viernes, 8 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 39

–¡Que te has llevado a Paula a la cabaña! –Federico, el hermano de Pedro, se quedó mirándolo anonadado. Estaban a solas en el despacho de Pedro con la puerta cerrada–. Pepe, la situación no es tan desesperada como para que tengas que trabajar también los fines de semana. Al final pude añadir a Industrias Larrimore a nuestra cartera de clientes. Eso debería empezar a darnos beneficios en cuanto…

–¡Pero qué dices! No la llevé allí para trabajar.

Al comprender, su hermano parpadeó.

–¿Paula  y tú…? ¿Y estás seguro de que es buena idea? Brooke es una empleada clave para la compañía, y ya sabes cómo eres con las mujeres…

Pedro frunció el ceño irritado.

–Pues no, no lo sé. ¿Cómo se supone que soy con las mujeres?

–Te entusiasmas demasiado.

–Pues sí, ¿ Y qué? Paula es preciosa, es inteligente, es dulce y da unos abrazos fantásticos –Pedro no podía dejar de sonreír.

–Seguro que ella está diciendo lo mismo de tí –Federico enarcó una ceja–. ¿Van a besarse en las reuniones y a escaparse por las tardes para darse un revolcón?

Pedro reprimió una sonrisilla.

–Aunque suena tentador, creo que los dos tenemos el suficiente autocontrol para mantener un cierto decoro profesional.

–¿Y qué pasará cuando te canses de ella?

–Eso no me lo puedo ni imaginar.

–Quizá sea que yo tenga más imaginación que tú. Sé lo que es cuando una relación se empieza a agriar. ¿Te das cuenta de que podría demandarte por acoso sexual y que podría ganar el pleito?

Pedro frunció el ceño.

–Paula nunca haría eso.

–Esperemos que no. No podemos permitirnos otro escándalo ahora mismo. En fin… supongo que tendrás que casarte con ella –le dijo sin el menor atisbo de humor.

A Pedro se le encogió el estómago.

–Oye, oye… No te pases que solo hemos tenido una cita y hemos pasado juntos el fin de semana.

–¿Lo ves? Ese es el Pepe que conozco. Cuando te gusta una mujer durante un tiempo estás loco por ella, pero luego conoces a otra y se te pasa la fiebre que te había dado con la primera.

–Me da igual lo que digas. Con todo lo que nos ha ocurrido, últimamente siempre me pregunto qué más puede pasar, así que estoy decidido a aprovechar el momento –zanjó Pedro–. ¿Y ustedes qué?, ¿Han ido a ver a mamá el fin de semana?

–El sábado y el domingo, como prometimos. Dice que está bien, pero yo la veo más delgada, y tiene mala cara. Tenemos que sacarla de allí.

–Cada día he llamado a la oficina del fiscal del distrito. Hoy ya van tres veces. Si tienen pruebas contra ella que las pongan sobre la mesa. No pueden mantener a alguien entre rejas sin un juicio. Además, no es como si estuviera acusada de un acto de terrorismo – dijo Pedro, sintiendo una vez más que volvía a hervirle la sangre–. La secretaria del fiscal del distrito me dijo algo de un testigo, pero luego se cerró en banda y no quiso contarme nada más. Sabemos que nadie presenció el asesinato porque si no habríamos oído algo al respecto y sabríamos qué ocurrió. El detective privado que contraté está intentando romper ese muro de silencio que ha levantado la policía, pero de momento no ha obtenido resultados.

–Sonia va ir a visitar otra vez a mamá esta tarde.

–Yo también, después de la reunión. Le he comprado los bombones que le gustan. Aunque me temo que no deben saber tan bien cuando estás encerrado en una celda minúscula y durmiendo al lado de un váter. Todo esto me pone enfermo.

–Lo sé; a mí me pasa igual –dijo su hermano–. Y respecto a lo de Paula… lo entiendo. Esto es una pesadilla para todos, comprendo la tentación de buscar refugio en el calor de unos brazos femeninos – le dió una palmada en el hombro a Pedro–. Si tienes noticias de la policía o de la oficina del fiscal no dejes de decírmelo.

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