domingo, 1 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 33

-No hace falta que beba algo, pero me gustaría quedarme un rato contigo.

No le dijo que quería besarla y acariciarla. Ella se había parapetado detrás del muro de discreción y él comprendió que no quería hablar de lo que había pasado en el dormitorio de Pablito.

Ella dudó durante tanto tiempo que Pedro temió que fuera a rechazarlo.

-A mí también me gustaría -dijo ella al fin con un hilo de voz-. Voy a cambiarme de camisa y bajo enseguida.

-No hace falta que te cambies por mí -dijo Pedro sin poder evitarlo.

-Lo hago por mí- replicó ella con un tono más firme-. No puedo concentrarme en la conversación si hay un hombre con los ojos clavados en mi pecho.

Él levantó una mano y le pasó las yemas de los dedos por la mejilla.

-No hace falta que hablemos.

Ella le buscó los ojos con la mirada y posó su mano sobre la de él, no para apartarla, sino para sentir sus dedos en la penumbra.

-Tengo que conocerte mejor -dijo ella en voz baja.

Él asintió con la cabeza.

-De acuerdo.

Se dió la vuelta y se dirigió hacia las escaleras antes de hacer algo de lo que se arrepentiría. La afirmación de ella llevaba implícita una esperanza, pero él no se atrevía a plantearse cuál podría ser. Sabía que se había sumergido demasiado en unas aguas que nunca había previsto conocer, pero eso había sido antes de encontrarse con Paula, antes de tomarla entre sus brazos en la pista de baile y de que hubiera sentido como si ella fuera una parte suya que había añorado toda su vida.

Ella bajó al cabo de unos minutos con un jersey de punto que no se ceñía demasiado ni estaba mojado.

-Gracias por ayudarme con Pablito-dijo ella mientras entraba en la sala.

-Gracias a tí por dejarme ayudaros. Es un niño asombroso.

Ella sonrió con orgullo de madre.

-Es verdad. A él le ha gustado que hubiera alguien que no fuera Alicia, Pilar o yo en su rutina de acostarse.

-¿Nunca has tenido una niñera?

-No, aparte de Alicia y Pilar. Además, eres el primer hombre que ha pasado algún tiempo cerca.

Las palabras le produjeron una satisfacción primitiva que no podía definir.

-Él lo ha soportado muy bien -fue lo único que supo decir.

Ella asintió con la cabeza, se acercó al mueble bar y se agachó para abrir la pequeña nevera que había debajo de la encimera.

-¿Quieres un zumo o un refresco? También hay agua mineral.

-Agua, gracias.

Tomó el vaso con hielo y la botella que le dió ella y se sentó en el sofá.

Paula se hizo un ovillo en el otro extremo, se puso unos almohadones en la espalda y se quitó los zapatos.

-¿Qué tal va la casa?

Él sonrió e inclinó la cabeza.

-Muy bien. Pronto os dejaré en paz.

-¡No te he preguntado eso! -parecía espantada de parecer una grosera-. ¿Estás contento con tu proyecto?

Él asintió con la cabeza.

-Mucho. Cuando lo haya terminado las llevaré a Pilar y a tí para que lo vean.

-Ya sé que me dijiste que no querías poner tu ventana solar en todos tus proyectos. ¿La has puesto, en este?

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