lunes, 2 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 36

Tendría que hacer que le revisaran la cabeza. Debería haberse negado educadamente. No podía liarse con Pedro Alfonso.

Paula guardó los bocadillos en la nevera portátil y buscó los zumos y las manzanas. A Pablito le encantaban las naranjas cortadas en trozos pequeños, pero no podía masticar las fibras. Empezó a pelar una naranja sin poder quitarse a Pedro de la cabeza. Él nadaba en la abundancia. Ella hacía malabarismos con el dinero para no perder la casa familiar. Pedro pensaría que sólo buscaba su dinero. Todo el mundo lo pensaría y eso era lo que más le espantaba.

Cuando se casó con Pablo, supo lo que decían a sus espaldas. Supo que decían que iba detrás de su dinero, que sabía lo que le convenía, que algo habría hecho para que él se casara con una mujer tan poco adecuada...

Entonces no hizo caso porque amaba a Pablo y eran tan felices que los insultos le resbalaban. Además, Pilar también la quiso desde el principio.

Pilar había quitado importancia a las maledicencias con historias muy divertidas de las personas que las decían.

Sin embargo, no quería volver a pasar por lo mismo. A pesar de la protección de Pablo y Pilar, aquellas actitudes se habían clavado muy profundamente en el corazón de una joven sensible. Además, en ese momento, no estaba sola, también tenía que tener en cuenta a Pablito.

Metió los trozos de manzana y naranja en un recipiente .¿Qué faltaba? Unos aperitivos de jengibre que había hecho Alicia, apio picado y las bebidas.

Todo lo que hiciera se reflejaría en su hijo, pensó mientras guardaba unas servilletas y cerraba la bolsa. Estaba decidida a que él creciera sin sobresaltos y a que se sintiera una parte del mundo de su padre. En sus planes no entraba tener un idilio desenfrenado con un soltero millonario.

Sería desenfrenado, pensó con un estremecimiento al acordarse del brillo ardiente y azulado de los ojos de Pedro la noche anterior. La había mirado como si hubiera querido tumbarla allí mismo. Si no hubiera estado Pablito, quién sabe qué habría podido pasar.

Sin embargo, Pablito había estado allí. Sonrió levemente al recordar al enorme hombre moreno y al niño de cabellos casi blancos en la mecedora.

Le resultó imposible no pensar que parecían un padre y su hijo. Era posible que Pedro no supiera nada de niños, pero si no le gustaba Pablito, era un actor digno de un Oscar.

-¡Aquí está! -exclamó Pilar con voz cantarina mientras entraba en la cocina con Pablito-. Mamá ya ha preparado la comida.

-Gracias por vestirlo -le dijo Paula a su suegra-. ¿Seguro que no quieres venir?

Pilar sonrió. Parecía como si se le hubiera pasado el disgusto de la noche anterior.

-¿Desde cuándo me han gustado las comidas campestres? Hormigas, moscas, sentarse en el suelo... -hizo un gesto burlón-

-No, gracias. Además, tengo una reunión para estudiar la decoración del asunto lirio.

El asunto lirio era un baile y cena benéficos para el albergue de mujeres. Se celebraba todos los años en junio y las mujeres del comité organizador llevaban lirios de los colores más deslumbrantes.

Paula suspiró.

-Estoy nerviosa por estar sólo los tres.

-No tiene nada de malo -la tranquilizó Pilar-. También tienes derecho a salir con alguien de vez en cuando.

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