lunes, 25 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 66

–¿Dónde está Paula? –inquirió Federico asomándose por la puerta abierta del despacho de Pedro.

Su hermano se pasó una mano por el pelo. Tenía un dolor de cabeza bastante molesto.

–Le he dado unos días libres –se limitó a decir, con la esperanza de que Federico dejara el tema.

–¿Está enferma? –su hermano parecía preocupado.

–No. Es solo que pensé que sería mejor que estuviera alejada por un tiempo. Las cosas se están poniendo demasiado complicadas.

Federico ladeó la cabeza.

–No dirás que no te lo advertí.

Pedro se levantó de su sillón y fue hasta el ventanal. Notaba la ausencia de Paula como si le faltara un brazo o una pierna.

–Yo no esperaba que pasara nada de esto –le dijo a su hermano sin volverse–. ¡Menudo cliché!, ¿No? Tener un romance con mi secretaria… Es evidente que perdí la cabeza. «Y luego también mi corazón». Maldijo aquel pensamiento que cruzó por su mente. Otro cliché. Su madre le había leído demasiada poesía de niño.

Federico entró y cerró la puerta.

–¿Te ha amenazado con ponerte una demanda?

Pedro se volvió.

–¡Por Dios, no!

–Sigues enfadado porque no te dijo lo que le había contado a la policía.

–Estaba enfadado. Ahora ya no sé qué pensar. Y hay otra cosa.

Federico enarcó una ceja.

–¿Quieres contármelo?

–La última vez que lo hicimos olvidé usar preservativo.

Su hermano puso unos ojos como platos.

–¿Crees que está embarazada?

–Aún no lo sabemos, pero podría estarlo. ¿Te haces una idea ahora de cómo se están complicando las cosas?

Pedro sintió una punzada de preocupación. ¿Cómo estaría Paula ?

–¡Vaya lío! –murmuró Federico–. Pero no me parece que esté bien que la hayas desterrado así, con cajas destempladas. Seguro que está preocupada. Además, su intención no era causarle problemas a mamá.

–Aun así creo que necesitamos darnos un tiempo. La cosa se estaba poniendo demasiado seria.

Al menos así era como intentaba explicarse él esa extraña mezcla de emociones enfrentadas que lo tenía así de agitado.

–La echas de menos, ¿No?

Pedro suspiró.

–No sé cómo me siento. Están pasando demasiadas cosas al mismo tiempo.

–Conozco esa sensación –dijo Federico con una sonrisa–. A Sabrina y a mí nos ocurrió igual: fue como un torbellino. Creo que deberías dejarte llevar por lo que te diga el instinto.

–Ya no estoy seguro de que lo tenga. Además, hay un montón de trabajo por hacer. ¿Y para qué? Para que Lucas Sosa se haga aún más rico de lo que es –dijo con una sonrisa sarcástica.

Federico se cruzó de brazos.

–No cambies de tema.

–¿Por qué no? Se supone que Lucas debería estar aquí, arrimando el hombro, ya que un cuarenta y cinco por ciento de la compañía es suyo. ¿Y por qué Diana es tan reacia a investigarlo?

Federico se encogió de hombros.

–No sospecha como tú de que fuera él quien cometiera el crimen.

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