viernes, 8 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 37

–¿Con quién?, ¿Alguien del trabajo?

Paula tragó saliva.

–Em… pues sí, la verdad es que sí.

–¿No me digas que al final has conseguido ligarte a ese bombón de jefe que tienes? –su madre se inclinó hacia ella, como si estuvieran conspirando–. ¿No te lo he dicho yo siempre? Eres tan guapa que puedes gustarle hasta al hombre más rico de Charleston. Con que solo lucieras un poco más tus encantos… –añadió bajando la mirada al discreto escote de su blusa–. ¡Pero venga, no te quedes ahí callada! ¡Cuéntame más!

Paula tomó un sorbo de su copa de vino.

–Es mi jefe, sí. Últimamente está bajo mucha presión con todo por lo que está pasando en su familia, y… bueno, supongo que podría decirse que le he servido de paño de lágrimas.

–¡Oh, Dios, un llorón no! No puedo soportarlos. Y además suelen beber como esponjas.

Paula se rió.

–Cuando he dicho lo del paño de lágrimas no lo decía en sentido literal, mamá. Es solo que… pues eso, que su familia y él están pasando un mal trago. Imagino que te habrás enterado por los periódicos.

–Sí, claro, lo de que su madre mató a su padre y todo eso… ¡Qué espanto!

–La señora Alfonso no lo hizo; estoy segura.

–Bueno, los periódicos dicen que hay pruebas de que estuvo en la escena del crimen sobre la hora en la que se cometió. A mí me parece que tiene todas las papeletas de ser culpable.

Paula se puso tensa al recordar la declaración que había hecho a la policía.

–Fue a llevarle la cena. O eso he oído –respondió.

No quería que nadie supiera que estaba implicada en la investigación. Al menos no hasta que hubiera encontrado la oportunidad de decírselo a Pedro. ¡Si pudiera volver atrás en el tiempo y decirle a la policía que no había visto a nadie…!

–Es una mujer encantadora –añadió–. Muy callada y amable.

Su madre chasqueó la lengua.

–Las mosquitas muertas son las peores. Siempre ocultan algo. Cuando tienes un trabajo como el mío, y sé lo que digo porque llevo haciéndolo más de treinta años, aprendes un par de cosas sobre la gente –le aseguró. Como camarera se preciaba de haber alcanzado un profundo conocimiento de la psique humana–. Seguro que se pasó años y años de matrimonio siendo la mujercita buena y complaciente, y estalló cuando se descubrió que él había tenido otra familia durante todo ese tiempo –dió una palmada con las manos que hizo que Paula diera un respingo.

–Pues yo estoy segura de que no fue ella –insistió–. El problema es que no parece haber nadie más que pudiera tener motivos para asesinar a Horacio Alfonso.

–¿Y qué me dices del hijo ilegítimo? Se dice que ha heredado un buen pico de su fortuna, ¿No?

Paula asintió.

–Parece que fue quien salió ganando con lo que Horacio Alfonso dejó dispuesto en su testamento. Y por lo que sé no es lo que se dice un tipo simpático. Pero no le vayas a decir nada de esto a nadie, ¿Eh? –a su madre le encantaba cotillear con sus clientes–. Al fin y al cabo también es parte de la familia. En cierto modo.

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