viernes, 13 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 67

-¿Qué quieres saber? -él apoyó un pie en el banco y el codo en la rodilla doblada.

-Nada -ella esperaba que tuviera la cara igual de inexpresiva que la voz.

¿Por qué tuviste que hacerte un transplante? ¿Cuándo te diste cuenta de que recordabas cosas? ¿Qué más recuerdas? Se preguntó para sus adentros.

-No me creo que no quieras hacerme ninguna pregunta -él hablaba despreocupadamente.

-La noche que nos conocimos te quedaste sorprendido de que tuviera un hijo. Porque no lo sabías.

Las palabras brotaron de su boca sin que ella les autorizara a hacerlo.

Vió un brillo en los ojos de Pedro.

-Sorprendido es poco. Tú llevabas casi dos años en mi cabeza, pero sin hijo.

-¿Cuándo pensaste por primera vez que había algo extraordinario?

Él se encogió de hombros.

-A los dos meses del transplante... -la miró como si se disculpara-...empecé a soñar con la cara de una mujer. Tu cara. No eran sólo sueños. Te aparecías en mi cabeza en los momentos más inesperados. Luego, empecé a verte haciendo cosas concretas: colocando flores, vestida con un traje de noche negro, incluso dirigiéndote hacia mí con una sonrisa... pero todo se concretó más durante la revisión de los dos años.

-¿Qué pasó? -tenía curiosidad aunque no quisiera.

-Ví en mi historial que el corazón lo había donado el hospital John Hopkins. Entonces repasé el periódico de Baltimore porque sabía que la persona seguramente habría vivido aquí y me habían dicho que el corazón era de un hombre joven que había muerto en un accidente. Fue fácil dar con Pablo - vaciló.

-¿Qué más?

-Cuando leí tu nombre en la necrológica... -la miró a los ojos y ella pudo ver la conmoción como si acabara de pasar-...en cuanto leí tu nombre supe que eras aquella mujer.

-Diste por supuesto -le corrigió ella.

-No -negó con la cabeza-. Lo supe.

-Entonces fue cuando decidiste meterte en nuestras vidas.

-No -la voz seguía siendo tranquila, pero ella podía notar que estaba haciendo un esfuerzo por no agitarla-. Sólo quería verte y saber si eras la cara que aparecía en mi cabeza, pero cuando te ví en el baile... -se encogió de hombros-. Tuve que conocerte.

-Puedes estar mintiendo -le temblaba la voz-. ¿Cómo puedo saber que no contrataste a alguien para que me vigilara y consiguiera información que te resultara valiosa?

-Si lo hubiera hecho, habría sabido que Pablito existía.

La lógica era irrefutable.

-No supe información más concreta hasta que te conocí -siguió Pedro.

-¿Por ejemplo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario