miércoles, 4 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo. Capítulo 42

Ella inclinó un poco la cabeza para que él llegara mejor al cuello. Pedro le tomó la cara con la mano, la giró hacia sí, la besó en los labios y sintió una satisfacción inmensa cuando ella se dejó llevar con un murmullo de placer. La tumbó en su regazo, se inclinó sobre ella y la besó profunda y repetidamente, hasta que ella sólo buscaba su boca, hasta que los dos sólo intentaban tomar aliento como si corrieran un maratón por parejas.

Pedro le acarició la cadera, le tomó un pecho en la mano y notó el pezón erguido a través del sujetador. Se había prometido no introducir la mano entre su ropa ni mucho menos desnudarla en su casa. No sabía el motivo, pero para él era importante y noche tras noche se aferraba a su promesa aunque hubiera veces que apenas podía pensar siquiera. Su erección era tal que le dolía y la cadera de Paula contra ella era el tormento más embriagador que podía imaginarse.

Sin embargo, no iba a correr el riesgo de que entrara Pilar y se encontrara con que algo se le había escapado de las manos. Sabía que si se dejaba llevar por sus sueños y sus fantasías, nada podría detenerlo.

Le dió un último beso y sus caricias pasaron de los pechos al hombro para apaciguarse un poco.

-Debemos estar locos para torturarnos de esta forma.

-Posiblemente. Seguramente.

Ella seguía sobre su regazo con el pelo despeinado y los labios rojos por los besos.

-Nunca me habría imaginado que a los treinta años estaría pelando la pava en la sala con mi novia y atento a que pudiera aparecer su madre.

Paula se rió.

-Primero, no es mi madre; segundo, no pelas la pava, ya lo has conseguido - levantó la cabeza-. ¿Soy tu novia? No sé por qué, pero me cuesta imaginarme como madre y novia. Las madres no salen con chicos.

-Tienes que aceptarlo -le dió un beso en la punta de la naríz-. Hablando de salir, ¿Te gustaría ir a cenar o al cine el viernes por la noche?

Ante su sorpresa, ella dudó.

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