miércoles, 18 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 15

Al despertar se encontró recostada en un sofá donde Pedro la había llevado, la observaba, preocupado y ansioso.

Paula lo miró con ojos inexpresivos.

—¿Antonio… él… en verdad está muerto? —musitó.

—Sí.

—¡Oh, no! —la joven escondió el rostro entre las manos y lloró como si no pudiera cesar. Pedro la estrechó contra su pecho con ternura.

—¿Paula? —dijo al poco rato, viendo que no dejaba de llorar—. ¡Paula! —la sacudió un poco—. Basta ya.

La joven se estremeció.

—Yo… no… no puedo. No se qué hacer. Tengo la mente en blanco.

—No tienes que hacer nada —murmuró Pedro en su oído—. Yo cuidaré de tí.

Ella retrocedió un poco, para mirarlo.

—¿Usted? —parpadeó—. Pero, ¿por qué iba usted a?…

—Tu esposo era mi empleado. Murió al salir de una fiesta que daba la compañía. Además —agregó con gentileza—, ¿tienes a alguien más?

Paula  tragó saliva.

—No. Yo… ¿de verás está muerto Antonio? —repitió incrédula.

—Me temo que sí.

Era difícil creer que toda aquella vida y vitalidad hubieran sido truncadas en cuestión de segundos. Podía haber estado a punto de abandonarlo, podía no haberlo amado ya, pero aún lo quería por ser el padre de su hija. No merecía morir.

Miró a Pedro Alfonso con unos ojos azules asustados y aturdidos, recordando las veces que había deseado verse libre de Antonio. ¡Pero no así, así jamás!

—¿Él… sufrió?

El hombre pareció dudar, como que escogía las palabras.

—Hasta donde pudimos saber, no.

Paula frunció el ceño ante su reserva.

—¿Qué pasa? —preguntó con sequedad—. ¿Qué me está ocultando? ¿Está vivo todavía? ¿Es que está muy mal herido?

—No, no es eso, Paula —los ojos del hombre reflejaban dolor—. Tu esposo no iba solo en el auto, cuando sucedió el accidente.

¡María Laura! Se había olvidado por completo de la otra mujer. Se mordió los labios, nerviosa.

—¿No iba solo? —preguntó fingiendo sorpresa.

Pedro  negó con la cabeza.

—Mi secretaria, Lau Benítez, iba con él.

¡Lau! Él también la llamaba así. Una imagen de los dos bailando juntos se le presentó de inmediato. Sí, él y María Laura habían tenido una relación más íntima que la de jefe y empleada, si no ahora, por lo menos en el pasado.

—¿Está lastimada?

—Sí —asintió Pedro—. Está muy mal.

—Lo siento —Paula bajó la vista.

—¿Lo… sientes? —preguntó incrédulo.

—Sí —lo miró a los ojos—. Mire, Antonio me dijo que le había ofrecido llevarla a casa, pero yo tenía un poco de dolor de cabeza y preferí volver pronto. Si no lo hubiera hecho…

—¡Podías haber estado con ellos! —lo dijo con fiereza—. Lo cual no habría ayudado a nadie.

—No —Paula asintió con calma. No podía enfrentarse al hecho de que Pedro Alfonso conociera su humillación de aquella noche, ni de que supiera de la amenaza de divorcio que le hizo su esposo. Antonio estaba muerto, ya nada podía cambiar eso.

—Yo… le agradezco que haya venido… para decírmelo. Y… ahora… me
gustaría estar sola.

—Por supuesto —aceptó Pedro—. ¿Hay algo que quieras? ¿Alguien que pudiera quedarse contigo?

—No —la joven se levantó, tambaleante—. No tengo a nadie.

Pedro arrugó el entrecejo.

—Así que estás sola…

—No —negó ella con firmeza—. Tengo a Martina.

—¿Tu hija?

—Sí.

Él suspiró.

—Vas a necesitar ayuda las próximas semanas, y…

—Me las arreglaré —repuso ella interrumpiéndolo.

—Paula…

—Por favor, señor Alfonso, ¡dije que me las arreglaré! —los ojos femeninos flameaban.

—Llamaré mañana —dijo él mordiéndose un labio.

—Preferiría que no lo hiciera —respondió ella.

—No podrás con esto sola…

—¡Claro que podré! —alzó la voz, histérica—. Siempre lo he hecho, y siempre lo haré.

—¡Paula, por favor! —Pedro le tomó las manos—. Déjame hacer esto,
déjame…

—¿Mami? Mami, ¿dónde está papá? —Penny estaba en la puerta, frotándose los ojos y arrastrando un viejo osito de felpa.

—¡Martina! —exclamó su madre, quien al verla se sintió invadida de una terrible sensación de desesperación.

Fue Pedro quien tomó a la pequeña en brazos.

—Qué bonito camisón llevas, Martina —le sonrió ton gentileza. Era un hombre que estaba demostrando poder ser suave y comprensivo con un niño—. ¿Y éste es tu novio? —preguntó señalando al viejo osito.

El comentario hizo sonreír a Martina.

—No seas bobo, éste es Teddy —explicó riendo.

—¿Te despertó Teddy?

Ella movió la cabeza con seriedad.

—No, fuiste tú. Pensé que era mi papá.

La expresión de Pedro se tornó amarga.

—No hubo suerte, mi amor. Pero, ¿no crees que deberías estar en la cama? Estoy seguro que Teddy está agotado —añadió.

Ella miró a su madre; era evidente que no estaba muy segura de ese desconocido.

—Sí…

—¿Quieres que te llevemos arriba? —ofreció Pedro  con suavidad.

—¿Mami? —preguntó Martina.

Paula había estado observando asombrada cómo Pedro encantaba a su hijita. Martina tenía cierto problema en su relación con el otro sexo, a causa de su esporádica relación con su padre y de estar casi todo el tiempo en compañías femeninas. Con Pedro Alfonso, sin embargo, parecía no tener problemas. Tal vez era porque para él no ofrecía dificultad relacionarse con la niña.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Ese tipo se merecía terminar así por HDP, pobre su hijita!

    ResponderEliminar