miércoles, 13 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 50

–Quizá no tenía ni idea de qué estaba pasando –intervino Sonia.

–Lo dudo mucho. La policía llevaba semanas paseándose por nuestras oficinas recogiendo datos para la investigación. Nadie podría haber pensado que esos inspectores habían ido allí para charlar un rato. Alguien es responsable de que nuestra madre esté entre rejas ahora mismo, y eso es algo que yo sería incapaz de perdonar.

Paula se sentía mareada. Antes o después Pedro descubriría que había sido ella. Una parte sí sentía deseos de confesarlo en ese mismo momento y acabar con aquello. Que le gritaran y la culparan y la echaran de allí. Retorció nerviosa la servilleta en su regazo. No, no se sentía capaz. Y no soportaba la idea de hacerle daño a Pedro. Y también tenía que pensar en su trabajo; tenía que pagar el alquiler y no quería renunciar a su sueño de que algún día aquel pequeño departamento fuese suyo. Quizá debería ir buscando otro empleo, ya que sin duda, como había dicho Pedro, la despedirían cuando supiesen la verdad, y eso ocurriría antes o después.

–Paula, ¿estás bien? Estás muy pálida –dijo Luciana.

–¿Eh? No, estoy perfectamente –se apresuró a decir ella–. Está todo buenísimo.

–Cierto, una cena espléndida –intervino Andrés con una sonrisa–. Creo que es el mejor asado que he tomado en mucho tiempo; mis felicitaciones a la cocinera.

Sonia respondió a su cumplido también con una sonrisa.

–Mamá me enseñó todo lo que sé. Es la mejor de las anfitrionas –respondió–. Por cierto, Caro, mamá quería saber cómo van los preparativos de la boda. ¿Ya has escogido el vestido?

Carolina dió un respingo.

–¿Que si he elegido el vestido? ¿Cómo voy a casarme con mamá en… en ese sitio horrible?

–Me dijo que no quería que paráramos nuestros planes, que así cuando salga será como si hubiera sido solo un mal sueño y podremos seguir con nuestras vidas. Ella y yo estuvimos discutiendo ideas para el menú de mi boda cuando fui a verla el otro día. Y cree que debería escoger ese vestido de Vera Wang que te enseñé.

Carolina se mordió el labio.

–No sé, es que no me parece bien pensar en vestidos, tartas de boda y cosas así en un momento como este –se volvió hacia Adrián, su prometido–. ¿Tú no lo ves igual?

–Sí, yo pienso lo mismo –dijo dándole unas palmaditas en la mano–. No hay ninguna prisa; tenemos por delante el resto de nuestras vidas.

–Pues yo estoy de acuerdo con mamá –replicó Luciana–. Vamos, Adrián, ¿No te parece que nuestra madre se animaría si le lleváramos fotos de Caro con sesenta o setenta vestidos espectaculares? –Adrián se encogió de hombros y Luciana sacudió la cabeza–. Estoy yo más ilusionada con su boda que ellos –les dijo a los demás–. Si no fuera porque me tienen a mí para ayudarles con los preparativos, seguro que ni siquiera habría boda. ¿No creen que todas las familias deberían tener a una organizadora de eventos como yo? Ahora mismo tenemos en vista la boda de Sonia y Daniel, la de Federico y Sabrina, la de Caro y Adrián… ¿Quiénes serán los siguientes?

Una irracional ola de esperanza invadió a Paula. ¿Por qué no Pedro y ella? Él no dijo nada, y ella evitó mirarlo. La advertencia de Sonia resonaba en su mente.

–¿Qué me dices de tí, Andrés? –le preguntó Luciana–. ¿Tienes a una novia escondida bajo la manga?

–No, me temo que no –respondió él sonriente–. Todavía estoy esperando a que aparezca la mujer de mi vida –añadió paseando la mirada por la mesa–. En fin, ¿Quién sabe? Supongo que puede ocurrir el día menos esperado –sus ojos azules se posaron en Luciana, y Paula lo vió enarcar una ceja de un modo sugerente.

–Así se habla –dijo Luciana. Dió una palmada en la mesa y se volvió hacia Adrián–. Y sigo pensando que deberías convencer a Caro para que empiece a tomar decisiones. Hace poco organicé la boda de una pareja de novios que llevaban comprometidos… ¡Dieciséis años! No es que tuvieran pensado esperar tanto; es que no acababan de decidirse a fijar una fecha.

–A lo mejor es que no estaban tan enamorados –apuntó Pedro–. Cuando dos personas se dan cuenta de que se gustan de verdad las cosas se aceleran –sus ojos se posaron en Paula.

–Entonces a lo mejor tú serás el siguiente al que le echen el lazo –lo picó Luciana traviesa.

Pedro se rió.

–O puede que seas tú.

Las esperanzas de Paula se desinflaron con la misma rapidez con que habían aflorado en su interior. Era ridículo que se hiciera esperanzas teniendo en cuenta que no llevaban más que un par de semanas saliendo. Parecía que no hubiera tenido antes una relación.

–Bueno, puesto que no estoy saliendo con nadie ahora mismo, no lo veo muy plausible. Aunque supongo que nunca sabe uno lo que puede depararle la vida.

–Una gran verdad –dijo Andrés, regalando una nueva sonrisa a todos los presentes–. Yo, por ejemplo, no habría imaginado nunca que esta noche compartiría la cena con una familia tan encantadora. Me siento muy honrado de estar aquí, y me alegra decir que me siento como en casa entre ustedes.

A Paula le habría gustado poder decir lo mismo. Sin embargo, aunque eran amables con ella, se sentía fuera de lugar. Los hermanos Alfonso no sabían que era ella la responsable de que su madre estuviese en la cárcel, y en cuanto lo descubrieran, no querrían volver a saber nada de ella.

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