viernes, 27 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 39

Paula lo miró.

—¿Lo harás?

—Si eso es lo que quieres —asintió él.

—Yo… ¿No sería ser demasiado hipócrita?

—Creo que sí, pero es tu decisión —Pedro se encogió de hombros.

—Preferiría no casarme.

—¿Te gustaría mantener el otro trato? —la miró a los ojos.

Ella palideció, recordando lo degradada que se había sentido mientras él trataba de hacerle el amor, lo terrible que era para ella soportar su sentimiento de impotencia. ¿Pero tendría más respeto por sí misma convirtiéndose en su esposa?

—¿Cuánto tiempo estaría… estaríamos casados?

—Siempre —repuso él decidido.

—¿Y qué pasará si… te enamoras de otra?

Él torció la boca.

—He cumplido los treinta y seis años sin encontrar a la mujer que pueda amar, y dudo que la encuentre más tarde.

—¿Y si sucede? —insistió ella.

—Te lo diré —repuso burlón—. Piensa en el futuro de Martina, Paula, de las cosas que le podría dar… siendo su padre.

Paula tragó con dificultad. Como de costumbre, Pedro había encontrado su punto débil. La felicidad de Penny era lo primero para ella, lo había sido desde que nació, y los últimos meses la chiquilla careció de muchas cosas, hasta el viaje a la escuela constituía para Paula un sacrificio. Conforme la niña creciera las necesidades económicas aumentarían. Dudó en negarle a su hija la oportunidad que se le ofrecía. Pero, ¿podría soportar ser la esposa de Pedro? Había sido esposa de Antonio, y Pedro era mucho más fuerte, más confiable.

—Sí —admitió al fin.

—¿Sí? —preguntó él ansioso.

—Me casaré contigo —le dijo.

—¿Cuándo?

—En cuanto hagas los arreglos necesarios.

Él tragó saliva, mostrando que no había estado tan seguro de su respuesta como había pretendido.

—Te daré tu año, Paula —le dijo.

Ella abrió los ojos, incrédula. Unos minutos antes le había parecido decidido a no esperar. ¿Por qué había cambiado de opinión?

—Algún día también yo tendré que responderle a Martina—le explicó—, y a otros hijos que podamos tener —agregó con suavidad.

Ella se sonrojó.

—¿Quieres hijos?

—Docenas —afirmó él.

Ella rió nerviosa.

—¿No es demasiado pedir?

—No lo creo —la miró con fijeza—. ¿Tienes alguna objeción en darme hijos?

—Yo… ninguna —movió la cabeza. El embarazo le daría un respiro de tener que compartir su cama.

El torció la boca en una mueca amarga.

—Y yo no objeto en dártelos a tí. De hecho, estoy seguro que lo disfrutaré.

La vergüenza que embargaba a Paula se acentuó y cambió de tema.

—¿Viviremos aquí?

—¿Por qué no? —se encogió de hombros—. Compré esta casa para tí.

—¿Para… para mí? —preguntó aturdida.

Pedro  asintió.

—El departamento estaba pensado para un hombre soltero; pero, en cuanto decidí casarme contigo, supe que debía buscar algo más grande. Martina disfrutará del jardín. Hasta podría tener un caballo, si quiere.

—Les tiene miedo —le informó Paula ausente. ¡Había estado tan seguro de ella que hasta compró esa casona!

—Es porque no ha estado cerca de ellos —comentó Pedro, ignorando lo que pasaba por la mente de Paula en ese momento—. Le compraré un pony y le enseñaré a montar. También me gustaría adoptarla algún día —agregó.

Paula lo miró sorprendida.

—Martina te quiere, pero… ¿no es demasiado pronto para pensar en la adopción?

—No veo por qué.

—Bueno… pero…

—Va a ser mi hija, Paula—dijo implacable—. Y tú vas a ser mi mujer.

—Pero…

—No quiero que quede un ápice de Antonio García en tu vida, una vez que seas mía —le anunció con fiereza—. ¡Estoy decidido a borrarlo de tu vida!

No hay comentarios:

Publicar un comentario