lunes, 25 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 70

Se abrazaron con fuerza el uno al otro, como temerosos de que algún otro giro del destino volviera a separarlos. Se quedaron así un buen rato, y finalmente fue Pedro quien volvió a hablar.

–Y si estás embarazada, no pasa nada. De hecho, sería el hombre más feliz de la Tierra si lo estuvieras. En eso tampoco reaccioné como debía haberlo hecho. Me encantaría tener un hijo contigo, Pau.

Paula sentía que el corazón iba a estallarle de dicha.

–Yo también –y luego añadió con una sonrisa–: Aunque hay una alta probabilidad de que no lo esté, así que no te hagas muchas ilusiones. No estaba en el momento adecuado del ciclo para quedarme embarazada.

–Entonces tendremos que intentarlo de nuevo –dijo él con ojos brillantes–, porque nos veo a los dos con una gran familia.

Paula tragó saliva. Siempre había soñado con una casa llena de niños, todo lo contrario a su solitaria infancia.

–Me encantaría que formáramos una gran familia, como la tuya.

–Pues entonces necesitaremos una casa grande. Quizá una de esas casas con historia del centro. ¿O preferirías en las afueras?

–Me encanta el centro. Es agradable pasear por allí, con todas las tiendas que hay. Y los restaurantes. Y también están allí nuestras oficinas –Paula se quedó callada de repente. ¿Seguirían trabajando juntos cuando estuvieran casados, o sería demasiado extraño?

Pedro enarcó una ceja.

–¿Estás pensando lo que yo estoy pensando?

–Bueno, no tengo telepatía, pero estaba preguntándome si aún sigo desterrada de la oficina.

–Pues claro que no. Pero creo que deberías tener tu propio despacho. Me parece que ha llegado el momento de que tengas un puesto de más responsabilidad, que suponga un reto para tí.

Paula parpadeó, sorprendida de que recordara aquella conversación que habían tenido en las montañas sobre sus objetivos y sus sueños. No habían vuelto a hablar de ello, y pensaba que lo habría olvidado.

–Me encantaría. Me siento muy feliz trabajando contigo, pero sí que me gustaría probar y desarrollar nuevas capacidades con las que pueda ayudar a la compañía.

Pedro se rió.

–¡Eh, que esto no es una entrevista de trabajo! Ya te lo dije: estoy convencido de que tienes capacidad para mucho más. Y si la cosa se va a pique con Lucas Sosa al timón, quizá podríamos fundar nuestra propia compañía.

Paula sonrió.

–Podría ser divertido.

–Creo que cualquier cosa que hagamos juntos será divertida siempre, y te aseguro que he aprendido mucho de mí mismo en estos últimos días –Pedro inspiró profundamente–. A partir de ahora nuestra relación será lo primero, y todo lo demás queda relegado a un segundo puesto. O incluso a un tercero –sonrió–. O a un cuarto.

Un pensamiento repentino le nubló la dicha a Paula.

–¿Y qué pensará tu madre de que nos casemos?

–Estará feliz por nosotros –la tranquilizó él acariciándole la mejilla–. No entendía por qué no quiso quería decirme quién le había dicho a la policía que la había visto esa noche en el edificio. Luego comprendí que no quería que supiera que fuiste tú. Te tiene mucho aprecio. Preguntó por tí varias veces anoche, durante la cena.

–¿No le importa que sea una plebeya? –aquello era algo que la había preocupado desde el principio.

–Por supuesto que no. Mi madre juzga a la gente por sus méritos, no por las normas rancias de la clase social en la que nació.  Por eso se casó con mi padre, a pesar de que un montón de esnobs pensaran que estaba por debajo de ella.

–Creo que nunca entenderé a esa gente.

–No malgastes tu tiempo intentando entenderlos; su forma de ver la vida no tiene ningún sentido –Pedro la besó en la nariz, haciéndola sonreír–. A partir de ahora viviremos la vida según nuestras propias normas.

Sus labios volvieron a unirse, y aquel nuevo beso disipó las dudas de Paula. Todo por lo que habían pasado no había logrado separarlos; los había unido.

–Regla número uno –murmuró ella cuando despegaron sus labios–: nada de mandarme a casa con el doble de sueldo cuando te ponga de los nervios.

Pedro contrajo el rostro.

–Fui un estúpido por hacer eso. Si no puedes perdonármelo lo entenderé.

–Bueno, te lo pasaré por esta vez –lo picó ella con humor, antes de besarlo también en la punta de la nariz–. Pero solo porque eres increíblemente guapo.

–Eso es todo un cumplido viniendo de la mujer más hermosa de Charleston.

–Adulador.

–Es la verdad. Y también eres la que mejor figura tiene –dijo apretándole las nalgas–. Y como parece que con mis palabras he sido capaz de vencer el temporal y evitar un naufragio, espero que volvamos a compartir la cama esta noche.

La miró muy serio de repente.

–Has dicho que te casarías conmigo, ¿Verdad?

Paula se mordió el labio y fingió estar confundida.

–¿Eso he dicho?

–Pues creo que sí, pero me temo que solo haya sido mi imaginación porque era justo lo que quería oír.

Paula lo miró de un modo sugerente.

–No sé, últimamente es todo muy confuso. Quizá deberíamos dejar de hablar e irnos a la cama ahora mismo.

Pedro sonrió de oreja a oreja.

–Esa es la mejor idea que he oído en mucho tiempo.





FIN

Amor Complicado: Capítulo 69

–¿Es porque puede que esté embarazada?

–En absoluto. Quiero pasar contigo el resto de mi vida: en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad. Todas esas cosas. ¿Qué me dices?

–Que suena… bien –musitó ella, aún incrédula, sintiendo que una ola de felicidad la inundaba.

Una imagen de sí misma saliendo por el pasillo central de una iglesia del brazo de Pedro se le dibujó en la mente.

–Suena maravillosamente bien.

Sin embargo, de pronto otro pensamiento la asaltó. Probablemente Pedro todavía no sabía que había sido ella quien había dejado entrar al asesino en el edificio aquel día, que era, en cierto modo, responsable de la muerte de su padre. Su felicidad se desinfló como un globo.

–¿Qué ocurre? Te has puesto pálida de repente –inquirió él poniéndose serio.

–No lo sabes, ¿verdad?

–¿El qué?

Paula tragó saliva.

–Yo… yo dejé entrar al asesino aquel día en el edificio.

Pedro dejó caer sus manos como si quemaran.

–¿De qué estás hablando?

Paula sintió una punzada en el pecho al ver cómo se ensombrecían sus facciones. Inspiró temblorosa.

–Ayer recordé que un hombre al que no había visto antes entró conmigo ese día. No me pareció extraño ni pensé nada. Es probable que se escondiera en alguna parte del edificio para luego… –tragó saliva de nuevo– para luego disparar a tu padre.

Bajó la vista. No quería ver el espanto en sus ojos.

–Federico me dijo que habías recordado haber visto a alguien sospechoso y que habías llamado a la policía –murmuró Pedro–. No me dijo que le hubieras abierto la puerta.

–En realidad fue él quien me la abrió a mí. Estaba lloviendo y yo corría hacia la puerta. Él apareció detrás de mí, la empujó para que pasara y entró también –los ojos de Paula se llenaron de lágrimas–. Lo siento… Lo siento muchísimo –alzó la mirada y vió el dolor en los ojos de él.

Sin embargo, en vez de apartarse de ella, dió un paso hacia delante y la estrechó entre sus brazos.

–Sé que nunca harías nada para hacerle daño a mi familia o a la compañía –le dijo.

La calidez de su cuerpo y el olor de su colonia le calmaron los nervios a Paula.

–Todos los sabemos –se echó hacia atrás para mirarla a los ojos–. Nadie te culpa por la muerte de mi padre. Además, gracias a tí ahora la policía por fin tiene un sospechoso –volvió a abrazarla con fuerza y murmuró contra su cuello–: No te imaginas cuánto te he echado de menos –dijo son pasión.

–Yo también a tí –respondió ella en un hilo de voz. No podía creerse todo lo que estaba pasando. ¡Pedro le había dicho que la quería y que quería casarse con ella!–. Te quiero, Pedro. He estado enamorada de ti durante años y… –la voz se le quebró de la emoción, pero no importó porque él tomó sus labios con un beso embriagador.

Cuando despegaron sus labios Pedro la miró a los ojos de nuevo.

–Dios, Pau, no podría soportar vivir sin tí. ¿Puedes perdonarme por haber sido tan estúpido?

–No hay nada que perdonar. Estabas bajo mucha presión; aún lo estás.

–Sí, pero eso no excusa mi comportamiento. Haré todo lo queesté en mi mano para compensarte –murmuró antes de besarla con dulzura.

–No necesito nada; solo a tí –dijo ella acariciándole el cabello.

–Y yo a tí. ¿Te casarás conmigo, Pau?

–Sí –dijo ella con emoción pero con firmeza–, sí, Pedro, me casaré contigo.

Amor Complicado: Capítulo 68

No esperaba a nadie. Volvió a ponerse la camiseta del pijama. Tal vez fuera la policía. Le habían dicho que quizá tuvieran que ponerse en contacto con ella para aclarar alguna cuestión. Se puso la bata y mientras se dirigía a la entrada no pudo evitar albergar la vana esperanza de que fuera Pedro. Aquel pensamiento no disminuyó ni un ápice la sorpresa que se llevó al abrir y encontrarlo allí, frente a su puerta.

–¿Puedo pasar?

El corazón empezó a latirle deprisa y con fuerza.

–Claro.

Se hizo a un lado y Pedro entró en el departamento. Paula cerró la puerta y se volvió hacia él. ¿Qué estaba haciendo allí? Los ojos azules de Pedro buscaron los suyos.

–Te he echado de menos.

–Yo también –las palabras se le escaparon de los labios a Paula antes de que pudiera contenerlas–. Muchísimo –se mordió el labio para evitar más confesiones como esas.

Los ojos de Pedro se ensombrecieron.

–He venido a disculparme –dijo. Paula contuvo el aliento–. Desterrarte de la oficina estuvo completamente fuera de lugar. He estado bajo mucha presión estas semanas, con mi madre en la cárcel y todo eso. Pero ahora me doy cuenta de que reaccioné de un modo desproporcionado cuando supe que habías sido tú quien le dijo a la policía que estuvo en el edificio esa noche.

–Debería habértelo dicho. Intenté una y otra vez reunir el valor para hacerlo, pero tenía tanto miedo de que te enfadaras conmigo… al final solo conseguí empeorar las cosas.

La expresión de Pedro se suavizó.

–Mi reacción demostró que tenías razón. Perdí los estribos – vaciló un instante.  La tensión podía mascarse en el aire, y Paula estaba tan nerviosa que se sentía como si fuera a desmayarse–. Lo siento.

El alma se le cayó a los pies. ¿Qué había esperado que le dijera? Lo sentía. Sentía haberla mandado a casa. Haberlo hecho con ella sin preservativo. Seguramente incluso sentía haber iniciado aquel romance con ella y hasta haberla contratado. Estaba temblando por dentro.

–Paula…

Pedro dió un paso adelante y de nuevo volvió a sentir que su corazón se llenaba de esperanza. ¿Por qué insistía en hacerse daño? La tomó de ambas manos.

–Todos estos años hemos trabajado juntos, pero hasta ahora no me había dado cuenta de que la mujer con la que trabajaba cada día codo con codo era la mujer perfecta para mí.

Paula parpadeó. ¿La mujer perfecta para él? De repente no podía articular palabra. Debería decir algo, pero su aturdido y confundido cerebro se negaba a responder.

–Te quiero, Pau –le dijo Pedro mirándola a los ojos–. Me he sentido vacío cada minuto que he pasado sin tí. En lo único en lo que podía pensar era en venir a verte, en abrazarte, en pedirte perdón por haber sido tan cruel. Cuando pensé que podía haberte dejado embarazada sentí pánico porque eso no haría sino complicar aún más las cosas.

Pedro se quedó callado, como vacilante, y frunció el ceño antes de apartar la vista. A Paula le dió un vuelco el estómago y empezaron a asaltarle las dudas de nuevo. Quizá simplemente había ido allí para intentar hacer «Lo correcto» en caso de que estuviera embarazada. Se le pusieron las manos frías.

–Pau, quiero casarme contigo –dijo él volviendo a mirarla a los ojos–. Quiero tener hijos contigo. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.

Paulase quedó aún más aturdida al oír esas palabras. ¿Las había imaginado? Aquello no podía estar pasando, allí, en su salón, en una mañana de un día cualquiera. ¿O sí?

–Pau… ¿Estás bien?

–No… no lo sé –escrutó el rostro de Pedro. Sus facciones estaban tensas por la emoción contenida–. ¿Qué es lo que has dicho?

Sus oídos debían estar engañándola. Una amplia sonrisa le iluminó el rostro a Pedro.

–He dicho que quiero casarme contigo –le dijo con ojos brillantes–. Quiero que tú, Paula Chaves, y yo, Pedro Alfonso, nos casemos.

Ella inspiró temblorosa. ¿Quería casarse con ella? El corazón parecía que quisiera salírsele del pecho, pero un pensamiento cruzó por su mente, poniendo freno a su entusiasmo. Mejor aclarar las cosas.

Amor Complicado: Capítulo 67

–¿Como yo? ¿Es que tú no lo piensas también?

–Apenas lo conocemos. Es demasiado pronto para sacar conclusiones sobre él. Las cosas no son siempre lo que parecen. Además, me he enterado por Ramos de que la policía tiene un nuevo testimonio de un testigo sobre un hombre que estuvo aquí el día del asesinato.

Pedro parpadeó.

–Eso es estupendo. ¿Te ha contado algo más?

–Parece ser que era un hombre con sombrero y gabardina, con acento de Boston. No se me ocurre ninguno de nuestros clientes que se ajuste a esa descripción, ¿Y a tí?

Pedro sacudió la cabeza.

–No, pero es una buena noticia. Voy a llamar a Ramos a ver si puede decirme algo más. Espero que le retiren todos los cargos a mamá y podamos pasar página y dejar atrás este desagradable episodio.

–Es Paula quien le ha dicho eso a la policía. Según parece los llamó ayer después de acordarse de repente de ese tipo.

Pedro se quedó paralizado. ¿Se habría inventado Paula a aquel sospechoso? Por un momento se maldijo por ese pensamiento tan desleal, pero es que ya no se fiaba de ella.

–¿A qué viene esa cara? –inquirió Federico.

–No sé, es que me parece demasiado oportuno que de repente se haya acordado de un tipo misterioso justo después de que me enfadara con ella por haber incriminado a mamá.

Federico dió un paso hacia él y le dio unas palmadas en el hombro.

–Hermano… te veo muy tenso. No tengo a Paula por una mentirosa. Precisamente por eso le dijo a la policía que había visto a mamá esa noche, porque era la verdad.

A Pedro se le hizo un nudo en la garganta. Sabía que Federico tenía razón.

–Es cierto, nunca me ha mentido; simplemente no me dijo toda la verdad –se frotó la frente con los dedos–. Porque tenía miedo de que si me decía toda la verdad me pondría furioso con ella. Supongo que es culpa mía que no me lo dijera –exhaló un pesado suspiro–. Le debo una disculpa. Voy a ir a su casa.

Federico sonrió.

–Me alegra oír eso. Espero que te perdone.

Pedro tomó su chaqueta del respaldo de la silla y se la puso.

–Yo también.



Paula no sabía qué hacer. Era mediodía y a esa hora ya habría revisado un montón de correo, mecanografiado varios informes, y posiblemente habría asistido a una reunión o dos. Esa mañana lo único que había hecho había sido tomarse una taza de café – descafeinado por si estaba embarazada–, había hecho unas cuantas posturas de yoga sin ninguna gana, y había limpiado el polvo de las estanterías. Debería empezar a buscar otro empleo, pero no se sentía con ánimo. Dejó escapar un largo suspiro y fue a tirar los posos del café por el desagüe de fregadero de la cocina. Se sentía como si alguien le hubiese atravesado el corazón con un cuchillo. Toda la felicidad que había sentido hacía un par de días de repente se había hecho añicos. ¡Qué rápido había pasado Pedro de la adoración al desprecio! Probablemente nunca había sentido nada por ella, se dijo, y sintió una punzada de decepción. Ella seguía enamorada de él. Debería estar enfadada por cómo la había despachado, pero no podía culparlo. Estaba bajo mucha presión, y su familia era lo primero. Y ambas cosas las había sabido antes de que empezara algo entre ellos. La culpa de todo era suya por no haber tenido el valor de decirle lo que le había contado a la policía. Y ahora probablemente sabría también que había sido ella quien había dejado entrar al asesino en el edificio, cosa que no ayudaría mucho a que la perdonase.¡Qué desastre!, pensó. En fin, debería vestirse. No iba a ganar  nada pasándose el día dando vueltas en pijama por el apartamento como un alma en pena. Si al final resultaba que estaba embarazada tenía que ser fuerte por el bebé.

Justo cuando estaba empezando a desvestirse para darse una ducha sonó el timbre de la puerta. Frunció el ceño.

Amor Complicado: Capítulo 66

–¿Dónde está Paula? –inquirió Federico asomándose por la puerta abierta del despacho de Pedro.

Su hermano se pasó una mano por el pelo. Tenía un dolor de cabeza bastante molesto.

–Le he dado unos días libres –se limitó a decir, con la esperanza de que Federico dejara el tema.

–¿Está enferma? –su hermano parecía preocupado.

–No. Es solo que pensé que sería mejor que estuviera alejada por un tiempo. Las cosas se están poniendo demasiado complicadas.

Federico ladeó la cabeza.

–No dirás que no te lo advertí.

Pedro se levantó de su sillón y fue hasta el ventanal. Notaba la ausencia de Paula como si le faltara un brazo o una pierna.

–Yo no esperaba que pasara nada de esto –le dijo a su hermano sin volverse–. ¡Menudo cliché!, ¿No? Tener un romance con mi secretaria… Es evidente que perdí la cabeza. «Y luego también mi corazón». Maldijo aquel pensamiento que cruzó por su mente. Otro cliché. Su madre le había leído demasiada poesía de niño.

Federico entró y cerró la puerta.

–¿Te ha amenazado con ponerte una demanda?

Pedro se volvió.

–¡Por Dios, no!

–Sigues enfadado porque no te dijo lo que le había contado a la policía.

–Estaba enfadado. Ahora ya no sé qué pensar. Y hay otra cosa.

Federico enarcó una ceja.

–¿Quieres contármelo?

–La última vez que lo hicimos olvidé usar preservativo.

Su hermano puso unos ojos como platos.

–¿Crees que está embarazada?

–Aún no lo sabemos, pero podría estarlo. ¿Te haces una idea ahora de cómo se están complicando las cosas?

Pedro sintió una punzada de preocupación. ¿Cómo estaría Paula ?

–¡Vaya lío! –murmuró Federico–. Pero no me parece que esté bien que la hayas desterrado así, con cajas destempladas. Seguro que está preocupada. Además, su intención no era causarle problemas a mamá.

–Aun así creo que necesitamos darnos un tiempo. La cosa se estaba poniendo demasiado seria.

Al menos así era como intentaba explicarse él esa extraña mezcla de emociones enfrentadas que lo tenía así de agitado.

–La echas de menos, ¿No?

Pedro suspiró.

–No sé cómo me siento. Están pasando demasiadas cosas al mismo tiempo.

–Conozco esa sensación –dijo Federico con una sonrisa–. A Sabrina y a mí nos ocurrió igual: fue como un torbellino. Creo que deberías dejarte llevar por lo que te diga el instinto.

–Ya no estoy seguro de que lo tenga. Además, hay un montón de trabajo por hacer. ¿Y para qué? Para que Lucas Sosa se haga aún más rico de lo que es –dijo con una sonrisa sarcástica.

Federico se cruzó de brazos.

–No cambies de tema.

–¿Por qué no? Se supone que Lucas debería estar aquí, arrimando el hombro, ya que un cuarenta y cinco por ciento de la compañía es suyo. ¿Y por qué Diana es tan reacia a investigarlo?

Federico se encogió de hombros.

–No sospecha como tú de que fuera él quien cometiera el crimen.

viernes, 22 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 65

–¡Sofi! ¿Eres mi amiga o qué?

–Solo bromeaba, mujer. No se lo dijiste precisamente porque creías que te dejaría y te despediría. Parece que no te equivocabas. Estoy empezando a pensar que no es tan maravilloso como me decías en un principio.

–Bueno, es un hombre orgulloso, y para él su familia es muy importante. Eso es algo que admiro.

–¿Aunque signifique que su familia es lo primero y tú lo último?

Paula se mordió el labio.

–Ojalá lo uno no excluyera a lo otro. Si pudiera recordar algo de esa noche que pudiera ayudar a demostrar que su madre no lo hizo y la dejaran en libertad tal vez me perdonaría.

–¡Pero si Ana Alfonso ha salido de la cárcel! –exclamó Sofía–. Creía que lo sabías: lo han dicho en las noticias no hace ni quince minutos. Le han concedido la libertad bajo fianza.

–¿De verdad?

Pedro no se lo había dicho. Claro que… ¿Por qué iba a hacerlo?, pensó con pesar.

–Sí, han puesto un vídeo de ella saliendo de la cárcel. Es de esas personas que son capaces de mostrarse digna incluso en una situación así: sonriendo con amabilidad a las cámaras y todo eso.

–Es una buena noticia –dijo Paula pasándose una mano por el cabello–. Pedro debe estar muy feliz. Me pregunto si la policía habrá averiguado quién fue el verdadero asesino.

Si su madre estaba en libertad tal vez ya no estuviera tan enfadado con ella.

–Sobre lo que me has dicho hace un momento… –dijo Sofía–. ¿Viste u oíste algo raro esa noche en la oficina?

–El edificio estaba prácticamente vacío. Pero según parecer el asesino debía haberse quedado escondido y salió cuando el guardia de seguridad estaba en el baño.

–¿Y a lo largo de ese día no viste a alguien a quien no hubieras visto antes en la oficina?

–Fue un día de infarto: teníamos al menos tres reuniones importantes, una de ellas fuera de la oficina, con los arquitectos. Ni te lo imaginas: de aquí para allá cargada con todas esas copias de planos del edificio… –de repente un pensamiento le cruzó por la mente–. ¡Dios mío, las copias de los planos! Después de la reunión con los arquitectos Pedro se fue a una reunión que tenía en otro sitio y yo volví a la oficina con los planos. Faltaba poco para que acabara la jornada y estaba lloviendo. Salí corriendo desde el aparcamiento hacia la puerta, intentando que no se mojaran los planos, y entonces…

De repente vio la escena con claridad cristalina. Un hombre con gabardina había aparecido detrás de ella, la había liberado de la mitad de los planos para ayudarla, y le había abierto la puerta, entrando detrás de ella. Paula le había dado las gracias, y él le había devuelto el resto de los planos, y los dos se habían dirigido hacia los ascensores pero él no había subido en el mismo que ella, y no lo había vuelto a ver. Pero de algo estaba segura… no se había parado a firmar en el registro de recepción…

–¿Paula, estás bien?

–Ese hombre… el hombre que entró conmigo… Era bastante alto, llevaba uno de esos sombreros de ante… como el de Indiana Jones… ¡Esto es importante! Llevaba el sombrero empapado por la lluvia, y tenía unas gafas con las lentes pequeñas y redondas, esas gafas de montura metálica con las lentes tan gruesas que casi no puedes verle los ojos.

–¿Y qué me dices de su cara? ¿Te sonaba de algo?

–No. Tenía barba y bigote. Maldita sea, no recuerdo de qué color. ¿Puede que gris? Era un hombre mayor. Y tenía acento de Boston, eso lo recuerdo. La verdad es que no le di importancia, pero eran las cinco y todo el mundo se estaba marchando, y el guardia de seguridad estaba hablando con el que iba a relevarle porque ya había acabado su turno. Tal vez no lo detuvieron porque iba conmigo.

–Cuando en realidad no iba contigo.

–Exacto.

–Puede que hubiera estado esperando esa oportunidad para colarse.

–Sí, puede ser –Paula sintió que un cosquilleo nervioso le recorría la espalda.

–Deberías llamar a Pedro y decírselo.

–¿Y no me odiará aún más por haber dejado entrar al asesino en el edificio?

–Si ya está enfadado contigo, ¿Qué más da?

–Me parece que debería llamar a la policía y contárselo. No puedo creer que no pensara en esto cuando me interrogaron. Claro que a lo mejor me equivoco y ese tipo tenía algún motivo para estar allí. No sé, a lo mejor no es algo relevante para la investigación.

–O puede que sí y puedas ayudar a identificar al asesino. Pedro se pondría loco de contento porque así su madre quedaría fuera de toda sospecha, y volverá corriendo a tu lado y te pedirá que te cases con él.

Paula suspiró.

–Eso lo dudo.

Amor Complicado: Capítulo 64

–Lo supe hace un par de años, pero no ví razón alguna para hacerles pasar un mal trago con eso.

–Pero no fue justo para tí sobrellevar eso tu sola –dijo Sonia acariciándole el brazo.

Ana se encogió de hombros.

–Quizá no dije nada porque me pareció que de otro modo no habría podido sobrellevarlo. Es mucho más duro ahora que el secreto ha salido a la luz. Ahora, cuando la gente me mira, me pregunto si será eso en lo que estarán pensando. ¿Les han causado problemas los hermanos Sosa?

–Hasta ahora Lucas se ha mantenido al margen –respondió Pedro frunciendo el ceño–. ¿Pero quién sabe qué estará tramando? Si quieres saber mi opinión, estoy convencido de que él es el asesino. Todavía no puedo creerme que papá le dejara la mayor parte de las acciones de la empresa –sacudió la cabeza y exhaló un suspiro irritado.

–Pero Andrés en cambio parece muy agradable –intervino Luciana–. Nos dijo que estaba muy apenado por que te hubieran arrestado, y nos ha mostrado su apoyo todo el tiempo. Además parece que quiere convertirse en parte de la familia aunque no tengamos vínculos de sangre con él.

–Tal vez eso sea algo bueno que podamos sacar de todo este desastre –murmuró su madre–. En nuestra familia siempre hay espacio para uno más, ¿No es verdad? –añadió con una sonrisa cálida–. ¡Y qué alivio volver a estar en mi casa, rodeada de todos ustedes!

Cada uno tomó una copa de champán de la bandeja que acercó Carolina y alzaron sus copas en un brindis. En ese momento, a pesar del ambiente alegre y festivo, Pedro sintió una punzada de tristeza. Paula debería estar allí. Todavía estaba dolido por que no le hubiese dicho lo que le había contado a la policía, pero se había convertido en parte de su vida, y ahora, sin ella a su lado, era como si se hubiese hecho un vacío tremendo en su interior. La echaba tanto de menos que sentía un desasosiego angustioso que no había sentido jamás. ¿Sería amor? Si lo era, desde luego no era un sentimiento muy feliz.

–¿Estás bien, Pepe? –le preguntó Carolina dándole suavemente con el codo–. Te veo un poco distraído.

–Supongo que es por la emoción –mintió él antes de tomar un largo trago de champán–. No te preocupes; estoy bien.

Se sentía cruel por el modo en que había despachado a Paula. ¿Cómo había sido capaz de ofrecerle dinero para que se mantuviera alejada de él? La ira había podido con él. ¿Y si estaba embarazada? Por un instante tuvo una visión de Paula mirando con expresión tierna a su bebé. Tomó otro tragó de champán. Todo iba demasiado rápido, tan rápido que no sabía dónde estaría al día siguiente. Para empezar porque, si quería, Lucas podía darle la patada y hacerse con el control de la compañía. No, lo último que necesitaba en esos momentos era iniciar una relación seria. Lo mejor era que no se cerrase ninguna puerta y estuviese atento para esquivar las balas. Sin embargo, debería disculparse con ella.

–¡La cena está lista! –anunció Pamela, la cocinera, apareciendo con una fuente humeante de algo que olía delicioso–. Vamos, pasen todos al comedor; ya tengo lista la mesa.

La disculpa tendría que esperar. Su sitio estaba allí en ese momento, junto a su familia. Siguió a los demás al elegante comedor, y se sentaron todos a disfrutar de su primera cena en familia desde el arresto de su madre.




–A ver si lo he entendido –dijo Sofía al otro lado de la línea–: desde que estuve en tu casa… de lo que no hace ni dos horas… ¿me estás diciendo que tu amado Pedro te ha dejado y te ha despedido?

Paula inspiró temblorosa. Ya había llorado bastante; ¿No iría a ponerse a llorar otra vez, no?

–Sí, básicamente ese es el resumen de la situación. Técnicamente no estoy despedida, sino que son unas vacaciones pagadas. De hecho, para librarse de mí me está pagando el doble de mi sueldo. Está furioso conmigo.

–Y todo esto porque no le contaste que le pusiste a los polis a su madre en bandeja.

Amor Complicado: Capítulo 63

–¿Y por qué no la invitas a venir a celebrar con nosotros mi regreso?

Pedro miró a Federico que sabía, como los demás, que Paula les había ocultado que había sido ella quien le había contado a la policía que su madre había estado en el edificio la noche del crimen. Una parte de él ansiaba llamarla e invitarla a volver a sus vidas, pero su instinto, más frío y lógico, le dijo que debía mantener las distancias con ella.

–Creo que es mejor que lo celebremos en familia –respondió, obviando que Sabrina y los prometidos de Sonia y Carolina también estaban allí. ¿Y qué?, se dijo, al fin y al cabo Paula y él no estaban prometidos.

–Espero no tener que volver nunca a ese espantoso lugar –dijo su madre–. Y por los dos millones de dólares que os han hecho poner de fianza, más os vale vigilarme para que no me fugue –bromeó.

Federico la besó en la mejilla.

–Tú vales mucho más que eso, mamá.

Luciana le tendió a su madre la copa de champán que le había servido.

–Y si te fugas, por favor, llévanos contigo, porque creo que ninguno de nosotros podría soportar volver a separarse de tí.

–Es verdad –intervino Carolina, sentándose en el sofá junto a Adrián–. Aunque detesto todo por lo que hemos pasado en los últimos meses, no se puede negar que nos ha unido más aún.

–Y ahora ya pueden empezar a planificar su boda –dijo Luciana con ojos brillantes–. Mamá, Caro no quería ni elegir las invitaciones hasta que no te pusieran en libertad.

–Yo creo que necesitamos un poco más de tiempo, hasta que se hayan asentado un poco las cosas –repuso Carolina–. ¿Verdad, cariño? –inquirió mirando a Adrián.

–Es cierto; ahora mismo están las aguas demasiado revueltas – dijo él, dándole unas palmaditas en la mano–. Tenemos tiempo por delante para planificar la boda.

–Por supuesto que sí –dijo Ana Alfonso sonriendo a la hermosa pareja–. No tiene sentido acelerar las cosas. El matrimonio implica un gran compromiso y a veces también muchas dosis de sacrificio.

Pedro comprendía la reticencia de Carolina a lanzarse de cabeza al matrimonio. Sobre todo teniendo en cuenta que el matrimonio de sus padres no había sido el cuento de hadas que todos habían creído.

–Mamá –dijo Sonia inclinándose hacia delante en su asiento–. ¿De verdad sabías que papá tenía otra familia?

Su madre vaciló un instante antes de asentir.

Amor Complicado: Capítulo 62

Pedro cerró enfadado la puerta de su Porsche y puso en marcha el motor. Se sentía ardiendo de ira y de dolor. Paula había sido hasta entonces su puerto seguro en aquella tempestad, pero no había sido capaz de decirle lo que le había contado a la policía. Estaba visto que uno nunca llegaba a conocer a la gente de verdad. Lo que le había ocurrido con su padre se repetía. Todo el mundo tenía secretos que crecían y se enredaban como zarzas, atrapándolos en una red de engaños. Quería ir a ver a su madre, pero no había obtenido todavía otro permiso especial para hablar con ella en persona, y la idea de tener que hablar con ella a través de un monitor de vídeo hacía que le doliese el corazón. Cuando entró en el estacionamiento y apagó el motor se quedó un momento con las manos y la cabeza apoyadas en el volante. Iba a hacérsele muy extraño estar solo en su departamento. Se bajó del coche y subió en el ascensor. Tal y como había esperado el departamento le parecía frío y desierto. La luz del contestador parpadeaba. Se acercó y pulsó el botón para oír los mensajes.

–Pepe, soy Sonia. ¡Han dejado libre a mamá! Le han concedido la libertad bajo fianza. Ha bastado el testimonio de Juan de que alguien había quitado el cerrojo de la puerta del vestíbulo desde dentro cuando él estaba en el baño. Ahora mismo va de camino a casa. Ven a reunirte con nosotros para celebrarlo.

Pedro apretó el puño victorioso al terminar de escuchar el mensaje.

–¡Sí! Ya era hora… –murmuró, y tomó el teléfono para llamar a Sonia–. Voy para allá ahora mismo.

Contento de tener un motivo para marcharse de su solitario departamento, decidió que iría a pie, pues la mansión de su familia no estaba lejos de allí. Se sentía revigorizado mientras caminaba por las calles de Charleston. A pesar de todo lo que había pasado con Paula sentía el corazón ligero por el alivio de saber que su madre había dejado aquel horrible lugar y volvía a su amada casa. La encontró más delgada y frágil cuando la abrazó al llegar.

–Estoy deseando ir a la peluquería –les dijo a sus hijos algo azorada, dándose unas palmaditas en el cabello–. Hasta ahora mis canas eran un secreto entre mi peluquera y yo. Espero que me pueda hacer un hueco mañana.

Volver a oír su suave voz y su acento sureño en aquella casa era un regalo para sus oídos.

–A eso le llamo yo tener claras las prioridades, mamá –comentó Luciana divertida, dándole otro abrazo.

Todos se arremolinaron en torno a ella en el salón.

–Necesitas una cena como Dios manda –dijo Carolina.

–¡Ni me la menciones! Creo que voy a escribir un libro que se titule: La dieta de la prisión –murmuró bajando la vista para mirarse–. Antes pensaba que estaba delgada, pero parece que, como dice el refrán «Nunca es uno demasiado rico ni está demasiado delgado».

–Me alegra que tu sentido del humor permanezca intacto –dijo Pedro.

Los ojos de su madre, a quien no se le escapaba nada, se encontraron con los suyos.

–¿Y Paula? –inquirió.

Pedro vaciló. Lo último que necesitaba su madre en ese momento era escuchar malas noticias.

–Está en su casa.

Amor Complicado: Capítulo 61

–Me he enterado de que fuiste una de las últimas personas en abandonar el edificio esa noche antes del asesinato –dijo Pedro.

Paula asintió.

–Ojalá pudiera ser de más ayuda para que la policía diera por fin con el asesino.

–Quizá puedas –Pedro se masajeó la sien con los dedos–. ¿Advertiste algo inusual?

Paula vaciló.

–Bueno, el que tu madre estuviera allí me pareció inusual. No recuerdo haberla visto nunca llevarle la cena a tu padre.

Él entornó los ojos.

–De modo que sí sospechas de ella.

–No, solo estaba respondiendo a tu pregunta.

–Mi madre me dijo que mi padre y ella habían tenido una discusión la noche anterior y que ese día él se fue al trabajo de mal humor y luego la llamó para decirle que iba a trabajar hasta tarde. Por eso decidió ir a llevarle la cena, para intentar ablandarlo y hacer las paces con él –le explicó Pedro cruzándose de brazos–. No me parece que sea algo sospechoso.

Paula no respondió a eso. Comprendía por qué sospechaba la policía, sobre todo teniendo en cuenta que Horacio Alfonso le había sido infiel a su esposa, pero ella no había sabido nada de eso cuando había hablado con la policía.

–Ojalá hubiera visto al asesino o hubiese notado algo extraño – dijo–. He repasado en mi mente una y otra vez esa noche, pero… –se encogió de hombros con impotencia.

–Asesinaron a mi padre pocos minutos después de que mi madre y tú se marcharan. El asesino debía estar escondido dentro del edificio.

–¿Y qué dice tu madre? ¿Vió a alguien?

Pedro sacudió la cabeza.

–A nadie. Dice que subió al despacho de mi padre. La puerta estaba cerrada. Llamó, pero él no contestaba, así que abrió la puerta y lo vió sentado en su mesa. Le dijo con muy mal genio que se marchara de allí. Mi madre se quedó atónita. Le dijo que le traía la cena, pero él le respondió que no quería nada y que se fuera a casa. Dice que prácticamente le rugió esas palabras.

–¡Qué espanto!

–Sí que lo es, y ese es el último recuerdo que conservará de mi padre el resto de su vida. Y ahora está en la cárcel acusada de su asesinato, y tú no me contaste que esa noche la viste allí.

Paula bajó la vista.

–Lo siento muchísimo, Pedro.

–Creo que necesitamos darnos un descanso. Quiero que a partir de mañana te tomes unos días libres –cuando Paula alzó la vista, vió que tenía el ceño fruncido–. De hecho, te pagaremos el doble de tu salario si te quedas en casa hasta que las cosas se aclaren.

A Paula le flaquearon las rodillas. ¿Significaba eso que estaba despedida? Lo que sí significaba sin lugar a dudas era que su relación se había acabado.

–Tamara se ocupará de tu trabajo en tu ausencia. Si tienes alguna pertenencia personal en la oficina le pediré que te la traiga.

Paula se sentía como si le hubiese dado una bofetada. Querría decirle que no había tenido intención de hacerle daño a su madre, pero él quería que desapareciera de su vida.

–Iré a por mi portátil para que se lo lleves a Tamara –murmuró intentando contener las lágrimas–; lo necesitará.

Fue a por la maleta del portátil y regresó al salón para entregársela a Pedro con manos temblorosas. Sus dedos se rozaron cuando él la tomó, y el cosquilleo eléctrico que recorrió su cuerpo la inundó de recuerdos. La noche anterior había yacido con él; esa noche dormiría sola.

Pedro estaba ya a punto de salir por la puerta cuando se volvió.

–Recibirás el extra de tu salario por transferencia y no tendrás que volver al trabajo hasta nuevo aviso –dijo rehuyendo su mirada. Con la mano en el picaporte de la puerta, vaciló antes de añadir–: Pero si te enteraras de algo… inesperado…

Paula comprendió que estaba hablando de su posible embarazo.

–No te preocupes; te llamaré si ocurre algo –dijo en un hilo de voz.

Pedro la miró una última vez con expresión pétrea y salió cerrando tras de sí.

Paula se derrumbó en el sofá y se echó a llorar desconsolada. Si le hubiera dicho que había visto a su madre en el edificio esa noche… Sin duda se habría enfadado igualmente, pero no podría culparla de habérselo ocultado.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 60

Por más saludos al sol que hizo después de la brusca llamada de Pedro, Paula no lograba calmar sus nervios. Le había dicho que iba para allá y que llegaría en veinte minutos y luego había colgado. Enrolló su esterilla de yoga, la guardó en el armario y se puso a limpiar otra vez la encimera de la cocina, como si padeciera un trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad. Cuando oyó que llamaban a la puerta dió un respingo.

–¡Ya voy! –dijo, e intentó controlar la respiración mientras quitaba el cerrojo.

Al abrir la golpeó como una ráfaga de aire helado la fiera mirada de Pedro, que entró tan erguido y tenso como una estatua. Paula cerró la puerta y se quedó callada, incapaz de articular un simple hola o ¿qué tal el día?

–¿Le dijiste a la policía que viste a mi madre en el edificio la noche del asesinato?

Pedro no alzó la voz al hacerle aquella pregunta, pero sonó fría y cortante como un cuchillo.

–Sí –Paula logró decirlo sin que le temblara la voz–. La ví cuando se marchaba, y cuando me preguntaron, simplemente les dije la verdad.

–Esa declaración que hiciste es el motivo por el que mi madre está en la cárcel y por el que se niegan a concederle salir bajo fianza. Por tu causa la consideran sospechosa del crimen.

Paula notó que se achantaba ante la mirada acusadora de Pedro.

–Lo único que dije es que me la encontré en el ascensor cuando se paró en nuestro piso y que llevaba una bolsa.

–Le llevaba la cena a mi padre.

–Yo no sabía lo que había en la bolsa.

–También les dijiste que parecía alterada –añadió él entornando los ojos.

Paula reprimió el impulso de dar un paso atrás para alejarse de la furia que emanaba de él.

–Tenía lágrimas en los ojos; parecía que estaba a punto de echarse a llorar. Y parecía muy angustiada. Creo que fue eso lo que dije, aunque no lo recuerdo exactamente, porque de eso hace semanas –sintió que a ella misma se le llenaban los ojos de lágrimas–. Nunca pensé que la arrestarían.

–Sabías que la policía estaba investigando un crimen y buscando sospechosos –respondió él, fijando en ella de nuevo esa mirada acusadora.

–Sí, lo sabía –admitió ella tragando saliva–, pero lo único que hice fue decirles la verdad.

–¿Y por qué no me dijiste nada? Todo este tiempo hemos estado preguntándonos por qué la habían arrestado y por qué se niegan a concederle la libertad bajo fianza, y es por esa declaración que hiciste.

–¿Que por qué? –le espetó ella, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas–. Supongo que porque sabía que te enfadarías.

Los ojos de él relampaguearon con una mezcla de ira y confusión.

–No estoy enfadado porque dijeras la verdad, sino porque en todo este tiempo no me lo hayas contado –sacudió la cabeza–. No lo comprendo, y hace que sienta que no te conozco como creía, Paula.

–Siento mucho no habértelo contado. Quería hacerlo, pero nunca parecía encontrar el momento adecuado, y luego empezaron a pasar los días y las semanas, y era como si el momento ya hubiese pasado.

Una profunda tristeza la invadió, y rogó por que no estuviera embarazada.

Amor Complicado: Capítulo 59

Carolina emitió un gemido ahogado y se llevó la mano a la boca.

–De modo que alguien salió del edificio mientras él estaba en el baño… y no fue mamá porque Juan dijo que la vió marcharse.

–Exacto –asintió Diana–. El problema es, que a excepción de la palabra de Juan, no hay pruebas fehacientes de cuándo abandonó vuestra madre el edificio, y aunque las hubiera la cuestión es que llegó y se marchó aproximadamente a la hora a la que ocurrió el crimen.

–¿A qué hora se fue Paula? –a Pedro se le revolvieron las entrañas.

La ira que se había apoderado de él al saber que le había ocultado todo aquello se vio atemperada por la preocupación de que pudiera verse implicada de algún modo.

–Al mismo tiempo que su madre –respondió Ramos–. Bajaron juntas en el ascensor. Según parece su secretaria se encontró con ella cuando su madre bajaba del despacho de su padre.

–Pero Paula no está bajo sospecha.

–No, en ningún momento de la investigación lo ha estado.

Pedro se sintió aliviado al oír la respuesta del detective. Sin embargo, no comprendía por qué no le había dicho nada de aquello. Había compartido con ella recuerdos de su padre que no había compartido con nadie, y tampoco había dicho nada cuando se había hablado de ello abiertamente en la cena familiar en casa de su madre. ¿Y si al final estaba embarazada? Tener un hijo era una responsabilidad enorme, algo que debía ser bien pensado y planeado, no el resultado de una noche de pasión sin freno. Y encima, como era su jefe, las cosas se complicaban. Aquello era una pesadilla.

–¿Pepe,  sigues con nosotros?

–¿Qué? –respondió dándose cuenta de que Federico estaba hablándole.

–El señor Ramos quiere saber si debería hablar con Paula para saber exactamente qué le dijo a la policía.

–No. Lo haré yo.

Había estado evitándola todo el día, consciente del efecto que sus ojos verdes tenían en él, pero no podía dejar pasar aquello.

–Imagino que la policía buscaría huellas dactilares del asesino en el edificio –le dijo a Ramos.

Éste se encogió de hombros.

–Lógicamente en el despacho de su padre sí, pero… ¿En todo el edificio? Trabajan y pasan por él muchas personas al día. Debe haber cientos de miles de huellas. De todos modos hablaré con la policía para contarles nuestra teoría de que lo hiciera alguien que se había escondido en el edificio.

–Lucas Sosa sigue estando el primero en mi lista particular de sospechosos –dijo Pedro mirando a Ramos y a Diana–. Según parece ahora mismo va por ahí diciendo que tiene pensado hacer uso de sus acciones para promover cambios en la compañía. Diana, ¿No dijiste que su coche estaba en un estacionamiento cerca de aquí la noche del asesinato?

–No es seguro que fuera su coche; la policía todavía está investigándolo.

–Podrías intentar hurgar un poco en sus actividades corporativas para averiguar si ha estado intentando dañar a nuestra compañía – propuso Pedro.

–Pero… ¿Por qué querría hacer algo así cuando él es el principal accionista?

–¿Detecto cierta reticencia por tu parte? –inquirió Pedro mirándola con el ceño fruncido.

¿Por qué le parecía que Diana no hacía más que buscar excusas para no averiguar si Lucas tenía trapos sucios? Diana parpadeó y se remetió un mechón tras la oreja.

–Por supuesto que no. Veré qué puedo averiguar, y si doy con algo te lo haré saber de inmediato.

Pedro asintió.

–Y yo hablaré con Paula por si recordará algo más.

Lo habría hecho antes si hubiera sabido que había estado en el edificio esa noche. Cualquier posible pista, por pequeña que fuera, podría contribuir a exculpar a su madre, y eso era lo más importante en ese momento. Más importante que su romance con Paula, se dijo. Cuando estaba con ella era como si todo lo demás pasara a un segundo término. Hacía que se olvidara de sus responsabilidades y sus preocupaciones. Tenía que quitarse la venda de los ojos y averiguar cómo podía haber sido tan descuidada como para hacer que la policía sospechase de su madre por una mera impresión. Cuando los demás hubieron abandonado el despacho tomó el móvil y vio que la llamada que no había contestado era de Paula. Presionó un botón para devolverle la llamada y, tan pronto como ella contestó, le dijo:

–Voy para tu casa. Estaré allí en veinte minutos.

Amor Complicado: Capítulo 58

–Interrogaron a todos los empleados el día siguiente al asesinato, y solo había cinco personas en el edificio ese día después de las siete de la tarde. Por desgracia los guardias de seguridad no registran en un ordenador los nombres de las personas que entran en el edificio, solo llevan un registro escrito, y como todos saben, falta la hoja de ese día. Esta es una lista de las personas que admitieron que estaban en el edificio –dijo sacándose un papel del bolsillo–. Juan, el guardia que tenía turno esa noche, me ha confirmado que son las mismas personas a las que recuerda haber visto –leyó en voz alta–: su madre; el empleado que prepara los envíos nocturnos; Ariel Woods; y su secretaria, Paula Chaves.

Pedro resopló y sacudió la cabeza. Que Paula, la persona en la que más confiaba, le hubiera ocultado aquello…

–¿Por qué?, ¿por qué no me dijo nada? –dijo enfadado.

–¿Quizá porque se temía que reaccionarías así? –respondió Carolina enarcando una ceja–. Lo único que hizo fue decir la verdad, Pepe. ¿Habrías preferido que mintiese?

–Según parece su secretaria le dijo a la policía que su madre parecía preocupada, o agobiada –añadió Ramos–. Juan, cuando le preguntó la policía, solo dijo que sí, que la había visto llegar y marcharse, pero no pareció observar en ella nada inusual.

–Maldita sea –masculló Pedro dando un puñetazo en la mesa–. La pobre mamá entre rejas por culpa de un comentario irreflexivo. Es imposible que Paula piense que sería capaz de haber matado a nuestro padre.

–Estoy seguro de que no –le dijo Federico frotándose los ojos–. Es como si estuviéramos en un terreno de arenas movedizas y todo el mundo estuviera siendo absorbido por ellas. Lo que hace falta es encontrar al asesino. ¿Alguna novedad en ese sentido, señor Ramos?

–La policía ha descartado a las personas de esta lista, y yo también, la verdad, así que la única posibilidad es que lo hiciera alguien que se coló en el edificio sin ser visto.

–Pero si tenemos a alguien de seguridad en recepción las veinticuatro horas del día… –repuso Pedro–. Todo el que entra o sale del edificio tiene que pasar por ahí. No hay otra manera de entrar.

El detective entornó los ojos.

–En efecto. He revisado todas las ventanas y las puertas que antes se utilizaban para la carga y descarga. No hay signos de que fueran forzadas. Este edificio es tan inexpugnable como una fortaleza. El asesino solo pudo entrar por el vestíbulo. Y también debió ser él quien se llevó la hoja que falta en el registro.  Juan dice que solo deja la recepción desatendida cuando tiene que ir al cuarto de baño. Y dice que antes de hacerlo echa el cerrojo a las puertas de entrada, y que esa noche también se aseguró de hacerlo –Ramos miró a Carolina y luego a Pedro–. Pero dice que en un momento dado, cuando regresó del baño y fue a quitar el cerrojo, se encontró con que estaba quitado.

Amor Complicado: Capítulo 57

–¿Lo harías? –le preguntó Sofía abriendo mucho los ojos.

–Nunca. Ha sido consentido por ambas partes. Sería una mala persona si lo denunciase.

–Bueno, sí. Aunque sería más fácil que que te toque la lotería – dijo su amiga–. Pero has esquivado mi pregunta. Solo es hablar por hablar, pero Pedro tenía motivos para cometer el crimen. Quizá descubrió que su padre tenía otra familia y estaba tan furioso que quiso vengarse.

Paula sacudió la cabeza.

–No es su estilo. Y es demasiado listo como para hacer algo así  y arriesgarse a pasarse el resto de su vida en prisión. Además, adoraba a su padre. Salta a la vista. Cuando fuimos a la montañas no hizo más que hablarme de él, y de cómo lo echa de menos cada día.

–Lástima. Porque si al final las cosas se ponen feas entre ustedes, al menos no te costaría tanto superarlo si descubrieras que es un asesino.

–O a lo mejor esta crisis nos une más.

–¿Lo ves? Ya estás otra vez cayendo en tus propias ensoñaciones. Tienes que buscarte a un tipo sencillo, sin preocupaciones –le dijo Sofía.

–Pero es que estoy enamorada de Pedro –repuso ella. El corazón le palpitó con fuerza cuando las palabras se quedaron flotando en el aire–. De verdad que lo estoy.

–Ya lo veo –Sofía ladeó la cabeza y la miró con compasión–. Anda, llámale; sabes que estás deseando –dijo señalando el teléfono móvil de Paula, que estaba en la mesita, junto a sus llaves.

Paula sintió que un cosquilleo de nervios la recorría. ¿Se atrevería a llamarle? Quizá Pedro se alegrase y le pidiese que fuese a su casa. Y entonces podrían pasarse la noche haciendo el amor en su enorme cama y desayunar juntos en bata antes de irse a trabajar. Tomó el teléfono y marcó su número.



–¿Quién fue? –Pedro se levantó con violencia de la silla y se pasó una mano por el cabello.

En su despacho estaban Federico, Carolina y la detective de la empresa, Diana Thomas. Ésta, alta y de melena azabache que enmarcaba un rostro con unos ojos de un azul intenso, era quien había propuesto a Antonio Ramos, el detective privado al que Pedro había contratado para investigar el asesinato de su padre. Era un hombre alto, con la cabeza afeitada, y una mirada que daba la impresión de que pudiera leerle a uno el pensamiento.

–Todos sabemos que alguien vio a mamá aquí la noche del asesinato; ella misma me lo dijo. Pero quiero saber quién fue y por qué nadie quiere decírmelo –insistió Pedro.

–Sí, ¿Quién fue? –dijo Federico impacientándose también.

El fiscal del distrito acababa de negarles por enésima vez la posibilidad de fijar una fianza.

–Paula Chaves–dijo finalmente Ramos.

Se hizo un silencio absoluto y todas las miradas se volvieron hacia Pedro.

–Me están tomando el pelo –dijo este mirando a Federico y a Carolina, pero estos parecían tan estupefactos como él–. Es imposible que fuera ella; me habría dicho algo.

Carolina tragó saliva y Federico bajó la vista a la moqueta.

–¿Esa información la ha obtenido de la policía? –le preguntó Pedro a Ramos.

Una mezcla de ira y confusión se revolvía en su pecho. En ese momento empezó a vibrarle el móvil, y lo sacó irritado del bolsillo para apagarlo. Ramos asintió.

Amor Complicado: Capítulo 56

No podía quitarse de la cabeza la ansiedad que había visto en sus ojos, y le dolía que se hubiese pasado la mayor parte del día en «reuniones» que no estaban en su agenda.  No habían hecho planes para después del trabajo; por eso estaba en casa con su amiga Sofía. ¿Sería aquel el final? Quizá iría mostrándose cada vez más y más distante y no volvería a besarla ni a invitarla a pasar el fin de semana en las montañas, y serían otra vez solo jefe y secretaria. Las manos se le pusieron frías solo de pensarlo. Claro que también podría ser peor. Tal vez decidiera mandarla lejos de él. Tal vez la enviase a trabajar a una de las oficinas que tenían en otro estado, o incluso a una de sus oficinas en el extranjero.

-No pongas esa cara de tragedia, mujer –dijo su amiga, dándole unas palmaditas en la mano–. No se ha muerto nadie.

–Excepto el padre de Pedro.

Sofía hizo una mueca.

–Lo olvidaba. Pobre Pedro, la verdad es que le están viniendo golpes por todos los lados. ¿La policía todavía cree que lo mató su madre?

–Eso parece; ni siquiera la dejan salir en libertad bajo fianza.

–Seguro que si pudieras ayudar de algún modo a que la exculpasen harías a Pedro el hombre más feliz del mundo.

–Ya me gustaría, pero por desgracia no sé quién puede ser el asesino –contestó Paula. No se había atrevido a decirle siquiera a su amiga que ella era la responsable de que la madre de Pedro estuviese arrestada–. En el registro de seguridad que tiene que firmar todo el mundo que entra al edificio falta la página de ese día.

–Debió llevársela consigo el asesino.

–Eso pienso yo –asintió Paula–. Da miedo pensar que alguien pueda matar a otra persona a sangre fría, ¿Verdad?

–Y lo curioso es que nadie sabe por qué lo mataron –apuntó Sofía.

–Sí, eso es lo más rato. Sé que Pedro sospecha del hijo ilegítimo de su padre, Lucas. Le ha dejado la mayor parte de las acciones de la compañía. Se mantiene alejado del resto de la familia, casi como si tuviera algo que ocultar.

–Suena a culpable.

–Pero me da la impresión de que Horacio Alfonso sabía que alguien iba detrás de él. Le escribió una carta a cada miembro de la familia para que les fueran entregadas en caso de que muriese. Y si hubiera sospechado de su hijo Lucas, ¿Por qué iba a dejarle casi la mitad de la compañía?

–¿Y si fue Pedro? –aventuró Sofía.

El brillo divertido que había en sus ojos evitó que Paula se molestase.

–Puede –respondió con humor. Luego se puso seria–. Y a lo mejor yo seré la siguiente persona a la que asesine para que no lo demande por acoso sexual –añadió con ironía–. Su hermano le advirtió de que podría hacerlo.

viernes, 15 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 55

–¿Qué relaciones? Llevo más de un año sin tener siquiera una cita.

–¿Tanto? Bueno, también es cierto que dijiste que querías tomarte un descanso. Y no me extraña, después de aquel tipo rubio con el que saliste. ¿Cómo se llamaba?

–Pablo –respondió Paula–. Al principio me pareció muy tierno.

–Lo que parecía era que estaba necesitado de afecto –replicó Sofía tomado un sorbo de su copa–. Creo que lo que pasaba era que te daba pena. Solo quería a alguien a quien llorarle y de quien conseguir montones de sexo por lástima.

Paula se rió.

–Montones de sexo tampoco, te lo aseguro.

–Y luego estaba ese tipo con el que saliste en la universidad… Manuel. También era de los que necesitaban que estuvieras pendiente de él las veinticuatro horas del día. No sé cómo te las arreglabas para ir a clase, tener un trabajo, y estar siempre que te necesitara a su lado.

–Pero Pedro no se parece en nada a esos tipos. Es un hombre capaz, independiente, inteligente…

–… que ahora está pasando por un momento muy duro –apuntó Sofía–. Puede que en otras circunstancias sea una persona muy distinta, pero en las últimas semanas no ha hecho más que tirar de tí y apoyarse en tí, y tú has estado desviviéndote por él.

Paula suspiró.

–Llevaba años loca por él, antes de todo ese asunto del asesinato y el escándalo de la amante y el hijo ilegítimo de su padre. No puedo creerme que se me pasara por completo si se había puesto el preservativo o no. Encima de todas las preocupaciones que tiene voy yo y le doy una más. Si pudiera volver el tiempo atrás…

–¡Por Dios, Pau!, deja de intentar salvar el mundo.

–No intento salvar el mundo. Lo que pasa es que no dejo de pensar en qué pasará cuando se canse de mí. Será muy incómodo seguir trabajando para él y verlo día tras día.

–¿Y por qué no te buscas otro empleo antes de que eso pase? Ni siquiera tendrías que irte de la empresa. ¿No ibas a presentarte a otro puesto, uno más importante?

–Lo intenté, pero no hubo suerte, y la directora de Recursos Humanos prácticamente me dió a entender que Pedro no estaría dispuesto a prescindir de mí.

–¿Cómo? ¿Eso te dijo? –inquirió Sofía irguiéndose en el asiento– ¿Y le has preguntado a él por eso?

–No –contestó Paula con un suspiro–. Ni siquiera le he dicho que me presenté a ese puesto. Me pareció que sería bastante embarazoso para mí si me rechazaban.

–Pues yo estoy segura de que estaba al tanto? La compañía es de su familia, ¿No? –dijo Sofía enarcando una ceja–. Espero que no vayan a intentar ponerte una zancadilla; sobre todo si al final resulta que estás embarazada. Necesitas ese trabajo.

–Lo sé –murmuró Paula rodeándose la cintura con las manos–. Estoy muy preocupada.

–Bueno, que no te entre el pánico –Sofía dejó su copa en la mesa y fue a sentarse a su lado–. A lo mejor no estás embarazada –ladeó la cabeza y se quedó mirándola pensativa–. ¿Te casarías con él?

–¿Quieres decir si estuviera embarazada?

–Sí, si decidiera ser un hombre y afrontar sus responsabilidades.


Paula contrajo el rostro.


–No querría casarme con él solo porque se sienta obligado –dijo. ¡Qué idea tan horrible!–. Odiaría que se casara conmigo por eso.

Aunque aquella mañana desde luego no había parecido muy dispuesto a proponerle matrimonio.

Amor Complicado: Capítulo 54

–Con todo lo que está pasando lo último que necesitamos son más preocupaciones. Debe ser cierto eso de que los hijos repiten los errores de los padres, sobre todo teniendo en cuenta que los problemas de la empresa se han agravado porque el mío se sentía culpable y legó la mayor parte de las acciones a su hijo ilegítimo –dijo irritado.

«Nuestro hijo no sería ilegítimo si te casaras conmigo». Aquel pensamiento cruzó su mente sin saber por qué. Sabía perfectamente que Pedro no tenía la menor intención de casarse, tal y como su hermana le había advertido.

–¿Cuándo tendrías que tener el siguiente período? –le preguntó él, fijando la vista en ella.

–Todavía falta casi un mes –murmuró ella cabizbaja, rodeándose la cintura con los brazos–. Bueno, debería irme preparando para marcharme a trabajar.

No sabía cómo iba a afrontar el resto el resto del día sentada a unos pocos metros del despacho de él, sabiendo que sin duda Pedro estaría deseando no haberla conocido nunca y rogando por que no estuviese embarazada. Aquel pensamiento le cayó como una piedra en el estómago.

–Lo siento, Paula –dijo Pedro.

El dolor en sus ojos azules fue como una puñalada para ella. Habría querido responder «No te preocupes», pero el semblante atormentado de Pedro la hacía sentirse aún peor. Se dió la vuelta y volvió al dormitorio. Cada paso parecía un kilómetro. Se duchó y se puso el traje limpio de falda y chaqueta que había dejado allí el día anterior. Al final los temores que había albergado desde un principio se estaban haciendo realidad: de pronto sus sueños se estaban haciendo añicos y le dolía el corazón.



–¡Pobre Pau! No diré eso de «Te lo advertí» –dijo Sofía–, pero me temía que algo así acabaría pasando. Nunca he oído de ninguna mujer que haya tenido un romance con su jefe y haya acabado casada felizmente con él durante años y años.

Paula y ella estaban sentadas cada una en un sofá, frente a frente, en el saloncito. Dejó su martini en la mesita. La verdad era que no le apetecía. Por otro lado el alcohol la ponía sensiblera y eso era lo que menos falta le hacía en ese momento. Y además estaba la posibilidad de que estuviera embarazada, y si era así no debería beber siquiera.

–Lo sé, ya lo sé. No entraba en mis planes tener un romance con él. Simplemente ocurrió. Sabía que no era una buena idea desde la primera vez que nos besamos pero fue tan… –buscó en su mente la palabra correcta.

–Ya te he dicho alguna vez que veo un cierto patrón en tus relaciones –comentó Sofía frunciendo el ceño ligeramente, como hacía cuando se ponía seria.

Amor Complicado: Capítulo 53

Paula se despertó con los primeros rayos del perezoso sol que se filtraba por entre las pesadas cortinas. Había dormido como un lirón. Con los nervios de la cena de la noche anterior había caído rendida en la cama después de que hicieran el amor. Se giró para mirar a Pedro pero se encontró con que el otro lado de la cama estaba vacío. Cuando miró el reloj de la mesilla vio que eran solo las seis y media. Un poco temprano para que estuviera ya levantado.

–¿Pedro? –lo llamó incorporándose.

¡Qué extraño…! No se oía ruido en el cuarto de baño, y la puerta del dormitorio estaba cerrada. Volvió a tumbarse, pero estaba intranquila, así que se bajó de la cama, se puso la bata y salió del dormitorio. Pedro no estaba en el salón, ni tampoco en la cocina. Se dio cuenta de que la puerta del estudio estaba cerrada. Él no era de los que se levantaban muy temprano; más bien de los que remoloneaban hasta el último minuto. ¿Habría habido alguna novedad en la investigación del asesinato de su padre? El estómago le dio un vuelco de preocupación. ¿Se habría enterado de que había sido ella quien le había dicho a la policía que su madre había estado en el edificio la noche del asesinato?

–Pedro, ¿estás ahí?

Oyó un ruido de papeles seguido del chirrido de las patas de una silla arañando el suelo y al poco la puerta se abrió de golpe. La expresión de Pedro no podía ser más seria, y de inmediato Paula sintió que palidecía. Lo sabía; de algún modo se había enterado.

–Lo siento –comenzó a decirle–. No era mi intención…

–No te eches la culpa –la interrumpió él–. He sido yo quien la ha fastidiado.

–¿Cómo? –inquirió ella confundida.

Pedro se pasó una mano por el alborotado cabello.

–Era yo quien me había responsabilizado de tomar medidas para evitar un embarazo, y anoche me olvidé de usar preservativo.

Paula se quedó boquiabierta. Había estado tan excitada que aquello ni se le había pasado por la cabeza.

–Yo no me dí ni cuenta.

–Podrías haberte quedado embarazada.

Las palabras de Pedro se quedaron flotando en el aire, y ella se llevó una mano al vientre, como si en él ya se estuviera gestando una vida. Y podría ser que así fuera.

–No puedo creer que tuviera un despiste tan estúpido.

Por el tono de Pedro era evidente que no veía nada positivo en la posibilidad de que se hubiera quedado embarazada. Sin darse cuenta, Paula dió un paso hacia atrás. Por un segundo, por irracional que fuera, había pensado que le gustaría tener un hijo de él. A Pedro, en cambio, parecía que esa idea lo horrorizaba.

–La culpa también es mía; debería haberme dado cuenta y recordártelo.

–Pues claro que no; cada vez he sido yo quien me he preocupado de eso, así que lo lógico era que esperaras que me acordase –Pedro vaciló un instante–. ¿No estarás tomando la píldora por un casual, Verdad?

Paula tragó saliva y sacudió la cabeza. Hacía tanto tiempo de su última relación que no había vuelto a preocuparse por esas cosas. Tenía un viejo diafragma en algún cajón del mueble del baño, en su departamento, pero seguramente ya estaría inservible.

Pedro sacudió la cabeza.

Amor Complicado: Capítulo 52

La mano de Paula cubrió su miembro erecto a través del pantalón, del que todavía no se habían deshecho, y un gruñido de placer escapó de su garganta.

–Me siento como un adolescente cuando estoy contigo –le susurró al oído antes de mordisquearle el cuello–. No sabes lo que me ha costado hoy mantener las manos quietas.

–Suerte que ya no tienes que seguir haciéndolo.

Paula frotó la palma de la mano contra su miembro antes de bajarle la cremallera y agarrarlo con firmeza. Pedro arqueó la espalda y cerró los ojos por el intenso placer que experimentó.

–Creo que sería mejor que nos tumbáramos.

Paula apretó de nuevo su miembro, dejándolo sin aliento.

–La posición horizontal es demasiado… predecible –murmuró ella.

Pedro abrió de nuevo los ojos y vió la sonrisa traviesa en sus labios.

–Paula, nunca dejas de sorprenderme.

Se quitó los pantalones y la sentó en el respaldo del sofá de cuero. Lo volvió loco ver lo húmeda y dispuesta que estaba. La penetró despacio, disfrutando con sus dulces gemidos de placer. Los pechos de Paula rebotaban suavemente contra su pecho mientras él empujaba las caderas. Ella se asió con ambas manos a su espalda para no perder el equilibrio con sus embestidas. Le encantaba la sensación de sus suaves palmas contra su piel desnuda. Luego, cuando le rodeó la cintura con las piernas para atraerlo más hacia sí creyó que no iba a poder aguantar más, pero hizo un esfuerzo por contenerse y le dió un sensual y largo beso con lengua.

–¡Oh, Pedro…!

El oír a Paula jadear su nombre lo excitó aún más. Podía sentirla al borde del clímax. Paula le clavó las uñas en la piel y comenzó a mover las caderas más deprisa con las piernas aún firmemente entrelazadas en torno a su cintura. Cuando finalmente alcanzaron el orgasmo fue tan increíble que Paula habría perdido el equilibrio y habría caído en el sofá con él detrás si no la hubiese sujetado. Cuando hubo recobrado el aliento la tomó en sus brazos para llevarla al dormitorio y la tumbó en la cama. Ella tenía los ojos cerrados y sus largas y espesas pestañas le acariciaban las sonrosadas mejillas. Su cabello estaba desparramado sobre la almohada y sus labios hinchados por los besos estaban ligeramente entreabiertos.

–¡Qué hermosa estás! –murmuró él.

Los ojos de Paula se abrieron un poco, dejándole entrever aquellas gloriosas lagunas de jade. La sonrisa que asomó a sus labios hizo que el corazón le palpitara de un modo extraño. Últimamente estaba experimentando toda una serie de sensaciones que le eran desconocidas. Se tumbó junto a ella. Paula había vuelto a cerrar los ojos y parecía ya medio adormilada. Él también estaba cansado; debería ir a quitarse el preservativo. Fue entonces cuando se dió cuenta de que había olvidado ponérselo.

Amor Complicado: Capítulo 51

–Supongo que Andrés no es mal tipo después de todo –comentó Pedro al volante de su Porsche, de regreso a su departamento.

Paula iba sentada a su lado con ese vestido verde que abrazaba deliciosamente sus curvas. Estaba preciosa.

–Bueno, desde luego se está esforzando.

Por algún motivo Paula parecía un poco tensa, pero ya se encargaría él de liberarla de esa tensión con un buen masaje cuando llegasen. Estaba impaciente.

–¿Te has sentido un poco abrumada rodeada de tantos Alfonso? –le preguntó.

–Son todos encantadores; no podían haber sido más amables conmigo.

–Pero aun así somos muchos; y parece que cada vez somos más. El clan no deja de crecer –comentó él con una sonrisa. Le había gustado que ella se ofreciera a ayudar a Sonia con la cena, y estaba seguro de que había causado muy buena impresión en sus hermanas–. Y tengo que felicitarte; te has desenvuelto de maravilla.

–Gracias. En realidad ya conocía a algunos de tus hermanos; supongo que por eso no me ha sido tan difícil. Y estoy acostumbrada a tratar con la gente por mi trabajo.

–Cierto, aunque estás mucho más sexy con ese vestido que con los trajes tan serios que llevas a la oficina.

–Gracias –dijo ella con una sonrisa tímida.

–Estoy impaciente por quitártelo.

–Bueno, ya no falta mucho.

Cuando llegaron, iban riéndose mientras subían corriendo las escaleras del estacionamiento porque parecían dos chiquillos ansiosos. Y cada mirada no hacía sino incrementar esa tensión entre ellos. En el ascensor Pedro aprovechó para besarla con avidez. La boca de Paula sabía a miel y a flores.  Entraron atropelladamente en el departamento, acalorados y sin aliento. Paula le desabrochaba torpemente los botones de la camisa mientras él trataba de deshacerse del complicado cinturón que ceñía la cintura de su vestido. Cuando por fin lo logró le bajó la cremallera y el vestido cayó al suelo. Los pezones de ella se marcaban a través de la fina tela del sujetador. Le rodeó la cintura con los brazos y la apretó contra sí. Paula exhaló un suspiro tembloroso. Pedro la había notada nerviosa todo el día. Tal vez porque quería causar una buena impresión a su familia. Pero ahora que al fin estaban solos la tensión parecía estar disipándose, y respondía afanosa a sus besos y sus caricias. Podría besarla durante horas y no se daría cuenta siquiera del paso del tiempo.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 50

–Quizá no tenía ni idea de qué estaba pasando –intervino Sonia.

–Lo dudo mucho. La policía llevaba semanas paseándose por nuestras oficinas recogiendo datos para la investigación. Nadie podría haber pensado que esos inspectores habían ido allí para charlar un rato. Alguien es responsable de que nuestra madre esté entre rejas ahora mismo, y eso es algo que yo sería incapaz de perdonar.

Paula se sentía mareada. Antes o después Pedro descubriría que había sido ella. Una parte sí sentía deseos de confesarlo en ese mismo momento y acabar con aquello. Que le gritaran y la culparan y la echaran de allí. Retorció nerviosa la servilleta en su regazo. No, no se sentía capaz. Y no soportaba la idea de hacerle daño a Pedro. Y también tenía que pensar en su trabajo; tenía que pagar el alquiler y no quería renunciar a su sueño de que algún día aquel pequeño departamento fuese suyo. Quizá debería ir buscando otro empleo, ya que sin duda, como había dicho Pedro, la despedirían cuando supiesen la verdad, y eso ocurriría antes o después.

–Paula, ¿estás bien? Estás muy pálida –dijo Luciana.

–¿Eh? No, estoy perfectamente –se apresuró a decir ella–. Está todo buenísimo.

–Cierto, una cena espléndida –intervino Andrés con una sonrisa–. Creo que es el mejor asado que he tomado en mucho tiempo; mis felicitaciones a la cocinera.

Sonia respondió a su cumplido también con una sonrisa.

–Mamá me enseñó todo lo que sé. Es la mejor de las anfitrionas –respondió–. Por cierto, Caro, mamá quería saber cómo van los preparativos de la boda. ¿Ya has escogido el vestido?

Carolina dió un respingo.

–¿Que si he elegido el vestido? ¿Cómo voy a casarme con mamá en… en ese sitio horrible?

–Me dijo que no quería que paráramos nuestros planes, que así cuando salga será como si hubiera sido solo un mal sueño y podremos seguir con nuestras vidas. Ella y yo estuvimos discutiendo ideas para el menú de mi boda cuando fui a verla el otro día. Y cree que debería escoger ese vestido de Vera Wang que te enseñé.

Carolina se mordió el labio.

–No sé, es que no me parece bien pensar en vestidos, tartas de boda y cosas así en un momento como este –se volvió hacia Adrián, su prometido–. ¿Tú no lo ves igual?

–Sí, yo pienso lo mismo –dijo dándole unas palmaditas en la mano–. No hay ninguna prisa; tenemos por delante el resto de nuestras vidas.

–Pues yo estoy de acuerdo con mamá –replicó Luciana–. Vamos, Adrián, ¿No te parece que nuestra madre se animaría si le lleváramos fotos de Caro con sesenta o setenta vestidos espectaculares? –Adrián se encogió de hombros y Luciana sacudió la cabeza–. Estoy yo más ilusionada con su boda que ellos –les dijo a los demás–. Si no fuera porque me tienen a mí para ayudarles con los preparativos, seguro que ni siquiera habría boda. ¿No creen que todas las familias deberían tener a una organizadora de eventos como yo? Ahora mismo tenemos en vista la boda de Sonia y Daniel, la de Federico y Sabrina, la de Caro y Adrián… ¿Quiénes serán los siguientes?

Una irracional ola de esperanza invadió a Paula. ¿Por qué no Pedro y ella? Él no dijo nada, y ella evitó mirarlo. La advertencia de Sonia resonaba en su mente.

–¿Qué me dices de tí, Andrés? –le preguntó Luciana–. ¿Tienes a una novia escondida bajo la manga?

–No, me temo que no –respondió él sonriente–. Todavía estoy esperando a que aparezca la mujer de mi vida –añadió paseando la mirada por la mesa–. En fin, ¿Quién sabe? Supongo que puede ocurrir el día menos esperado –sus ojos azules se posaron en Luciana, y Paula lo vió enarcar una ceja de un modo sugerente.

–Así se habla –dijo Luciana. Dió una palmada en la mesa y se volvió hacia Adrián–. Y sigo pensando que deberías convencer a Caro para que empiece a tomar decisiones. Hace poco organicé la boda de una pareja de novios que llevaban comprometidos… ¡Dieciséis años! No es que tuvieran pensado esperar tanto; es que no acababan de decidirse a fijar una fecha.

–A lo mejor es que no estaban tan enamorados –apuntó Pedro–. Cuando dos personas se dan cuenta de que se gustan de verdad las cosas se aceleran –sus ojos se posaron en Paula.

–Entonces a lo mejor tú serás el siguiente al que le echen el lazo –lo picó Luciana traviesa.

Pedro se rió.

–O puede que seas tú.

Las esperanzas de Paula se desinflaron con la misma rapidez con que habían aflorado en su interior. Era ridículo que se hiciera esperanzas teniendo en cuenta que no llevaban más que un par de semanas saliendo. Parecía que no hubiera tenido antes una relación.

–Bueno, puesto que no estoy saliendo con nadie ahora mismo, no lo veo muy plausible. Aunque supongo que nunca sabe uno lo que puede depararle la vida.

–Una gran verdad –dijo Andrés, regalando una nueva sonrisa a todos los presentes–. Yo, por ejemplo, no habría imaginado nunca que esta noche compartiría la cena con una familia tan encantadora. Me siento muy honrado de estar aquí, y me alegra decir que me siento como en casa entre ustedes.

A Paula le habría gustado poder decir lo mismo. Sin embargo, aunque eran amables con ella, se sentía fuera de lugar. Los hermanos Alfonso no sabían que era ella la responsable de que su madre estuviese en la cárcel, y en cuanto lo descubrieran, no querrían volver a saber nada de ella.

Amor Complicado: Capítulo 49

Andrés, que acababa de sentarse, tomó su copa vacía y miró la inscripción que tenía en la base.

–¡Ajá!, lo sabía: la famosa fábrica de cristal Penrose Waterford – sonrió a los demás, que estaban tomando asiento–. Es un privilegio estar rodeado de todos estos tesoros.

–Resulta gracioso conocer a alguien que los aprecia de esa manera –dijo Carolina–. La verdad es que nosotros no le prestamos atención a esas cosas porque nos hemos criado con ellas.

El pequeño Marcos había agarrado la cuchara de su padre y estaba a punto de aporrear con ella la reluciente madera antes de que Federico lo detuviese.

–¿Lo ves? –le dijo a Andrés riendo–. Mi hijo tampoco las aprecia.

Marcos se rió también, mostrando sus rectos y blancos dientes.

–Es un chico con suerte; ha nacido envuelto en pañales de seda –comentó–. Y rodeado de una familia tan cariñosa, además.

Paula se encogió en su asiento. Andrés parecía sentirse muy cómodo allí. Ella en cambio tenía la sensación de que todos estaban mirándola y preguntándose qué pasaría cuando Pedro la dejara. Y hablando de Pedro… No podía haber en el mundo un cabeza de familia tan guapo como él, pensó observándolo mientras cortaba el asado e iba pasando platos. Ella se sirvió en el suyo patatas cocidas a la menta, espárragos verdes al vapor, y levantó su copa con los demás para unirse al brindis que propuso Pedro por la familia y por que la señora Alfonso estuviese de nuevo en casa para la cena del domingo siguiente.

–Lo que a mí me gustaría saber –dijo Federico–, es quién le dio a la policía la información que hizo que la arrestaran. Ni siquiera quieren decirnos qué les dijo exactamente esa persona. El detective privado al que ha contratado Pedro dice que alguien vió a mamá en el edificio esa noche, pero la policía no se lo ha confirmado.

De pronto a Paula le temblaba la mano. Dejó con cuidado su copa en la mesa, rogando por que no lo hubiera notado nadie. Ella había estado en la oficina hasta un poco después de las siete, terminando un informe y una presentación de Power Point que Pedro necesitaba para una reunión . Fue entonces cuando, al ir a marcharse, se había encontrado con la señora Alfonso. Habían bajado juntas en el ascensor y habían salido juntas del edificio. Solo habían cruzado un saludo y se habían despedido al salir a la calle, pero la había visto muy abatida, y la notaba extraña. Se preguntó si sería porque había encontrado a su marido muerto o, peor, porque lo había matado. No, no podía creer que hubiera hecho algo así. Quizá debería decir algo. No había hecho nada malo por contarle a la policía lo que había visto, pero seguir allí sentada y no decir nada le parecía terrible. Tal vez podría…

–Si alguno de nuestros empleados le dijo a la policía que vio a mamá en el edificio habría que despedirlo –dijo Pedro de repente.

Paula tragó saliva y bajó la vista a su plato mientras cortaba un trozo de carne. No, no parecía que fuese buena idea hablar en ese momento. Tendría que esperar a estar a solas con Pedro para decírselo, en vez de soltárselo en medio de una reunión familiar.

–Venga ya, Pepe… –lo reprendió Carolina–. Si esa persona dijo la verdad no puedes despedirla. Además, mamá misma ha reconocido que estuvo allí esa noche, que fue a llevarle la cena a papá.

–Te equivocas; es una investigación policial y esa persona debería haberse acogido a la quinta enmienda para no hablar. Es una simple cuestión de lealtad a la empresa.

Amor Complicado: Capítulo 48

–Me refiero a que si las cosas no funcionan entre vosotros… en fin, ya sabes, es importante no que no genere mala prensa para la familia y la empresa.

–¿Crees que si él rompiera conmigo, iría a hablar mal de él a la prensa?

Primero Federico y ahora Sonia… Parecía que todos los Alfonso sospechaban que sería capaz de traicionarlos. ¿Qué dirían si supieran lo que le había dicho a la policía sobre su madre? De pronto se sentía como una intrusa en aquella reunión familiar. ¡Si al menos se lo hubiese dicho a Pedro! Con todo lo que había pasado entre ellos difícilmente podía ya contárselo, y ese engaño por omisión la estaba devorando por dentro.

–¡No! Ninguno de nosotros piensa que vayas a causar problemas –se apresuró a asegurarle Sonia, poniéndole una mano en el brazo–. Solo quería que estuvieras preparada para lo que pueda pasar y que intentes llevarlo con calma. Quiero a mi hermano, pero siempre ha jurado y perjurado que nunca se casará ni tendrá hijos.

A Paula se le encogió el estómago. ¿De verdad había dicho eso? Si su hermana lo decía, debía ser cierto. Si se lo había contado había sido para prevenirla y que no acabara con el corazón roto. Puso el colador en la encimera y empezó a cortar las hojas con manos temblorosas.

–Yo jamás les causaría ningún problema –le dijo en un tono quedo–.  Pedro me importa, y también el Grupo Alfonso.

–Estoy segura de que sí –Sonia volvió a inclinarse hacia ella y le dijo a modo de confidencia–: Todos hemos notado un cambio en Pepe; vuelve a ser él. La muerte de nuestro padre lo dejó muy tocado. Y creo que es gracias a tí; espero que las cosas les vayan muy bien.

A pesar de sus palabras, a Paula no le pasó desapercibida la duda en su voz. Ella misma sabía que Pedro pasaba de una mujer a otra como quien se cambia de camisa. Debería agradecer que su hermana se lo hubiese recordado. Sonia sacó otro tema de conversación, y mientras seguían charlando y ella preparaba la ensalada, oyeron a Luciana y a Andrés acercándose por el pasillo.

–Y esta es la cocina –anunció Luciana cuando entraron.

–Muy acogedora –comentó él mirando alrededor.

–¿Necesitan que les echemos una mano? –le preguntó Luciana a Sonia y a Paula.

–No, ya está todo listo –respondió Sonia con una sonrisa–. Aunque podrían ayudarnos a llevarlo todo al comedor.

La larga mesa de caoba del comedor brillaba como un espejo, y estaba preciosa con los manteles individuales de lino, la antigua vajilla de porcelana y la cubertería de plata con que se había dispuesto. Era evidente que alguien se ocupaba de limpiar en ausencia de la señora Alfonso, pensó Paula.

Amor Complicado: Capítulo 47

–Pues es más o menos lo que hacía –dijo Pedro con sarcasmo–. A nuestra madre también le encanta reunirse con sus amigas para jugar a las cartas.

Se hizo un momento de silencio. Si duda todos estaban pensando en la pobre Ana Alfonso, que estaba retenida en la cárcel del condado. Andrés se aclaró la garganta.

–Bueno, salta a la vista que su abuela verdaderamente puso todo su cariño en reformar la casa. ¿Sería posible que alguno de ustedes me la enseñara? Me encantaría ver el resto de la casa.

–¿Cómo no? –se ofreció Carolina–. Sonia, ¿La cena está lista ya?

–Casi.

–Deja que te eche una mano –se ofreció Paula, ansiosa por poder ser útil.

Sabía que se sentiría mucho más cómoda haciendo algo que quedándose allí en el salón intentando meter baza en la conversación, sobre todo cuando seguramente los demás debían estar preguntándose qué estaba haciendo allí. Cuando llegaron a la cocina había tres cazuelas de distintos tamaños hirviendo a fuego lento. También vió que en la encimera Sonia había dispuesto todo lo necesario para hacer una ensalada.

–¿Te parece que vaya preparando yo la ensalada? –le preguntó.

–Estupendo; yo iré tostando los panes de ajo –dijo Sonia. Arrancó un trozo de pan de una de las barras que había sobre la encimera y se lo metió en la boca–. Estoy en el segundo trimestre de mi embarazo y tengo hambre a todas horas.

–¡Qué emoción! –dijo Paula–. ¿Sabes si será niño o niña?
Sacó la lechuga romana de su bolsa y empezó a echar las hojas en un colador.

–Todavía no. No hemos decidido si queremos saberlo o no. Es cierto que si lo sabes de antemano es más fácil elegir la decoración del cuarto del bebé y esas cosas, pero también he oído que hay gente que empieza a discutir antes incluso de que haya nacido por qué nombre le van a poner. Voy a disfrutar del embarazo y ya está.

Paula lavó y escurrió las hojas de lechuga en el fregadero.

–Desde luego tener un bebé debe ser increíble. Traer una vida nueva al mundo…

–Es algo mágico –los ojos de Sonia se iluminaron mientras hablaba–. La verdad es que no entraba en mis planes quedarme embarazada, pero nos ha unido a Daniel y a mí mucho más de lo que hubiera creído posible –luego, bajando la voz, le preguntó–. Entonces, ¿Pepe y tú son… pareja?

–Supongo que sí –respondió ella, entre nerviosa e ilusionada–. Pero solo hace dos semanas que salimos. Nunca pensé que esto fuera a ocurrir, pero… –se encogió de hombros.

Sonia se puso seria.

–No quiero entrometerme, pero será mejor que anden con cuidado.

Paula tragó saliva.

–¿Qué quieres decir?

–Pues que ahora mismo los medios de comunicación están muy pendientes de nosotros con todo lo que está pasando.

A Paula se le pusieron las manos frías.

–No estoy segura de entender qué estás intentando decirme.

Sonia se inclinó hacia ella.

Amor Complicado: Capítulo 46

Pedro pasó a hacer las presentaciones.

–Esta es mi hermana Sonia –dijo señalando con un ademán a una bonita pelirroja.

Sonia le estrechó la mano a Paula con una sonrisa.

–Nos hemos cruzado alguna que otra vez en la oficina, cuando he ido a darle la lata a Pedro y a Federico, pero no nos habían presentado, ¿Verdad? –comentó.

–Y este es Daniel, el prometido de Sonia –continuó Pedro.

Era un hombre alto y rubio de sonrisa cálida.

–¿Qué tal? –la saludó cuando se estrecharon la mano.

–Y esta es Luciana, la organizadora de eventos de la familia –dijo Pedro, presentándole a otra de sus hermanas.

–Y ahora mismo me estaba riñendo por cómo he planificado esta cena –le confió Luciana con un brillo travieso en sus ojos verdes–. Confíen un poco más en mí; sé lo que estoy haciendo –le dijo a sus hermanos.

–Bueno, a Federico y al pequeño Marcos ya los conoces –continuó Pedro, dirigiéndose a Paula.  Federico la saludó con un asentimiento de cabeza, y el chiquillo levantando la mano como si fuera un indio–. Y a Carolina también la conoces, por supuesto.

Carolina, otra belleza de pelo castaño rojizo que también trabajaba en la empresa familiar, la besó en la mejilla y le presentó a su prometido, Adrián.

–Nos alegra que hayas podido venir. Y también el ver a Pepe más relajado últimamente gracias a tí –dijo dándole con el codo en plan juguetón.

–Bueno, es cierto que Paula  me está ayudando a ver las cosas con perspectiva –respondió Pedro.

En ese momento volvió a sonar el timbre de la puerta. Los hermanos se miraron unos a otros.

–Debe ser Andrés –siseó Carolina.

–Ya voy yo –dijo Luciana con una sonrisa, y fue a abrir.

Paula todavía no había conocido a ninguno de los dos hermanos Soa. No podía evitar sentir cierta curiosidad por qué clase de personas serían los hijos de la que había sido la amante de Horacio Alfonso.

Todos se giraron hacia la puerta cuando regresó Luciana con un hombre rubio de estatura mediana y elegantemente vestido. Pedro los presentó a Andrés y a ella, y el hombre la saludó con una sonrisa y le estrechó la mano con firmeza antes de hacer lo mismo con el resto de los presentes.

–Estoy encantado de estar aquí. Ha sido muy amable por su parte de invitarme. ¡Qué salón tan bonito! –comentó admirando la estancia.

Paula tenía la sensación de que lo había visto antes en alguna parte. Quizá había ido a la oficina por un motivo u otro. Tenía un cierto aire disoluto, como de profesor de universidad que se acuesta con sus alumnas. «¿Pero qué estás pensando?», se reprendió. «Eres tan prejuiciosa como Pedro y sus hermanos. Dale una oportunidad». No sabía nada de él; solo que Pedro no lo quería allí.

–En realidad la casa ha sido restaurada en buena parte – comentó Sonia–. Se caía a pedazos cuando la compraron nuestros abuelos paternos. La abuela se empeñó en que quería comprarla y se pasó años haciendo reformas para devolverle su esplendor original. Incluso compró muebles de época.

–Y por eso parece más un museo que una casa de verdad –murmuró Pedro.

–En cierto modo es un museo –intervino Carolina–, un monumento a una época que la abuela adoraba. Siempre decía que le habría gustado vivir a principios del siglo XIX para poder llevar esos vestidos largos y pasarse tardes enteras jugando a las cartas.

lunes, 11 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 45

Paula le dió muchísimas vueltas a qué detalle podría llevar para la cena del domingo, sobre todo teniendo en cuenta que no sabía cuál de los hermanos ejercería de anfitrión o anfitriona en ausencia de Ana Alfonso. No quería llevar flores para que se marchitaran en una casa cerrada y vacía donde nadie las disfrutaría, así que finalmente se decidió por una botella de champán y un bol de cerámica pintado a mano lleno de dulce de leche. Había quedado con Pedro en que se encontrarían allí, y cuando bajaba caminando,el nerviosismo le fue en aumento al ver cada mansión que pasaba, a cual más grande y elegante.  Cuando llegó a la impresionante residencia familiar de los Alfonso oyó voces a través de una ventana entreabierta.


–¿Me tomas el pelo? –era la voz de una mujer–. ¿Quién lo ha invitado?


–Yo –respondió otra–. Está haciendo un gran esfuerzo para convertirse en un miembro de la familia.


Paula se detuvo. Por su tono parecían irritadas; no quería entrar en medio de una escena.


–Ni siquiera es pariente nuestro; Andrés es hijo del segundo matrimonio de Alicia.


–También invité a Lucas, pero no recibí respuesta. Aunque puede que venga de todos  modos.

–¡Por Dios, Luciana! ¿Cómo se te ocurrió invitar a ninguno de ellos? –era la voz de Pedro–. Yo solo quería una cena tranquila en familia, como las que solíamos tener.


Su hermana debía haber invitado a los hijos de la otra familia del difunto Horacio Alfonso.


–Pues yo creo que deberíamos darle a Andrés una oportunidad. Es muy agradable, e incluso ha mostrado interés en trabajar para el Grupo Alfonso. ¿Por qué no aprovechar la ocasión para conocerlo un poco mejor?


Paula continuó sin atreverse a llamar, y fingió que estaba buscando algo en el bolso para hacer tiempo.



–Siempre has sido igual de blandengue –dijo Pedro–. Pero bueno, al menos Andrés no ha heredado parte de las acciones de la compañía y no tiene nada que ver con los problemas que estamos teniendo.


–Exacto; no podemos tener nada en su contra, así que démosle una oportunidad. ¿Alguien ha traído champán?



Paula decidió que aquel era el momento. Subió las escaleras de la entrada y llamó al timbre. Pedro la saludó con un cálido beso en la mejilla y la llevó hasta un amplio salón elegantemente decorado. Todo el mundo se levantó para darle la bienvenida y les encantó el detalle del champán y el bol de dulce de leche. Paula respiró aliviada. Parecía que había empezado con buen pie.



Amor Complicado: Capítulo 44

Le indicó con un ademán que saliera ella primero, y cuando pasó junto a él Paula sintió como los dedos de él se deslizaban por su trasero. Pedro acababa de hacerle saber que a quien deseaba era a ella, y no a la sofisticada Jimena.

Paula se sentía en el séptimo cielo mientras caminaban hacia el restaurante. Ni siquiera le importó que Pedro fuera charlando con Jimena. Ahora comprendía que si había estado utilizando su encanto personal con ella, había sido para conseguir cerrar ese trato, no porque quisiera llevársela a la cama, y se sintió un poco tonta y mezquina al recordar sus celos de antes. Se dió cuenta de que Federico le lanzaba de tanto en tanto a su hermano miradas preocupadas. ¿Temería tal vez que Pedro o ella desvelasen de algún modo su relación clandestina?  Sabía que el Grupo Alfonso no podía permitirse otro escándalo, así que se aseguró de sentarse en el sitio más alejado de Pedro.

Esa noche fue con Pedro a su casa, un apartamento moderno con unas vistas increíbles de la ciudad. Hicieron un pedido a domicilio a un restaurante tailandés, jugaron una partida de cartas de striptease, y acabaron haciendo el amor sin prisas en la enorme cama de Pedro. Luego, a medianoche, él le pidió un taxi para que la llevara a casa y pudiese levantarse allí y arreglarse para ir a trabajar el día siguiente. El jueves, a sugerencia de Pedro, dejó en su apartamento una bata y ropa para cambiarse para no tener que irse a casa, y ella empezó a llevar en el bolso maquillaje, un cepillo para el pelo y otras cosas. Se le hacía raro ver su ropa colgada en el armario extra donde él tenía la ropa de primavera y verano.

–He decidido restaurar una tradición familiar este fin de semana: la cena de los domingos en la casa familiar –le dijo Pedro a Paula.

–¿En casa de tu madre?

–Sí. Puede que resulte raro que nos reunamos cuando ella no está allí, pero me insistió en que quería que lo hiciéramos. Llevamos haciéndolo desde que éramos niños, y creo que mi madre tiene razón en que no deberíamos dejar de hacerlo por lo que está pasando. Tenemos que mantenernos unidos. Además, será una buena oportunidad para que los conozcas a todos.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

–¿Yo? No sé, no me parece que… Tus hermanos y tú tendrán muchas cosas de que hablar. Además, no quiero escandalizar a nadie. Seguro que les parece raro que estés saliendo con tu secretaria –dijo ella, y de inmediato se arrepintió de haber usado la palabra «salir».

–Federico  ya lo sabe.

Paula, que no quería reconocer que había escuchado su conversación, se limitó a decirle:

–No sé, creo que me sentiría fuera de lugar.

–Pues claro que no. Mi hermana Sonia traerá a su prometido, Daniel; y Carolina, a quien ya conoces, traerá al suyo, Adrián; y Federico traerá a su prometida, Sabrina, y me parece que a ella también la conoces, ¿No?

–Sí, la conocí un día que vino con Marcos a la oficina porque iban a almorzar fuera los tres.

–Parece que el amor flota entre los Alfonso últimamente. Vamos, Paula, tengo ganas de que los conozcas a todos.

–Está bien, de acuerdo –cedió ella finalmente, a pesar de que ya se notaba los nervios en el estómago de solo pensarlo.

Sin duda se preguntarían qué interés podría tener su hermano en alguien tan corriente como ella.

–Ya verás como les encantarás cuando te conozcan –Pedro la tomó por la cintura y la atrajo hacia sí–. Y estoy seguro de que a tí te encantarán ellos también.

Eso esperaba, se dijo ella para sus adentros, apretándose contra él y disfrutando de la sensación cálida y protectora de sus brazos en torno a ella. A cada día que pasaba estaba encariñándose más y más de Pedro. Era tan considerado, tan apasionado, tan sexy, tan inteligente… Dejó escapar un suspiro. Todo iba tan bien… ¿Por qué entonces tenía la sensación de que algo no tan grato le esperaba a la vuelta de la esquina?

Amor Complicado: Capítulo 43

Pedro se volvió hacia ella.

–Paula, hemos llegado a un acuerdo con Xhinga Corporation y vamos a salir a almorzar para celebrarlo. ¿Puedes reservarnos mesa en Montepeliano?

–Claro –dijo ella sin perder la sonrisa, aunque le dolían las mejillas–. ¿Para cuántas personas?

¿Iba a invitarla a ella también, o sería una reserva solo para él y su amiguita bilingüe? ¿Cómo podía ser que un fin de semana con Pedro Alfonso la hubiesen convertido de repente en una persona irracional y emocionalmente inestable?

–Para todos –Pedro paseó la mirada por la mesa de juntas–: Nueve.

Un rápido cálculo mental hizo que Paula se diera cuenta de que sí la había incluido.

–De acuerdo.

Llamó e hizo la reserva en voz baja mientras los demás seguían hablando. Estupendo. Ahora tendría que pasarse el almuerzo viendo a Jimena lanzándole miraditas a Pedro. Y viceversa.

–Disculpa–le dijo Pedro a Jimena–. Necesito hablar un momento con mi secretaria.


Cuando la miró a Paula el corazón le dió un vuelco. ¿Iba a amonestarla por haber huido en medio de la reunión? Su principal misión en las reuniones era tomar notas de lo que se hablaba, y era evidente que se había perdido la parte más importante: el momento en que habían cerrado el trato. Por supuesto Pedro o Federico podrían ponerla al tanto de los detalles, pero era muy poco profesional por su parte haberse ausentado de esa manera. Siguió a Pedro al pasillo, y este la llevó hasta una sala vacía. Una vez dentro, cerró la puerta. Cuando la miró, tenía el ceño ligeramente fruncido.

–Perdona que me marchara así, de repente, pero es que…

Paula no pudo terminar la frase porque los labios de Pedro le impusieron silencio, y se estremeció de placer cuando la asió por la cintura, atrayéndola hacia sí, e hizo el beso más profundo. Un suave gemido escapó de la garganta de ella y una sensación de alivio se extendió por todo su ser. Sus uñas arañaron la fuerte espalda de Pedro, y si no fuera porque estaban en la oficina le habría arrancado la chaqueta y la camisa para poder sentir su cálida piel. Pedro despegó sus labios de los de ella y se echó hacia atrás con una sonrisa de oreja a oreja.

–Será mejor que no nos dejemos llevar demasiado; no he echado el pestillo.

Paula se sonrojó.

–Perdón.

–Ya encontraremos un hueco para eso más tarde, te lo prometo –le dijo él. Había fuego en sus ojos azules–. Aunque me va a costar tener las manos quietas el resto de la tarde. Supongo que esa es la razón por la que dicen que tener un romance con alguien del trabajo no es una buena idea.

–Una de las razones –una sonrisa traviesa asomó a los labios de ella–. También hace que te cueste concentrarte en las reuniones.

–Pero también que el deseo de salir cuanto antes de una te haga esforzarte al máximo para cerrar un trato en un tiempo récord.

–Cierto: ¿cómo habéis conseguido cerrar el trato mientras yo estaba en el lavabo?

Pedro enarcó una ceja.

–Por haberte ido ya no lo sabrás –la picó yendo a abrir la puerta.