viernes, 8 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 40

Paula se alejó a toda prisa de la puerta del despacho de Pedro y volvió a su mesa con el corazón desbocado antes de que Federico saliera. Cuando la miró y le dirigió una sonrisa, ella solo acertó a tartamudear un saludo. Estaba segura de que tenía las mejillas como amapolas. No había podido resistirse a escuchar la conversación de Pedro con Federico mientras fingía que arreglaba unos papeles en un archivador alto que había junto a la puerta. Había sentido como si a su corazón le hubiesen salido alas cuando había oído a Pedro decir esas cosas tan bonitas de ella, y luego se le había hecho añicos cuando Federico había sugerido que ella podía denunciarlo por acoso sexual si intentaba dejarla, y cuando había acusado a Pedro de haber caído en sus brazos solo para huir de sus problemas. Federico había dejado abierta de par en par la puerta del despacho al salir, y cuando asomó la cabeza vió a Pedro sentado en su mesa revisando unos papeles. En ese momento alzó la vista hacia ella.

–¿Vas a demandarme por acoso sexual?

–Jamás –se apresuró a responder ella. ¿Sabría que había estado escuchando?

–Nunca digas de esta agua no beberé –contestó él enarcando una ceja–. La verdad es que tendrías motivos para hacerlo.

Paula entró y cerró la puerta tras de sí.

–Lo que ha ocurrido entre nosotros ha sido algo consentido por ambas partes –le dijo en un tono de voz calmado y profesional, aunque el corazón le palpitaba con fuerza en el pecho. ¡Qué típico de él decir aquello sobre lo que cualquier otro habría querido correr un velo! Eso hizo que lo adorase aún más–. No me arrepiento.

Pedro se levantó y rodeó la mesa para ir junto a ella. Con el traje oscuro que llevaba tenía un aspecto muy elegante e imponía un poco, distinto del hombre sencillo de cuya compañía había disfrutado durante el fin de semana, pero igual de irresistible. Le rodeó la cintura con los brazos y la atrajo hacia sí para besarla. Un cosquilleo de placer le recorrió todo el cuerpo mientras deslizaba las manos por debajo de la chaqueta de él para acariciarle la espalda a través de la camisa de algodón.

–Esto de besarse en un despacho tiene su punto –murmuró Pedro antes de besarla en el cuello.

–Yo me siento como si estuviese haciendo una travesura.

–Lo es, es una travesura –dijo él apretándole suavemente las nalgas con ambas manos–. Y se me ocurren unas cuantas travesuras más que podríamos hacer.

Paula dejó escapar una risita.

–¿No tienes una reunión a las diez?

–Puedo posponerla.

La expresión seria de Pedro hizo a Paula reír de nuevo.

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