lunes, 16 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 6

La joven le regaló con una amable sonrisa.

—Me estaba diciendo lo sensual que le parece mi voz —le dijo para demostrarle que lo había escuchado, otro hábito que había desarrollado durante su convivencia con Antonio.

Pedro sonrió también.

—Muy sensual —confirmó con voz ronca—. Es muy profunda y firme, con un algo en ella que me hace estremecer.

¡Era increíble lo mucho que había notado en ella durante la corta conversación que habían sostenido!

—Me alegro de que le guste —dijo ella con ligereza, preguntándose cuándo la dejaría ir. Antonio se estaría impacientando.

—Más que gustarme —siguió él con voz ronca, acercando demasiado su rostro al de ella—. Paula…

—De verdad que tengo que ir al tocador —lo interrumpió ella, convencida de que si lo dejaba acercarse más no sabría cómo actuar.

—Está bien —Pedro se retiró, suspirando—. Pero, ¿me concederás ese baile?

Estaba dispuesta a prometerle lo que fuera con tal de salir de allí.

—Si eso es todo lo que quiere —aceptó con la cabeza.

—No es todo, pero, por ahora, me conformo con eso.

Por fin la dejó ponerse de pie, y ella se dirigió presurosa hacia la puerta.

—Lo veré en el salón —le dijo, aunque no era esa su intención.

Era evidente que Pedro lo sabía.

—Te espero en el corredor —le dió la respuesta que había esperado de Antonio minutos antes.

—Está bien —la voz de Jessica parecía agitada—. Lo veré a la entrada del salón.

—Te esperaré aquí fuera.

La joven lanzó un suspiro de impaciencia y salió. Se sintió aliviada una vez en el tocador.

Quizá si permaneciera dentro mucho tiempo él se cansaría de esperar y volvería a la fiesta, aunque la determinación en sus ojos no daba ninguna indicación a ese aspecto. Pedro parecía ser un hombre que podía salirse siempre con la suya.

¡No se había dado cuenta de lo mucho que lo había observado! Rara vez se fijaba en los hombres, limitándose a ser amable con los pocos conocidos que Antonio le había presentado; sin embargo, Pedro no le había permitido comportarse con timidez o simple cortesía. ¡En verdad que era el hombre más arrogante del mundo!

Hacía quince minutos o más que había dejado a Antonio, y si no volvía pronto era seguro que iría a buscarla. Quizá Pedro ya hubiera vuelto con su esposa.

No tuvo suerte. Estaba reclinado contra la pared cuando Paula salió, con las manos en los bolsillos del pantalón. Pareció notar de inmediato su presencia y se enderezó, estudiándola con cuidado de arriba abajo. Se acercó y la tomó del brazo en actitud posesiva.

—Dudaba de haberte soñado —murmuró al mismo tiempo que fijaba su mirada en el rostro ruborizado de la joven.

—Creo que es demasiado temprano para estar borracho —dijo Paula con frialdad.

—No estoy borracho —sonrió él—. Por lo menos no de alcohol. Tenía el terrible presentimiento de que intentaras escabullirte de mí.

Ella le permitió llevarla en dirección al salón, donde la música y el ruido de las conversaciones parecía haber subido de tono e intensidad.

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