miércoles, 18 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 14

—Descansa, Paula —sugirió su amiga—. No puedes salir sola por la noche.

No, no podía. Tenía hasta la mañana para organizar sus planes y encontrar algún sitio donde quedarse y que Antonio no pudiera encontrar. Además, si despertaba a Martina ahora, la niña se perturbaría y con seguridad se asustaría.

—Tienes razón —le dijo a Patricia—. Me iré por la mañana.

—Estoy segura que no hará falta —Patricia trataba de consolarla—. Una vez que Antonio lo haya pensado, que haya sopesado cuánto lo amas, estoy segura de que cambiará de opinión.

¡Cuánto lo amaba!… Puede que una vez lo amara, de hecho así fue, pero estaba segura de no amarlo ahora. Su amor hacia él había sido el de una adolescente que necesitaba cariño y cuidados, y pronto se desilusionó.

—Quizá —quiso seguir la corriente a Patricia, sabiendo que aquello no podía ser cierto. Sabía que tendría que llegar el día en que su matrimonio se acabara, lo temía, y sabía sin lugar a dudas que el día había llegado. Antonio podría cambiar de opinión, muchas otras veces lo había hecho, pero esta vez Alicia no lo permitiría.

Estaba decidida a quedarse con Antonio, y Paula dudaba que algo se le negara a esa mujer.

—Claro que tengo razón —insistió Patricia.

—Sí, claro que sí —Paula sonrió, odiándose por engañar a su amiga, pero consciente de que ni a Patricia podría decirle la verdad—. Y ahora, vete a casa; Gerardo se va a preocupar.

—¿Estás segura?…

—Por supuesto —asintió Paula .

—¿Estarás bien?

—Sí —la joven sonrió lo mejor que pudo.

—Bien… entonces, me voy. Pero no dudes en llamarme si necesitas algo.

—Pierde cuidado —le aseguró Paula a su amiga.

Pasó la siguiente hora metiendo en maletas sus cosas y las de Martina. Era sorprendente lo mucho que se había ido acumulando, no por ella sino por Martina. De repente todos sus juguetes le parecían indispensables.

Había llamado a un discreto hotel en el centro de Londres para alquilar una habitación para las dos, muy consciente de tener que alejarse lo más posible del pequeño pueblo en que vivían. Londres parecía la mejor opción. Era grande e impersonal, el lugar donde se perdían miles y miles de personas al año. Antonio no las podría encontrar allí.

Pero las buscaría, estaba segura. Cada vez que salía a la luz el tema del divorcio, siempre le advertía que se opondría a cualquier intento de llevarse a Martina con ella.

No porque él le dedicase mucho tiempo a la niña, lo que pasaba era que no quería que Paula la tuviera.

Saltó asustada al oír el timbre de la puerta después de media noche, preguntándose quién podría ser. No Antonio, él tenía llave. ¡A menos que la hubiera olvidado!…

Como una loca escondió las maletas y bolsas en su dormitorio, antes de correr escalera abajo para abrir; ni siquiera se había quitado el vestido de la fiesta. Si era Antonio, parecía estar muy impaciente. Ya era la tercera vez que llamaban con exagerada insistencia. Por fin abrió la puerta, quedándose de piedra al ver al hombre que tenía delante.

—¡Señor Alfonso! —exclamó jadeante.

Pedro Alfonso la miró intensamente. Tenía el rostro lívido y descompuesto, contrastando con el dorado de su cabellera.

—¿No te saqué de la cama?… —preguntó con voz ronca.

—No —confirmó con suavidad—. ¿Puedo ayudarle en algo, señor Alfonso?

Él parecía carecer de palabras, y con dificultad podía tragar, como si tuviera un nudo en la garganta.

—Yo… creo que será mejor que nos sentemos —dijo al fin—. ¿Podríamos tal vez?…

—¿Antonio? —preguntó tajante, presintiendo algún desastre, desechando la idea de que Alfonso había acudido a su casa a proseguir con su conquista. Jamás se pondría tan nervioso por eso, y estaba muy nervioso, en extremo—. ¿Le ha pasado algo a Antonio? —insistió ella, levantando la voz.

—Paula… —sus ojos rebosaban compasión.

—¡Dígamelo! —se aferró al brazo masculino, buscando en su mirada lo que parecía incapaz de decirle—. Yo… Es… Es Antonio…

—Está muerto, Paula —le informó Pedro con voz entrecortada—. ¡No encuentro otra forma de decírtelo! Hubo un accidente, y…

Ya no pudo oír más; cayó al suelo desmayada.

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