viernes, 15 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 52

La mano de Paula cubrió su miembro erecto a través del pantalón, del que todavía no se habían deshecho, y un gruñido de placer escapó de su garganta.

–Me siento como un adolescente cuando estoy contigo –le susurró al oído antes de mordisquearle el cuello–. No sabes lo que me ha costado hoy mantener las manos quietas.

–Suerte que ya no tienes que seguir haciéndolo.

Paula frotó la palma de la mano contra su miembro antes de bajarle la cremallera y agarrarlo con firmeza. Pedro arqueó la espalda y cerró los ojos por el intenso placer que experimentó.

–Creo que sería mejor que nos tumbáramos.

Paula apretó de nuevo su miembro, dejándolo sin aliento.

–La posición horizontal es demasiado… predecible –murmuró ella.

Pedro abrió de nuevo los ojos y vió la sonrisa traviesa en sus labios.

–Paula, nunca dejas de sorprenderme.

Se quitó los pantalones y la sentó en el respaldo del sofá de cuero. Lo volvió loco ver lo húmeda y dispuesta que estaba. La penetró despacio, disfrutando con sus dulces gemidos de placer. Los pechos de Paula rebotaban suavemente contra su pecho mientras él empujaba las caderas. Ella se asió con ambas manos a su espalda para no perder el equilibrio con sus embestidas. Le encantaba la sensación de sus suaves palmas contra su piel desnuda. Luego, cuando le rodeó la cintura con las piernas para atraerlo más hacia sí creyó que no iba a poder aguantar más, pero hizo un esfuerzo por contenerse y le dió un sensual y largo beso con lengua.

–¡Oh, Pedro…!

El oír a Paula jadear su nombre lo excitó aún más. Podía sentirla al borde del clímax. Paula le clavó las uñas en la piel y comenzó a mover las caderas más deprisa con las piernas aún firmemente entrelazadas en torno a su cintura. Cuando finalmente alcanzaron el orgasmo fue tan increíble que Paula habría perdido el equilibrio y habría caído en el sofá con él detrás si no la hubiese sujetado. Cuando hubo recobrado el aliento la tomó en sus brazos para llevarla al dormitorio y la tumbó en la cama. Ella tenía los ojos cerrados y sus largas y espesas pestañas le acariciaban las sonrosadas mejillas. Su cabello estaba desparramado sobre la almohada y sus labios hinchados por los besos estaban ligeramente entreabiertos.

–¡Qué hermosa estás! –murmuró él.

Los ojos de Paula se abrieron un poco, dejándole entrever aquellas gloriosas lagunas de jade. La sonrisa que asomó a sus labios hizo que el corazón le palpitara de un modo extraño. Últimamente estaba experimentando toda una serie de sensaciones que le eran desconocidas. Se tumbó junto a ella. Paula había vuelto a cerrar los ojos y parecía ya medio adormilada. Él también estaba cansado; debería ir a quitarse el preservativo. Fue entonces cuando se dió cuenta de que había olvidado ponérselo.

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