lunes, 25 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 70

Se abrazaron con fuerza el uno al otro, como temerosos de que algún otro giro del destino volviera a separarlos. Se quedaron así un buen rato, y finalmente fue Pedro quien volvió a hablar.

–Y si estás embarazada, no pasa nada. De hecho, sería el hombre más feliz de la Tierra si lo estuvieras. En eso tampoco reaccioné como debía haberlo hecho. Me encantaría tener un hijo contigo, Pau.

Paula sentía que el corazón iba a estallarle de dicha.

–Yo también –y luego añadió con una sonrisa–: Aunque hay una alta probabilidad de que no lo esté, así que no te hagas muchas ilusiones. No estaba en el momento adecuado del ciclo para quedarme embarazada.

–Entonces tendremos que intentarlo de nuevo –dijo él con ojos brillantes–, porque nos veo a los dos con una gran familia.

Paula tragó saliva. Siempre había soñado con una casa llena de niños, todo lo contrario a su solitaria infancia.

–Me encantaría que formáramos una gran familia, como la tuya.

–Pues entonces necesitaremos una casa grande. Quizá una de esas casas con historia del centro. ¿O preferirías en las afueras?

–Me encanta el centro. Es agradable pasear por allí, con todas las tiendas que hay. Y los restaurantes. Y también están allí nuestras oficinas –Paula se quedó callada de repente. ¿Seguirían trabajando juntos cuando estuvieran casados, o sería demasiado extraño?

Pedro enarcó una ceja.

–¿Estás pensando lo que yo estoy pensando?

–Bueno, no tengo telepatía, pero estaba preguntándome si aún sigo desterrada de la oficina.

–Pues claro que no. Pero creo que deberías tener tu propio despacho. Me parece que ha llegado el momento de que tengas un puesto de más responsabilidad, que suponga un reto para tí.

Paula parpadeó, sorprendida de que recordara aquella conversación que habían tenido en las montañas sobre sus objetivos y sus sueños. No habían vuelto a hablar de ello, y pensaba que lo habría olvidado.

–Me encantaría. Me siento muy feliz trabajando contigo, pero sí que me gustaría probar y desarrollar nuevas capacidades con las que pueda ayudar a la compañía.

Pedro se rió.

–¡Eh, que esto no es una entrevista de trabajo! Ya te lo dije: estoy convencido de que tienes capacidad para mucho más. Y si la cosa se va a pique con Lucas Sosa al timón, quizá podríamos fundar nuestra propia compañía.

Paula sonrió.

–Podría ser divertido.

–Creo que cualquier cosa que hagamos juntos será divertida siempre, y te aseguro que he aprendido mucho de mí mismo en estos últimos días –Pedro inspiró profundamente–. A partir de ahora nuestra relación será lo primero, y todo lo demás queda relegado a un segundo puesto. O incluso a un tercero –sonrió–. O a un cuarto.

Un pensamiento repentino le nubló la dicha a Paula.

–¿Y qué pensará tu madre de que nos casemos?

–Estará feliz por nosotros –la tranquilizó él acariciándole la mejilla–. No entendía por qué no quiso quería decirme quién le había dicho a la policía que la había visto esa noche en el edificio. Luego comprendí que no quería que supiera que fuiste tú. Te tiene mucho aprecio. Preguntó por tí varias veces anoche, durante la cena.

–¿No le importa que sea una plebeya? –aquello era algo que la había preocupado desde el principio.

–Por supuesto que no. Mi madre juzga a la gente por sus méritos, no por las normas rancias de la clase social en la que nació.  Por eso se casó con mi padre, a pesar de que un montón de esnobs pensaran que estaba por debajo de ella.

–Creo que nunca entenderé a esa gente.

–No malgastes tu tiempo intentando entenderlos; su forma de ver la vida no tiene ningún sentido –Pedro la besó en la nariz, haciéndola sonreír–. A partir de ahora viviremos la vida según nuestras propias normas.

Sus labios volvieron a unirse, y aquel nuevo beso disipó las dudas de Paula. Todo por lo que habían pasado no había logrado separarlos; los había unido.

–Regla número uno –murmuró ella cuando despegaron sus labios–: nada de mandarme a casa con el doble de sueldo cuando te ponga de los nervios.

Pedro contrajo el rostro.

–Fui un estúpido por hacer eso. Si no puedes perdonármelo lo entenderé.

–Bueno, te lo pasaré por esta vez –lo picó ella con humor, antes de besarlo también en la punta de la nariz–. Pero solo porque eres increíblemente guapo.

–Eso es todo un cumplido viniendo de la mujer más hermosa de Charleston.

–Adulador.

–Es la verdad. Y también eres la que mejor figura tiene –dijo apretándole las nalgas–. Y como parece que con mis palabras he sido capaz de vencer el temporal y evitar un naufragio, espero que volvamos a compartir la cama esta noche.

La miró muy serio de repente.

–Has dicho que te casarías conmigo, ¿Verdad?

Paula se mordió el labio y fingió estar confundida.

–¿Eso he dicho?

–Pues creo que sí, pero me temo que solo haya sido mi imaginación porque era justo lo que quería oír.

Paula lo miró de un modo sugerente.

–No sé, últimamente es todo muy confuso. Quizá deberíamos dejar de hablar e irnos a la cama ahora mismo.

Pedro sonrió de oreja a oreja.

–Esa es la mejor idea que he oído en mucho tiempo.





FIN

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