domingo, 22 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 22

Martina renació durante los días que pasaron en la costa, y Paula misma tenía que admitir que se sentía más relajada. Hacía años que no se daba el lujo de dejar de estar en guardia, aun ante Martina, ya que siempre había vivido con el terror de que le arrebataran a su hija. La niña pareció beneficiarse de tener a su madre más tranquila, y ver que el aire de miedo que la rodeaba hasta entonces desaparecía en la playa. Paula dedicó los días a hacer con ella castillos de arena.

Excepto por la noche. Las noches eran distintas, y las continuas pesadillas de Martina empezaron a inquietarla. La pequeña caía rendida, abrazada a su osito de felpa, y de repente despertaba sobresaltada con una pesadilla terrible. Martina nunca le contó lo que había soñado, pero Paula lo imaginaba. La pérdida de su padre había sido demasiado para la niña.

La víspera de su regreso, Martina tuvo la peor pesadilla, y sollozaba sin control cuando la despertó. Se abrazó a Paula, sin dejar de llorar.

—Está bien, Martina —trató de tranquilizarla—. Ya pasó todo.

—¡Teddy tenía miedo! —dijo la niña, temblando.

Desde que Martina era muy pequeña había relacionado sus emociones con su osito. Entonces le había parecido tierno, pero ahora se preocupaba de que fuera una reacción psicológica de Martina hacia las emociones reprimidas que la niña había percibido a su alrededor. Si así fuera tendría que dar a su hija mucho más amor del que le había dado en el pasado.

—Teddy no debe asustarse —le aseguró a su hija con suavidad—. Mamita está aquí, siempre estará aquí.

—¿Siempre? —Martina la miró con sus ojos azules muy abiertos.

—Siempre —le prometió Paula, acariciando con ternura el dorado cabello de la chiquilla.

—¿No te irás, como papá?

—No, querida —le respondió con voz baja. Esa fue la primera vez que Martina mencionó a su padre desde que se le dijo de su muerte.

—¿Es que papá se fue… para siempre?

—Sí, querida —Paula sabía que eso no podía ocultárselo.

—¿Se fue con tía Lau? —preguntó Martina, ya cansada.

—No —Paula se irguió, tensa.

—Oh.

Paula la miró sonriendo.

—¿Crees que ya puedes dormir?

Martina ya se estaba acomodando bajo las sábanas.

—Sí, creo que Teddy tiene mucho sueño.

Paula permaneció a su lado hasta que se durmió por completo, sabiendo que no volvería a despertar esa noche.

Ella sí tardó en conciliar el sueño. No se le había ocurrido que Martina recordara todavía a María Laura Benítez, aunque su encuentro con esa mujer le había dejado a ella misma una huella imborrable. Martina pareció tranquilizarse al saber que Antonio no se había marchado con aquella mujer.

Ella también echaba de menos a Antonio, aunque estaba consciente de que la sensación era más bien de pérdida de miedo. Había vivido tanto tiempo en tensión que no podía creer que todo hubiera acabado, aunque jamás deseó que sucediera a costa de la vida de su marido. Lloraba su pérdida cuando estaba sola, extrañando sus ocasionales expresiones de ternura, su amor por Martina.

Pero había otro hombre, de ojos profundos, que le llenaba la mente, aunque intentaba olvidarlo. No quería ni siquiera pensar en Pedro Alfonso, no después de como la había tratado durante su última entrevista.

Para Martina el viaje de vuelta a Norfolk resultó tan emocionante como el de ida, y la semana en la costa fue un éxito rotundo. El viaje en autobús, desde la estación, también fue otro punto a favor de Martina, aunque para Paula no resultó igual al ver a una de sus vecinas sentarse en la parte posterior del mismo. Casi todos en el pueblo conocían lo precario de su matrimonio y eso la había alejado de todos.

Contuvo el saludo que pensaba dirigirles al oír parte de la conversación entre Juliana y Celina:

—…apenas llevaba una semana muerto —comentaba Celina con mala intención.

—¿Y dices que se fue con él? —exclamó Juliana.

—Bueno, él se ha ido a Londres, según dicen, y Patricia dice que Paula fue a la costa —comentó su amiga—. Pero salieron el mismo día, y todos sabemos… lo solícito que se ha mostrado con ella desde que Antonio murió.

—¿Así es como se le llama a "eso" hoy en día? —preguntó Juliana riendo.

Paula las oía preocupada. ¡Juliana y Celina creían, como seguramente el resto del vecindario, que se había ido de vacaciones con Pedro Alfonso! Miró ansiosa a Martina, pero la niña estaba muy entretenida con el libro que había comprado para el viaje. ¡Gracias a Dios!

—Bueno, no se la puede culpar demasiado —decía Juliana—. Antonio siempre tuvo otras mujeres.

—Lo sé —Celina parecía de la misma edad que Paula e hizo un gesto significativo—. Una vez lo intentó conmigo. Sin embargo, creo que podía haber esperado un poco más.

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