lunes, 4 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 29

No sabía cómo iba a ser capaz de volver a trabajar con él a partir del lunes, pensó abanicándose cuando empezó a oírse caer el agua de la ducha. Y lo increíble que era el sexo con él… Tal vez el haber estado tantos años fantaseando con él había hecho que fuera aún más intenso de lo que había imaginado. Le encantaba lo cariñoso que era cuando lo hacían, cómo le prodigaba tiernos besos y abrazos además de todas esas cosas que le hacía con los dedos y con la lengua. ¡Y qué cosas sabía hacer! Era hábil hasta para ponerse el preservativo en el momento justo para no interrumpir la acción. Debía haber tenido ya abierto el envoltorio antes de que empezaran siquiera. Frunció el ceño al pensar aquello. Eso debía servirle de recordatorio de que Pedro no era un chico inocente en su primera cita. Pedro Alfonso debía haberse llevado a la cama a un buen número de mujeres, y sin duda ella no sería la última. Sintió una punzada en el pecho y se dio cuenta de lo tonta que era al pensar en un futuro con él cuando apenas había empezado el fin de semana. ¿Quién sabía qué le depararía el futuro?

–¿Por qué esa cara tan seria? –inquirió Pedro, reapareciendo en ese momento con una toalla liada a la cintura.

Una sonrisa le asomó a Paula a los labios al verlo. ¿Qué mujer podría seguir seria con un cuerpazo semejante ante sí?

–Mucho mejor –dijo él.

El sitio al que Pedro llevó a Paula a desayunar era una cafetería estilo años cincuenta en el que servía el propio dueño, que probablemente llevaba regentando el negocio todo ese tiempo. Los trató como si hubiese ido a visitarle alguien de la realeza, y su nieta, que tendría unos siete años, le ofreció a Paula un ramillete de flores silvestres que había recogido.

–Es usted muy bonita –le dijo.

–Gracias –respondió Paula con una sonrisa–. Tú también. Y debo decir que estoy impresionada con la atención que recibe una aquí. No todos los días te hacen un cumplido y te regalan flores en el desayuno –cuando la niña se hubo alejado, le siseó a Pedro con una sonrisilla–: Me pregunto si su abuelo no le dará una propinilla para que haga esto de las flores y los piropos a las clientas.

–Bueno, yo diría que es una buena estrategia. Quizá podríamos probarla con nuestros clientes –respondió él divertido–. Claro que ninguno es tan agraciado como tú y sonaría falso.

–¡Venga ya! –respondió ella sonrojándose. Habría protestado, diciendo que no era tan bonita, pero no quería que pareciera que estaba intentando que le hiciera un cumplido. La verdad era que nunca se había sentido tan bonita como en ese momento–. Por cierto, espero que no tengas planeado nada que sea muy cansado para esta mañana, porque después de este fantástico desayuno no estoy segura de poder moverme. Beicon crujiente, huevos revueltos en su punto, panecillos recién horneados con mantequilla y mermelada…

–Iba a llevarte a hacer un poco de senderismo, pero si te apetece algo más tranquilo lo dejaremos para esta tarde. ¿Qué tal si vamos al lago un rato y hacemos como que pescamos?

–Me parece bien.

Cuando fueron a pagar, uno de los empleados de la cafetería les trajo una bolsa de papel con comida para llevar y otra de plástico con bolsas de hielo y latas de cerveza. Al parecer lo había pedido Pedro, aunque Paula no sabía cuándo lo había hecho.

Mientras Pedro metía el hielo y las cervezas en la neverita portátil del coche, Paula se preguntó si haría aquello a menudo: llevarse a una mujer a la cabaña y quizá sobornar a la gente del lugar para que la colmasen de atenciones. Tal vez en ese mismo instante el dueño y los empleados de la cafetería estaban sacudiendo la cabeza, chasqueando la lengua y apostando cuánto le duraría esta. Ella misma estaba preguntándoselo. Pedro le abrió la puerta del vehículo, haciendo gala de su caballerosidad, y ella subió. La verdad era que en esos momentos no se sentía en absoluto como su secretaria, y algo parecía haber cambiado en Pedro desde que habían llegado a las montañas. Por primera vez desde la muerte de su padre parecía relajado de verdad, y mientras que en las últimas semanas había estado hosco y malhumorado, ahora volvía a sonreír. Ella también se sentía distinta. La noche de pasión que habían compartido le había despertado una sensualidad de la que nunca se había creído capaz. A pesar de que había tenido relaciones con varios hombres, nunca había experimentado tanto placer como con Pedro ¿Qué pasaría cuando llegara el lunes? ¿Volverían a ser jefe y secretaria? ¿O resultaría que no estaba soñando, sino que su sueño se estaba haciendo realidad? Lo malo era que, si no era así, si llegaba el lunes y aquello terminaba, solo le quedaría la agonía de saber cómo era lo que se estaría perdiendo… durante el resto de su vida.

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