miércoles, 13 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 49

Andrés, que acababa de sentarse, tomó su copa vacía y miró la inscripción que tenía en la base.

–¡Ajá!, lo sabía: la famosa fábrica de cristal Penrose Waterford – sonrió a los demás, que estaban tomando asiento–. Es un privilegio estar rodeado de todos estos tesoros.

–Resulta gracioso conocer a alguien que los aprecia de esa manera –dijo Carolina–. La verdad es que nosotros no le prestamos atención a esas cosas porque nos hemos criado con ellas.

El pequeño Marcos había agarrado la cuchara de su padre y estaba a punto de aporrear con ella la reluciente madera antes de que Federico lo detuviese.

–¿Lo ves? –le dijo a Andrés riendo–. Mi hijo tampoco las aprecia.

Marcos se rió también, mostrando sus rectos y blancos dientes.

–Es un chico con suerte; ha nacido envuelto en pañales de seda –comentó–. Y rodeado de una familia tan cariñosa, además.

Paula se encogió en su asiento. Andrés parecía sentirse muy cómodo allí. Ella en cambio tenía la sensación de que todos estaban mirándola y preguntándose qué pasaría cuando Pedro la dejara. Y hablando de Pedro… No podía haber en el mundo un cabeza de familia tan guapo como él, pensó observándolo mientras cortaba el asado e iba pasando platos. Ella se sirvió en el suyo patatas cocidas a la menta, espárragos verdes al vapor, y levantó su copa con los demás para unirse al brindis que propuso Pedro por la familia y por que la señora Alfonso estuviese de nuevo en casa para la cena del domingo siguiente.

–Lo que a mí me gustaría saber –dijo Federico–, es quién le dio a la policía la información que hizo que la arrestaran. Ni siquiera quieren decirnos qué les dijo exactamente esa persona. El detective privado al que ha contratado Pedro dice que alguien vió a mamá en el edificio esa noche, pero la policía no se lo ha confirmado.

De pronto a Paula le temblaba la mano. Dejó con cuidado su copa en la mesa, rogando por que no lo hubiera notado nadie. Ella había estado en la oficina hasta un poco después de las siete, terminando un informe y una presentación de Power Point que Pedro necesitaba para una reunión . Fue entonces cuando, al ir a marcharse, se había encontrado con la señora Alfonso. Habían bajado juntas en el ascensor y habían salido juntas del edificio. Solo habían cruzado un saludo y se habían despedido al salir a la calle, pero la había visto muy abatida, y la notaba extraña. Se preguntó si sería porque había encontrado a su marido muerto o, peor, porque lo había matado. No, no podía creer que hubiera hecho algo así. Quizá debería decir algo. No había hecho nada malo por contarle a la policía lo que había visto, pero seguir allí sentada y no decir nada le parecía terrible. Tal vez podría…

–Si alguno de nuestros empleados le dijo a la policía que vio a mamá en el edificio habría que despedirlo –dijo Pedro de repente.

Paula tragó saliva y bajó la vista a su plato mientras cortaba un trozo de carne. No, no parecía que fuese buena idea hablar en ese momento. Tendría que esperar a estar a solas con Pedro para decírselo, en vez de soltárselo en medio de una reunión familiar.

–Venga ya, Pepe… –lo reprendió Carolina–. Si esa persona dijo la verdad no puedes despedirla. Además, mamá misma ha reconocido que estuvo allí esa noche, que fue a llevarle la cena a papá.

–Te equivocas; es una investigación policial y esa persona debería haberse acogido a la quinta enmienda para no hablar. Es una simple cuestión de lealtad a la empresa.

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