viernes, 6 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 49

Cuando él separó la boca repentinamente, ella seguía perdida en un torbellino sensual.

-Ah, buenos días -intentó recomponer sus ideas-. Tenemos que hablar.

-No. Nos va muy bien sin decir nada.

Sus ojos lanzaban destellos azules que la arrastraban a un mundo íntimo y silencioso. Estuvo a punto de rodearle el cuello con los brazos, pero se dió cuenta de lo que iba a hacer y los cruzó sobre el pecho.

Apartó la mirada y se hizo un silencio cargado de tensión.

-¿Es por algo que hice?

El tono de Pedro era desenfadado, pero ella notaba que también era intenso, que tenía una intensidad que hacía vibrar el aire que los separaba.

Ella tragó saliva y negó con la cabeza.

-Entonces, ¿por qué tengo la sensación de que estamos retrocediendo un paso gigantesco?

Ella suspiró.

-Porque tenemos que hacerlo. Yo tengo que hacerlo -efectivamente, ella dió un paso atrás No puedo meterme en un asunto extra matrimonial.

-Dado que no estás casada, me parece que eso no es muy exacto -lo dijo tranquila y equilibradamente-. ¿Qué te parece llamarlo una relación sexual estrictamente física, divertida y enloquecedora?

Lo miró a los ojos y el brillo burlón que se encontró hizo que sonriera.

-No me tomas en serio.

-Sí te tomo en serio -el rostro se tornó inexpresivo-. Si sólo quieres una relación sexual, yo haré todo lo posible por conformarme con eso.

Ella se rió abiertamente y notó que la tensión se había desvanecido.

-No puedo volver a tener una relación física contigo -afirmó ella-. Lo complica todo demasiado.

-Hay algunas cosas que tienen que ser complicadas.

El tono era seguro y calmado y ella tuvo la sensación de que hablaba de algo más, que de su atracción mutua.

Antes de que ella pudiera alejarse más, él dió un paso, la tomó entre sus brazos y la besó en los labios.

Ella siempre se había considerado una mujer con fuerza de voluntad, pero notó que toda su decisión de esfumaba mientras él le acariciaba la espalda y bajaba las manos hasta sujetarle las muñecas. Todas sus células cerebrales quedaron paralizadas por el beso.

Además, todo era mucho más difícil porque sabía el éxtasis que podía alcanzar.

Resistirse no era difícil, era imposible.

Dejó escapar un leve suspiro, le rodeó el cuello con los brazos y dejó que le separara los labios con la lengua mientras todo su cuerpo rebosaba anhelo en estado puro. Notaba su tamaño y calidez contra ella. La llevó contra la pared y se ajustó perfectamente contra ella. Le separó los muslos con una rodilla y se contoneó entre sus piernas.

Ella jadeó al sentir su erección contra el montículo palpitante. Ella no debería querer aquello; no debería necesitarlo; no debería necesitarle a él tan absolutamente. ¿Habría sido ese el verdadero motivo para que fuera allí aquella mañana?


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