viernes, 20 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 16

—¿Tú qué crees, Martina? —le preguntó su madre con dulzura—. ¿Crees que Teddy quiere volver a la cama?

—Bueno, está cansado… —Martina todavía parecía dudar.

—Entonces, lo acompañaremos arriba —la animó Paula, agradecida a Pedro Alfonso, más de lo que podía pensar en ese momento. La pregunta de “¿dónde está papá?” se la explicaría a Martina por la mañana.

Martina  se quedó dormida casi de inmediato, abrazando con firmeza a su amado Teddy.

—Lo ha tenido desde que era pequeñita —empezó a decir Paula cuando bajaron al salón—. Antonio y yo… Una vez se lo quisimos cambiar por otro, pero Martina no quiso separarse de él. Supongo que…

—Está bien, Paula —Pedro la interrumpió con suavidad—. No necesito conversación. Tu hija es muy hermosa —añadió de repente.

—Yo también lo creo —admitió ella.

—No se parece en nada a… —se interrumpió—. Se parece mucho a tí corrigió.

—Y nada a Antonio —terminó ella. Conforme pasaban los años y Martina se parecía cada vez menos a su padre, Paula se había sentido aliviada más que apenada. La personalidad alegre y a veces tímida de Martina nada tenía que ver con su padre… y esperaba que siguiera así. Vivía aterrada pensando en que Martina heredara el temperamento paterno.

—Sí —Pedro no hizo el menor esfuerzo para negarlo—. Paula ¿quieres que busque a alguien para que se quede contigo, una amiga, una vecina?

—No, quiero estar sola.

—No creo que sea muy buena idea.

—No me importa mucho lo que piense —dijo ella tajante—. En el trabajo puede ser importante y estar acostumbrado a dar órdenes y a imponerse en la vida de otros, pero yo no tengo por qué obedecerle —estaba a punto de estallar.

La muerte de Antonio y la repentina aparición de Martina preguntando por su padre la habían sacado de sus casillas. Tenía mucho que pensar, mucho que trabajar, y no podría hacerlo con la interferencia de aquel hombre.

—Paula…

—¿Quiere irse, señor Alfonso? —pidió con voz quebradiza—. Necesito tiempo para arreglar las cosas. Yo… ¿Se repondrá la señorita Benítez?

—La llevaban a la sala de operaciones cuando dejé el hospital —suspiró Pedro—. Tiene lastimada la espina.

—¡Oh, no!

—Sí —repuso él—. Está dañada, y no se sabe si podrá volver a caminar.

Paula  bajó la cabeza.

—Lo siento.

—¿Por qué tienes que sentirlo? —la voz de Pedro se endureció—. Tú no ibas conduciendo el auto.

Ella se mojó los labios, nerviosa.

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