domingo, 1 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 28

Al día siguiente, Paula bajó las escaleras con Pablito en brazos. Era casi la hora de cenar y Pilar había invitado a Pedro. Él había aceptado con la condición de que no hicieran ningún esfuerzo especial. Ella se lo tomó al pie de la letra. Quizá él cambiara de opinión sobre los esfuerzos especiales cuando cenara con su hijo, que creía que los cubiertos servían para tocar el tambor en la bandeja.

Fue a la cocina para ver cómo se apañaba Alicia y le dejó a Pablito. Se dirigió a la sala para cerciorarse de que hubiera bebidas cuando Pilar entró muy animada.

-¡Estoy encantada de que casi sea verano!

-Yo también -Paula sonrió a su suegra-. Me encanta que las flores vuelvan a florecer.

-Y las vacaciones están a la vuelta de la esquina. Imagínate lo bien que va a pasarlo Pablito en la playa.

Pilar puso bien un tapete.

-Pilar... -Paula tragó saliva-. Este año no iremos a la playa hasta la tercera semana de septiembre. He alquilado la casa desde el cuatro de julio.

-¿Que has...? -Pilar la miraba como si no hubiera podido oír bien-. Pero siempre vamos desde el cuatro de julio, cariño. Desde que Pablito era un bebé, nos hemos reservado las dos primeras semanas.

-Lo sé -Paula se sentó en el reposapiés que había delante de la butaca de Pilar y le tomó las manos-, pero sabes que estoy haciendo malabarismos con el dinero. He pensado que si la alquilábamos durante la temporada alta y nosotros íbamos durante la baja, quizá cubriéramos los gastos y no tendríamos que venderla. Además, también tengo que tener en cuenta mi trabajo. No puedo irme dos semanas, así que he reservado una para nosotros.

Tomó aire y miró las manos que tenían entrelazadas. Esperó un torbellino de quejas, pero sólo hubo silencio. Por fin miró a su suegra y se quedó helada al ver que tenía las mejillas llenas de lágrimas.

-¡Pilar! -exclamó.

-Lo siento -dijo ella entre sollozos-. No quería parecer indiferente al dinero, pero tengo unos recuerdos tan buenos de la playa y estaba deseando ver a Pablito en la arena. Me parece como si quedara un siglo hasta septiembre.

-Sólo serán unas semanas más de espera -dijo Paula firmemente.

Le había costado mucho tomar la decisión porque no quería ser ella quien rompiera una tradición de los Rodríguez.

-Claro -Pilar se levantó-. Estoy segura de que tienes razón.

Fue lentamente hacia la puerta que daba al vestíbulo.

-¿Adónde vas? -le preguntó Paula-. La cena estará enseguida y Pedro llegará en cualquier momento.

Incluso contaba con que Pedro la distrajera un poco después de la conmoción.

-No puedo comer -Paula notó que le temblaban los hombros-. Por favor, discúlpame ante Pedro. Voy a acostarme.

A Paula se le cayó el alma a los pies. Seguro que estaba bromeando.

-Pero te encanta que Pedro venga a cenar. No querrás perdértelo, ¿verdad? - notó que lo decía con un tono engatusador, pero Pilar no se detuvo.

-Hasta mañana, cariño.

Se hizo un silencio sepulcral y Paula se quedó de pie escuchando los pasos de su suegra que se alejaba. Se le hizo un nudo en la garganta que no podía tragar. Le brotaron las lágrimas y sollozó de pena.

Se sentó en una butaca y se tomó la cabeza con las manos. No era justo, pensó mientras le dominaba la ira.

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