viernes, 22 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 61

–Me he enterado de que fuiste una de las últimas personas en abandonar el edificio esa noche antes del asesinato –dijo Pedro.

Paula asintió.

–Ojalá pudiera ser de más ayuda para que la policía diera por fin con el asesino.

–Quizá puedas –Pedro se masajeó la sien con los dedos–. ¿Advertiste algo inusual?

Paula vaciló.

–Bueno, el que tu madre estuviera allí me pareció inusual. No recuerdo haberla visto nunca llevarle la cena a tu padre.

Él entornó los ojos.

–De modo que sí sospechas de ella.

–No, solo estaba respondiendo a tu pregunta.

–Mi madre me dijo que mi padre y ella habían tenido una discusión la noche anterior y que ese día él se fue al trabajo de mal humor y luego la llamó para decirle que iba a trabajar hasta tarde. Por eso decidió ir a llevarle la cena, para intentar ablandarlo y hacer las paces con él –le explicó Pedro cruzándose de brazos–. No me parece que sea algo sospechoso.

Paula no respondió a eso. Comprendía por qué sospechaba la policía, sobre todo teniendo en cuenta que Horacio Alfonso le había sido infiel a su esposa, pero ella no había sabido nada de eso cuando había hablado con la policía.

–Ojalá hubiera visto al asesino o hubiese notado algo extraño – dijo–. He repasado en mi mente una y otra vez esa noche, pero… –se encogió de hombros con impotencia.

–Asesinaron a mi padre pocos minutos después de que mi madre y tú se marcharan. El asesino debía estar escondido dentro del edificio.

–¿Y qué dice tu madre? ¿Vió a alguien?

Pedro sacudió la cabeza.

–A nadie. Dice que subió al despacho de mi padre. La puerta estaba cerrada. Llamó, pero él no contestaba, así que abrió la puerta y lo vió sentado en su mesa. Le dijo con muy mal genio que se marchara de allí. Mi madre se quedó atónita. Le dijo que le traía la cena, pero él le respondió que no quería nada y que se fuera a casa. Dice que prácticamente le rugió esas palabras.

–¡Qué espanto!

–Sí que lo es, y ese es el último recuerdo que conservará de mi padre el resto de su vida. Y ahora está en la cárcel acusada de su asesinato, y tú no me contaste que esa noche la viste allí.

Paula bajó la vista.

–Lo siento muchísimo, Pedro.

–Creo que necesitamos darnos un descanso. Quiero que a partir de mañana te tomes unos días libres –cuando Paula alzó la vista, vió que tenía el ceño fruncido–. De hecho, te pagaremos el doble de tu salario si te quedas en casa hasta que las cosas se aclaren.

A Paula le flaquearon las rodillas. ¿Significaba eso que estaba despedida? Lo que sí significaba sin lugar a dudas era que su relación se había acabado.

–Tamara se ocupará de tu trabajo en tu ausencia. Si tienes alguna pertenencia personal en la oficina le pediré que te la traiga.

Paula se sentía como si le hubiese dado una bofetada. Querría decirle que no había tenido intención de hacerle daño a su madre, pero él quería que desapareciera de su vida.

–Iré a por mi portátil para que se lo lleves a Tamara –murmuró intentando contener las lágrimas–; lo necesitará.

Fue a por la maleta del portátil y regresó al salón para entregársela a Pedro con manos temblorosas. Sus dedos se rozaron cuando él la tomó, y el cosquilleo eléctrico que recorrió su cuerpo la inundó de recuerdos. La noche anterior había yacido con él; esa noche dormiría sola.

Pedro estaba ya a punto de salir por la puerta cuando se volvió.

–Recibirás el extra de tu salario por transferencia y no tendrás que volver al trabajo hasta nuevo aviso –dijo rehuyendo su mirada. Con la mano en el picaporte de la puerta, vaciló antes de añadir–: Pero si te enteraras de algo… inesperado…

Paula comprendió que estaba hablando de su posible embarazo.

–No te preocupes; te llamaré si ocurre algo –dijo en un hilo de voz.

Pedro la miró una última vez con expresión pétrea y salió cerrando tras de sí.

Paula se derrumbó en el sofá y se echó a llorar desconsolada. Si le hubiera dicho que había visto a su madre en el edificio esa noche… Sin duda se habría enfadado igualmente, pero no podría culparla de habérselo ocultado.

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