domingo, 29 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 46

—No seas bobo —rió Martina.

—Entonces, ¿quién es ese jovencito que siempre te guarda lugar en el autobús de la escuela?

—Oh, es Tomás. Es un bobo —dijo arrugando la naríz.

Todo para la niña era "bobo" en ese momento, y Paula sonrió a su marido.

Respecto a su hija no podían estar más de acuerdo, ambos la adoraban.

—Pobre Tomás —murmuró Pedro.

—¿Vendrás a la escuela mañana? —insistió Martina.

—Ya veremos —la empujó con suavidad—. Y ahora, prepárate para el baño. Pedro se había encargado de ese ritual desde que volvieron de la luna de miel. Bañaba a Martina mientras Paula preparaba la cena. Cuando Paula protestó, arguyendo que estaba cansado y que no tenía por qué hacerlo, él lo negó diciendo que eso le daba tiempo para estar con su hija.

Pedro esperó a que Martina saliera del salón, para hablar con Paula.

—¿Por qué no me hablaste de esa reunión? —preguntó molesto.

Ella se encogió de hombros.

—No creí que te interesara.

—¿Por qué no?

—Bueno, sólo es para conocer a los maestros de Martina y ver su trabajo. No creí que tú…

—Que yo me interesaría por eso —la interrumpió él.

—Bueno. Yo… No —Paula suspiró—. No creí que te interesara. Durará como una hora y sólo estarán…

—Otros padres allí. Porque ahora yo soy el padre de Martina—le recordó con sequedad—. ¡Puede que no cuente como tu esposo, pero soy el padre de Martina!

—Pedro…

—Perdona —abrió la puerta con violencia—. Tengo que bañar a Martina—dijo cerrando la puerta tras él.

Paula apenas pudo contener las lágrimas. Hacía semanas que se había enterado de la reunión en la escuela, y en verdad no se le había ocurrido que Pedro quisiera asistir. Por un lado, era a las tres y media, y Pedro rara vez llegaba a casa antes de las seis. Y, por otro, Antonio siempre había prestado muy poca atención a las cuestiones escolares de Martina, y por la fuerza de la costumbre prefirió no mencionárselo a su nuevo marido.

Estaba preparando la cena en la cocina cuando apareció Martina. La carita relucía, impecable.

—Buenas noches, mamita —se estiró para besar a su madre.

—Buenas noches, mi amor —Paula la abrazó, consciente de que Pedro las miraba.

—Le contaré un cuento y luego bajaré —le dijo con suavidad—. ¿Puede esperar
la cena?

—Sí —asintió ella, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Martina  salió de la mano de Pedro y Paula tuvo que contener de nuevo las lágrimas. Los últimos días había estado muy llorosa, lloraba por las cosas más tontas.

Le había molestado haber discutido con Pedro.

Él cenó en silencio, con uno que otro gesto de apreciación a la cena. Al terminar, se puso de pie y se llevó el café a la sala.

Se acomodó en un sillón. Un disco tocaba música de fondo.

—¿A qué hora es la reunión mañana? —preguntó de repente.

—A las tres y media. Esa fue… otra de las razones por las que pensé que no podrías asistir —le dijo ella. Estaba sentada en el borde del sofá, sintiéndose apenada y triste. La relación entre ambos había sido tensa desde que se casaron, pero nunca antes habían discutido.

—Siempre tengo tiempo para Martina —replicó él.

—Oh, lo siento. No pensé que…

Él miró la cabeza baja de su esposa y su expresión pareció dulcificarse un poco. Se sentó a su lado y la rodeó con un brazo.

—Si me vas a buscar a la oficina, podríamos ir juntos —le sugirió con suavidad.

Todo su enfado se había desvanecido.

Paula lo miró, preguntándose si alguna vez llegaría a convencerse de que ese hombre vital y atractivo era en realidad su marido. El sólo hecho de mirarlo le aceleraba los latidos del corazón.

—¿A la oficina? —preguntó balbuceante.

—¿Por qué no? Nos ahorraría tiempo y… ¡Lau! —de pronto se dió cuenta y la furia se apoderó de nuevo de él—. ¿Es eso, Paula? ¿No quieres enfrentarte a Lau? — preguntó.

—Tú no entiendes…

—Entiendo muy bien —se apartó de ella—. Fue la amante de tu esposo…

—Y la tuya también —le recordó ella irritada.

Pedro se puso de pie, impaciente.

—Mi relación con Lau difícilmente puede considerarse la de amantes. Sólo dormimos juntos una docena de veces y, por lo general, era cuando la llevaba conmigo en viaje de negocios. Y no me quiero hacer ilusiones de que tus celos sean por mí; lo que pasa es que no puedes olvidar que Antonio estaba con ella cuando murió —la acusó con crueldad.

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