lunes, 2 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 38

-Supongo que por eso no es muy realista sobre el dinero. Parece no saber lo que es ajustarse a un presupuesto.

-Así que tú te ocupas de los asuntos económicos desde que murió tu marido.

Ella lo miró asombrada.

-Sí, claro, pero normalmente no me importa.

-¿Cómo has conseguido saber tanto de cuestiones económicas? Tú te licenciaste en literatura inglesa.

-¿Por qué lo sabes?

Se quedó clavada en medio del camino. Estaba completamente segura de que no se lo había dicho.

Él también se paró con una expresión que ella no supo interpretar. Se encogió de hombros y sonrió.

-No lo sé.

Pedro volvió a ponerse en marcha lentamente, pero el humor de ella había cambiado. No sabía por qué, pero notaba una profunda sensación de intranquilidad. No era miedo, sino un sexto sentido que le decía que algo no iba bien.

-Paula... -Pedro chasqueó los dedos delante de ella.

-Perdona -no sabía qué le preocupaba y hizo un esfuerzo para olvidarse de ello-. ¿Por qué no ponemos la manta aquí? Hay una sombra muy buena debajo de ese árbol.

No quería hablar de su situación económica con Pedro y ese sitio era muy bonito.

Era un cálido día de junio y el pequeño claro estaba oculto de la casa por unos frondosos árboles floridos. Pablito fue tras una pelota que Pedro le había lanzado y al cabo de unos minutos le enseñó a darle patadas. Pablito hizo un afortunado lanzamiento que mandó la pelota bastante lejos. Pedro fue a recogerla y Paula lo observó mientras volvía haciendo algunos  trucos con ella, como avanzar golpeándola con la rodilla y sin dejarla caer al suelo.

Se tumbó de costado para verlos jugar. Pedro era paciente y animaba a Pablito.

Se volvió hacia Paula.

-¿Has visto? -le preguntó cuando el niño volvió a dar otra buena patada-. Es un atleta.

No esperó a que ella respondiera y se concentró en su hijo. Paula lo observaba pensativa. Él lo había dicho con un tono de verdadero orgullo.

Como si las habilidades de Pablito fueran un motivo de orgullo personal. Sin embargo, no había visto a su hijo más de un par de veces y apenas conocía a ninguno de los dos. Pero ella también se sentía como si lo conociera y pudiera hablar con él como no lo había hecho con nadie desde la muerte de Pablo.

Después de un rato, Pablito perdió el interés por la pelota y empezó a dar vueltas en círculo hasta que cayó sobre la hierba entre risas.

Pedro se tumbó en la manta junto a ella y Paula se sentó rápidamente.

-Es fantástico -le dijo Pedro mientras se quitaba la gorra y se pasaba los dedos por el pelo-. Dentro de unos años será una estrella del fútbol.

-Me preocupa qué pasará cuando crezca -reconoció ella-. Yo no puedo enseñarle las cosas de chicos que tendrá que saber. Siempre fui a colegios de niñas.

Pedro se rió, pero los ojos expresaban comprensión.

-No creo que debas preocuparte. Es posible que Pablito no tenga la figura de un padre, pero tendrá muchos modelos de comportamiento masculino si haces que practique deportes y otras actividades. Además, tiene lo más importante: un hogar estable donde lo quieren.

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