lunes, 4 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 26

–Vamos al dormitorio –la instó Pedro con voz ronca por el deseo.

Sin esperar una respuesta por parte de ella, la alzó en sus fuertes brazos, la llevó al dormitorio y la depositó con cuidado sobre la cama.

–Eres tan preciosa… –murmuró.

Le acarició el hombro con el dorso de la mano, y su mano descendió por el pecho, rozando el sujetador brevemente. Cuando llegó a las minúsculas braguitas enganchó en ellas los dos pulgares y se las bajó muy despacio, devorándola con la mirada. Paula esperó impaciente a que se las sacara, y en cuanto él se irguió y se inclinó hacia ella para quitarle también el sujetador, se incorporó para que pudiera desabrochárselo con más facilidad. Pedro besó ambos pezones y los humedeció con un lametazo. Paula, a quien empezaba a faltarle el aliento, le bajó los boxers hasta los muslos y él acabó de quitárselos. Al fin desnudos los dos Pedro subió a la cama y se tumbó sobre ella para besar cada centímetro de su rostro mientras le susurraba lo hermosos que eran sus ojos y lo suave que era su pelo. Aquellos sencillos cumplidos la hicieron sentirse como una diosa. Dejó que sus manos recorrieran a placer los musculosos brazos y la espalda de él. Pedro la penetró con una delicadeza exquisita, besándola mientras se hundía en su interior. Paula se arqueó hacia él, deleitándose en la sensación de tenerlo dentro de sí y de sus fuertes brazos rodeándola.

–¡Oh, Pedro! –suspiró. Llevaba años esperando ese momento.

Él empezó a moverse y cuando Paula alzó el rostro la sorprendió la intensidad de su mirada.

–Eres una mujer increíble –le susurró él.

¿De verdad lo era?, se preguntó ella. Desde luego en ese momento se sentía increíblemente bien; se sentía especial. O tal vez fuera solo aquella locura que parecía haberse apoderado de ambos desde esa noche en la oficina.

–No es verdad –replicó. No quería que Pedro le hiciera el amor a una mujer que había fraguado en su imaginación y no tenía nada que ver con ella, con la verdadera Paula Chaves–. Soy yo… simplemente yo.

Pedro dejó de moverse y cuando sus ojos se encontraron a ella volvió a dejarla sin aliento la intensidad de su mirada.

–Por eso eres increíble, por ser simple y sencillamente tú: la mujer más hermosa, dulce, capaz, sexy e irresistible que he conocido.

Ella soltó una risita.

–¡Menuda ristra de adjetivos!

–La cuestión es que eres única –Pedrola besó en la mejilla y en la punta de la nariz, haciéndola reír de nuevo–. Y me siento muy afortunado de estar aquí, haciendo el amor contigo.

El miembro de Pedro se movió dentro de ella, volviendo a arrancarle una risita, aunque también la hizo estremecer de placer. Comenzaron a besarse de nuevo, y  la hizo rodar con él hasta que quedó sentada a horcajadas en su regazo. Las manos de él recorrían su piel, sus piernas la rodeaban, su lengua se enroscaba con la de ella… Sintió un repentino impulso de gritar que lo amaba. ¿Era solo por el sexo?, se preguntó mientras se movía, subiendo y bajando.

«Te quiero, Pedro…».

Aunque lo pensó no dejó que sus labios pronunciaran esas palabras. No quería que él se sintiera presionado y arruinar aquel hermoso instante. Nunca se había sentido tan unida a nadie y quizá jamás volvería a sentirse así. El clímax llegó de un modo gradual, en pequeñas oleadas de placer que fueron in crescendo, hasta explotar como una gran ola rompiendo contra las rocas. Pedro se unió a ella con largo gemido, y cuando Brooke se derrumbó sobre él la rodeó con sus brazos.

–No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí tan maravillosamente bien –murmuró acariciándole la espalda–. Eres un auténtico milagro.

Paula se sentía como si el corazón fuera a estallarle de felicidad. Casi podía imaginarlos viviendo juntos como pareja. Habían trabajado codo con codo durante cinco años y siempre se habían llevado bien, nunca habían discutido, y Pedro respetaba sus opiniones.

–Hice bien en sacarte de esa reunión y emborracharte con el whisky –bromeó.

–Ya lo creo. Y es algo que no se habría atrevido a hacer cualquiera –dijo él, y la besó en la mejilla–. Eres una mujer muy valiente.

¿De verdad lo era?, se preguntó ella. Bueno, desde luego probablemente pocas mujeres harían una locura como irse de fin de semana con su jefe. Las dudas empezaron a asaltarla de nuevo. ¿Qué pasaría cuando volviesen el lunes a la oficina? ¿Se comportaría Pedro de un modo afectuoso con ella, o la trataría de nuevo solo como a su secretaria? ¿Y qué haría si la besase delante de otros empleados? Se sonrojó solo de pensar en ello. Le encantaría que eso pasara, naturalmente, porque se sentiría orgullosa y feliz siendo la novia de Pedro Alfonso, sería como un sueño hecho realidad.

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