecejo.

—¿Dime?

—Yo… Nada. Que tengas buen día —dijo ella. No comprendía qué la había empujado a tratar de persuadirlo de no ir a trabajar y pasar con ella todo el día.

Él pareció dudar un poco, notando la incertidumbre de ella.

—¿Qué vas a hacer hoy?

—Tal vez llame a Patricia para que vayamos de compras.

—Buena idea —asintió él—. Te veré más tarde.

Después de quedar citada con Patricia para almorzar, Paula se dispuso a arreglar la casa. Pedro le había sugerido que tomara a una persona para eso, pero ella disfrutaba cuidando de la casa, y de Pedro y de Martina, y no quería la presencia de otra mujer. Además, así al menos podía ser en parte una verdadera esposa para Pedro. Como ama de casa sabía que era excelente, sólo fallaba como amante. ¿Sólo como amante? Dios, ¡qué ingenua era! Un hombre sensual como Pedro necesitaba de una mujer vibrante y cálida en su cama.

Patricia notó una extrema palidez en su amiga.

—¿No estás embarazada, verdad? —preguntó burlona.

—¡Cielos… no! —exclamó Paula—. Por lo menos, no lo creo —añadió dudando.

Patricia rió alegre.

—¡Famosas últimas palabras!

—Tienes razón —admitió la joven. No había duda de que tarde o temprano se embarazaría. Pedro había descartado el uso de anticonceptivos, diciéndole que quería una familia, que no quería que Martina siguiera siendo hija única durante mucho tiempo—. Pero creo que es demasiado pronto —añadió frunciendo el ceño.

—Augusto nació a los nueve meses de que nos casamos Gerardo y yo —sonrió Patricia.

—Sí, pero tú y Gerardo… No, es demasiado pronto —repitió Paula nerviosa. Iba a decir que Patricia y Gerardo se amaban… pero, ¿qué tenía eso que ver con tener un hijo?

¡En verdad que era su día estúpido!

—Mantenme informada —le pidió su amiga.

Paula agradeció la compañía de Patricia que la ayudó a olvidar un poco su inevitable encuentro con María Laura Benítez. La verdad era que había intentado mantenerse ocupada todo el día, para evitar pensar en ese encuentro. No había vuelto a ver a la mujer desde la fatídica noche en que le había dicho que Antonio pensaba divorciarse para casarse con ella y convertirla en madre de Martina, desde aquella noche en que su marido había muerto y Lau había quedado muy mal herida.

Paula se arregló con cuidado; vestía un traje beige que contrastaba favorablemente con una blusa marrón oscuro. Los tacones altos le proporcionaban mayor estatura y su maquillaje era elegante y discreto. Sin embargo, entró tensa en el recibidor de Pedro, en la oficina de Lau…

La mujer levantó la vista para ver a Paula acercarse y en sus ojos se dibujó el desprecio.

Paula hizo gala de un control extraordinario para no flaquear ante la mirada insolente de Lau. Aquella mujer la seguía odiando, era evidente.

—¿Está listo Pedro? —preguntó Paula decidida.

Durante un momento Lau no contestó, y el silencio reinó amenazador entre ellas.

—En este momento está en una junta —dijo al fin con voz fría—. Pero terminará a las tres y cuarto. Ha cancelado todos sus otros compromisos para acompañarte a la escuela.

—Ya veo —Paula se mordió un labio. Lo último que se le había ocurrido era que tendría que esperar a Pedro. Creía que sólo iba a estar allí un momento para salir confiada del brazo de Pedro.

—¿Quieres esperar? —la invitó Lau de repente.

—¿Qué? —Paula no comprendía.

La mujer torció la boca en un gesto despectivo.

—Sí, puedes sentarte allí —le indicó.

Paula se dió cuenta de qué había varios sillones a la izquierda de la oficina y se sonrojó ante su propia estupidez.

—Gracias —contestó nerviosa y se fue a sentar.

El teléfono sonó, distrayendo la atención de Lau y dándole la oportunidad de estudiarla sin ser observada. Lau no parecía haber cambiado mucho, seguía igual de bella y no le quedaba señal alguna del terrible accidente que por poco la deja inválida de por vida.

—¿Ya has visto suficiente? —la dura voz de Lisa rasgó el silencio.

Paula se sonrojó de nuevo. No notó que la conversación telefónica había terminado y que Lau se había percatado de su cuidadoso escrutinio.

Entonces Lau se puso de pie y se acercó a ella. Era muy alta y se veía elegante en un vestido a rayas negras y blancas que enfatizaba su belleza.

Se sentó frente a Paula, confiada y firme.

—¿Qué se siente el ser la esposa de Pedro Alfonso? —preguntó.

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