viernes, 20 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 20

—Las del funeral de Antonio —prosiguió ella con decisión, ignorando la silla que le ofrecía, dispuesta a permanecer allí lo menos posible—. Patricia me acaba de decir que usted hizo todos los arreglos, así que yo…

—Pensaste en venir a insultarme un poco más —él la ayudó a terminar la frase.

—No —exclamó ella—. No es eso.

—¿Entonces? —la increpó—. ¡Paula, es increíble cómo te las ingenias para rechazar la ayuda de la gente! Bien, no te preocupes por las notas —le dió la espalda—, me encargaré de que las recibas. Y ahora, será mejor que te vayas.

—Yo…

—Después de todo, piensa en lo que dirán —agregó él con amargura—. Apenas hoy enterraste a tu esposo y ya estás en el departamento de otro hombre.

—Siento haberlo molestado. Y le agradezco su ayuda, no soy tan desconsiderada. Sólo que…

—Que no quieres que siga haciéndolo… —terminó él.

Ella asintió con la cabeza.

—Lo siento.

Pedro se volvió a mirarla con ojos atormentados.

—Sabes por qué lo hice, ¿no es así, Paula?

Ella retrocedió ante el repentino brillo de aquellos ojos. Había visto ese fulgor muchas veces en Antonio, el deseo de poseer, de dominar. ¡Y jamás volvería a permitir que un hombre le hiciera eso!

—No…

—Lo sabes, maldita sea! —le apretó la mano con fiereza y el brillo en sus ojos se hizo más intenso.

Paula se sobrecogió.

—¡No debí venir aquí! —exclamó jadeante.

—No, no debiste —admitió él furioso—. Bien sabes lo que siento por tí, Paula. Tú sabes que yo…

—¡No! —no supo de dónde sacó la fuerza para apartarse de él—. ¡No me toque! —le gritó—. No vuelva a tocarme.

Un intenso dolor se dibujó en el rostro masculino.

—¿No entiendes que no puedo evitarlo? —gruñó él—. Que toda esta semana he ansiado estar contigo, abrazarte…

—¡No me toque! —le volvió a gritar ella—. ¿Qué clase de hombre es? ¡Hoy enterramos a mi esposo!

—Lo sé —Pedro cerró los ojos, como intentando borrar su imagen—. ¡Y tu hija me ve como si fuera un asesino! —abrió los ojos que brillaban como un topacio— Tú me consideras un usurpador…

—Eso no es verdad —Paula movió la cabeza—. No pienso reemplazar a Antonio en toda mi vida.

—¿Nunca? —gruñó él.

—¡Nunca!

—No lo puedo creer —dijo Pedro aturdido.

—Es verdad, señor Alfonso.

—No me llames así —exclamó—. Mi nombre es Pedro. Y yo no pienso en tí más que como Paula. Mi Paula.

—¡No soy nada suyo! —le espetó furiosa—. ¡Yo no pienso en usted como Pedro, es más, ni siquiera pienso en usted!

Supo que había ido demasiado lejos, al ver el fulgor en la mirada del hombre; sus fosas nasales se agitaban sin tregua, su boca estaba apretada con firmeza y todo su rostro palideció.

—Tal vez deba darte algo en qué pensar —advirtió él.

—¡No! —Paula retrocedió.

Pedro no la dejó moverse demasiado, la tomó de los brazos y la atrajo hacia sí con fuerza, sin importarle el daño que le hacía.

Su boca la poseyó impaciente, cubriendo por entero los labios inmóviles de la joven, volviéndose casi cruel al sentirla impasible en sus brazos.

Ella ya conocía esa clase de besos, caricias castigadoras que pretendían lastimar y humillar. Antonio la besaba así cuando quería demostrar su desprecio por su frialdad.

Permaneció inmóvil en brazos de Pedro. No había posibilidad de que respondiera, pues se desprendió de cualquier emoción en cuanto la abrazó, del mismo modo que había aprendido a hacer con Antonio.

De pronto la apartó, molesto consigo mismo y con ella.

—Lo siento —murmuró.

—No importa…

—¡Sí importa! —explotó él—. ¡Por supuesto que importa!

—No a mí.

La oscura mirada masculina recorrió los rasgos de la joven.

—No, me doy cuenta —dijo con amargura—. Cómo puedes seguir amando a ese bastardo…

—¿Habla de Antonio? —lo interrumpió tajante, preguntándose cómo era posible que alguien siguiera pensando que amaba a Antonio después de todo lo que había pasado.

—Claro que hablo de Antonio —dijo Pedro paseándose de un lado a otro de la habitación—. Te era infiel.

—¿Quién ha estado hablando con usted?

—Nadie —dijo él burlón—. Trabajó para mí lo suficiente para que me diera cuenta de la clase de hombre que era. Ninguna mujer en la compañía estaba segura con él. Tuve varias quejas de su comportamiento.

Paula le dió la espalda. No quería oír nada más.

2 comentarios:

  1. Pero qué cerrada está Pau, por qué no se deja amar??? Muy buenos los caps.

    ResponderEliminar
  2. Muy buenos capítulos! Pobre Pau! No sabe que no todos los hombres son como Antonio...

    ResponderEliminar