lunes, 30 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 54

—¿Qué pasa? —Pedro percibió su lejanía repentina.

—Nada. Querido…

Él rodó a su lado de la cama, la cama que había compartido los últimos tres meses, cerrando los ojos de momento antes de levantarse de un salto.

—¿Pedro?… —lo miró con ojos llenos de asombro.

—No puedo soportarlo más, Paula—estaba de pie, de espaldas a ella, enfundándose en la bata que había dejado sobre una silla—. He tratado, Dios sabe que he tratado… —escondió la cara entre las manos.

—¡Pedro! —al instante también ella saltó de la cama, alargó el brazo para tocarlo, pero él se retrajo al contacto.

—¡No me toques! —le gritó, tenía los ojos inyectados de sangre y una expresión amenazadora—. ¡Por Dios santo, no me toques!

Paula parecía no darse cuenta de lo provocativa que resultaba en su desnudez.

Con manos nerviosas trató de atarse la bata que Pedro le lanzó.

Pedro seguía cada uno de sus movimientos con mirada sombría.

—No puedo seguir así, Paula—le dijo con voz baja.

Ella tragó saliva.

—¿Qué quieres decir? —sintió que un escalofrío le recorría por entero y tembló sin querer.

El pulso del hombre latía acelerado.

—He hecho lo mejor que he podido; durante tres meses he sufrido tu frialdad hacia mí, pero ahora ya no puedo más.

—Pero, Pedro…

Él le quitó la mano que lo tocaba.

—Voy a dormir en la otra habitación…

—¡No! —exclamó ella con voz ahogada.

—Sí —replicó él furioso—. Si me quedo aquí te haré el amor, y si lo hago me volveré a dar asco.

Paula estaba pálida.

—¿Asco?…

—Le estoy haciendo el amor a una roca —le dijo—. Jamás me dejas penetrar en tu verdadero yo, en lo más profundo de tí. Todo eso lo guardas para ese bastardo que aún amas.

—¿Antonio?

—Sí, Antonio. ¡Estoy harto de ese odioso nombre! Vete a la cama, Paula — suspiró—. No te volveré a tocar esta noche —y cerró la puerta tras él con una furia a duras penas controlada.

No supo cuánto tiempo se quedó allí; reaccionó sólo cuando el temblor de su cuerpo se tornó incontrolable. Era como el hielo, tanto física como emocionalmente. Pedro ya había dejado la casa cuando ella y Martina bajaron a tomar el desayuno, y tuvo que inventar una excusa para justificar ante la niña la ausencia de su marido. Era fácil decirle que Pedro había tenido que irse temprano a la oficina, pero a Paula no le gustaba mentirle a la niña. Sabía que la verdadera razón era que Pedro quería evitar verla.

Ese día hizo la segunda limpieza total de la casa en aquellos tres meses. Lavó todas las cortinas, pulió con cuidado los muebles y dejó impecable la cocina.

Después, Paula aún tuvo energía para lavar y planchar la ropa. Iba de un lado a otro inquieta, hasta que sonó el teléfono.

—¿Paula?

—¡Pedro! —suspiró aliviada al oír su voz. Pero lo que le dijo desvaneció las esperanzas que tenía de que hubiera llamado para hacer las paces.

—Tengo que ir a Londres unos días —le informó distante—. ¿Podrías prepararme una maleta ahora para no retrasarme?

—Yo… claro que sí. ¿Cuándo te vas? —tenía el auricular fuertemente apretado en la mano.

—Justo después del trabajo. Pasaré por allí a recoger mi maleta y luego…

Paula ya no lo escuchaba. Pedro se iba. No podía ser coincidencia que tuviera que salir después del altercado de la noche anterior, tenía que estar haciéndolo a propósito. ¡Y no había nada que ella pudiera decir o hacer para impedírselo!

—¿Paula? —él pareció percibir su silencio de repente.

—¿Tendrás tiempo para despedirte de Martina? —preguntó con sequedad.

—Por supuesto —parecía exasperado—. Mira, Paula, no puedo evitar este viaje.

—No, estoy segura. ¿Cuánto tiempo estarás fuera, para saber qué ponerte en la maleta? —agregó, temerosa de que pensara que trataba de inmiscuirse en sus asuntos privados. La noche anterior le había dejado muy claro que no la consideraba una verdadera esposa.

—Cuatro o cinco días, tal vez una semana. Te llevaría conmigo, pero Martina está en la escuela y lo más seguro es que yo pase todo el tiempo trabajando.

—Comprendo.

Pedro suspiró.

—Espero que así sea. Necesitamos tiempo, Paula; necesito tiempo.

—Comprendo —repitió ella.

—Bien, yo… Te veré más tarde.

—Sí —repuso ella colgando el auricular.

De repente toda su energía pareció desvanecerse y se hundió en la silla de la mesita del teléfono. ¿Volvería algún día?

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyyy, x Diossssssssssssss, que reaccione de una buena vez Pau.

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  2. Qué capítulos! Que nerviosa me pone Paula, es obvio que Pedro reaccione y piense así! Ojalá no viaje con Lau y no cometa ninguna estupidez!

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