lunes, 11 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 41

–Es una reunión con un posible cliente –dijo con voz dulce, deslizando un dedo por los botones de su camisa–. Una importante compañía con fábricas en China.

–Umm… Me lo estás poniendo muy difícil. Recordándome eso y a la vez tentándome de esa manera.

–Como secretaria tengo que insistirte en que vayas a esa reunión –respondió ella, y besó el hoyuelo que tenía en la mejilla–. Aunque eres tú quien decide si hacerme caso o no.

No podía creerse que estuviese siendo tan atrevida. La química que había entre ellos debía estar afectándole al cerebro.

–Iré solo si tú vienes conmigo –los ojos de él brillaban con humor porque sabía que lo habría acompañado de todos modos.

–¿Cómo puedo negarme si lo pones así?

Pedro la besó y cuando se apartó de ella a Paula todavía le cosquilleaban los labios. Embriagada y algo falta de aliento, abrió la puerta y fue a por su portátil. Todos los empleados de su planta debían haberse dado cuenta, ya de que había algo entre ellos, pensó nerviosa mientras se dirigía a su mesa. Y si no, se darían cuenta cuando viesen el rubor de sus mejillas o la expresión boba en su rostro. ¡Y Pedro se lo había soltado a Federico así, como si tal cosa!  ¿Pensaría contárselo a toda la familia? Seguro que los demás se preocuparían también con la idea de que le pusiera una demanda. Aquello a ella ni se le pasaría por la cabeza, pero su amiga Sofía le había contado que en la empresa en la que ella trabajaba una mujer había hecho precisamente eso: demandar a su jefe cuando la había dejado. Y había ganado el pleito aunque la relación había sido consentida porque era su jefe directo y el juez había estimado que como tal no debería haber iniciado una relación con una empleada.

Durante la reunión se sentó al lado de Pedro como hacía siempre, porque a veces él necesitaba que le mostrase algún informe o cierto archivo en su portátil. Frente a ella había una rubia alta de carnosos labios que representaba a Xingha Corporation, una empresa china que fabricaba juguetes y que colocaba buena parte de su producción en los supermercados del país. Junto a la rubia estaban los ejecutivos de la empresa, tres chinos vestidos con trajes grises que no hablaban inglés. De tanto en tanto ella se volvía hacia ellos para traducirles a su idioma las palabras de Pedro o de Federico, que también estaba presente en la reunión.

–Pedro tienes que volver a visitarnos pronto en Pekín –le dijo–. Te encantarán las reformas que han hecho en tu hotel favorito, hay un jacuzzi en cada habitación.

Paulase encontró pensando llena de ansiedad en los viajes que Pedro había hecho a Pekín, y preguntándose hasta qué punto habría intimado con aquella mujer, Jimena Daring.

–Pronto, pero ahora mismo las cosas aquí están un poco complicadas –dijo Pedro.

–Eso he oído –Jimena se inclinó hacia delante y puso sus manos sobre las de él–. Es terrible. Si hay algo que yo pueda hacer… lo que sea.

Paula se contuvo para no poner los ojos en blanco, aunque se le estaba revolviendo el estómago. Era evidente que había habido algo entre Pedro y aquella mujer. Le lanzó  una mirada por el rabillo del ojo, preguntándose si se le habrían iluminado los ojos con la sonrisa que Jimena le dirigió antes de soltar sus manos y echarse hacia atrás de nuevo. Federico estaba sentado un poco más allá. ¿Qué estaría pensando de aquella escena? Ella, si pudiera, se escondería debajo de la mesa.

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