lunes, 25 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 69

–¿Es porque puede que esté embarazada?

–En absoluto. Quiero pasar contigo el resto de mi vida: en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad. Todas esas cosas. ¿Qué me dices?

–Que suena… bien –musitó ella, aún incrédula, sintiendo que una ola de felicidad la inundaba.

Una imagen de sí misma saliendo por el pasillo central de una iglesia del brazo de Pedro se le dibujó en la mente.

–Suena maravillosamente bien.

Sin embargo, de pronto otro pensamiento la asaltó. Probablemente Pedro todavía no sabía que había sido ella quien había dejado entrar al asesino en el edificio aquel día, que era, en cierto modo, responsable de la muerte de su padre. Su felicidad se desinfló como un globo.

–¿Qué ocurre? Te has puesto pálida de repente –inquirió él poniéndose serio.

–No lo sabes, ¿verdad?

–¿El qué?

Paula tragó saliva.

–Yo… yo dejé entrar al asesino aquel día en el edificio.

Pedro dejó caer sus manos como si quemaran.

–¿De qué estás hablando?

Paula sintió una punzada en el pecho al ver cómo se ensombrecían sus facciones. Inspiró temblorosa.

–Ayer recordé que un hombre al que no había visto antes entró conmigo ese día. No me pareció extraño ni pensé nada. Es probable que se escondiera en alguna parte del edificio para luego… –tragó saliva de nuevo– para luego disparar a tu padre.

Bajó la vista. No quería ver el espanto en sus ojos.

–Federico me dijo que habías recordado haber visto a alguien sospechoso y que habías llamado a la policía –murmuró Pedro–. No me dijo que le hubieras abierto la puerta.

–En realidad fue él quien me la abrió a mí. Estaba lloviendo y yo corría hacia la puerta. Él apareció detrás de mí, la empujó para que pasara y entró también –los ojos de Paula se llenaron de lágrimas–. Lo siento… Lo siento muchísimo –alzó la mirada y vió el dolor en los ojos de él.

Sin embargo, en vez de apartarse de ella, dió un paso hacia delante y la estrechó entre sus brazos.

–Sé que nunca harías nada para hacerle daño a mi familia o a la compañía –le dijo.

La calidez de su cuerpo y el olor de su colonia le calmaron los nervios a Paula.

–Todos los sabemos –se echó hacia atrás para mirarla a los ojos–. Nadie te culpa por la muerte de mi padre. Además, gracias a tí ahora la policía por fin tiene un sospechoso –volvió a abrazarla con fuerza y murmuró contra su cuello–: No te imaginas cuánto te he echado de menos –dijo son pasión.

–Yo también a tí –respondió ella en un hilo de voz. No podía creerse todo lo que estaba pasando. ¡Pedro le había dicho que la quería y que quería casarse con ella!–. Te quiero, Pedro. He estado enamorada de ti durante años y… –la voz se le quebró de la emoción, pero no importó porque él tomó sus labios con un beso embriagador.

Cuando despegaron sus labios Pedro la miró a los ojos de nuevo.

–Dios, Pau, no podría soportar vivir sin tí. ¿Puedes perdonarme por haber sido tan estúpido?

–No hay nada que perdonar. Estabas bajo mucha presión; aún lo estás.

–Sí, pero eso no excusa mi comportamiento. Haré todo lo queesté en mi mano para compensarte –murmuró antes de besarla con dulzura.

–No necesito nada; solo a tí –dijo ella acariciándole el cabello.

–Y yo a tí. ¿Te casarás conmigo, Pau?

–Sí –dijo ella con emoción pero con firmeza–, sí, Pedro, me casaré contigo.

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