lunes, 11 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 43

Pedro se volvió hacia ella.

–Paula, hemos llegado a un acuerdo con Xhinga Corporation y vamos a salir a almorzar para celebrarlo. ¿Puedes reservarnos mesa en Montepeliano?

–Claro –dijo ella sin perder la sonrisa, aunque le dolían las mejillas–. ¿Para cuántas personas?

¿Iba a invitarla a ella también, o sería una reserva solo para él y su amiguita bilingüe? ¿Cómo podía ser que un fin de semana con Pedro Alfonso la hubiesen convertido de repente en una persona irracional y emocionalmente inestable?

–Para todos –Pedro paseó la mirada por la mesa de juntas–: Nueve.

Un rápido cálculo mental hizo que Paula se diera cuenta de que sí la había incluido.

–De acuerdo.

Llamó e hizo la reserva en voz baja mientras los demás seguían hablando. Estupendo. Ahora tendría que pasarse el almuerzo viendo a Jimena lanzándole miraditas a Pedro. Y viceversa.

–Disculpa–le dijo Pedro a Jimena–. Necesito hablar un momento con mi secretaria.


Cuando la miró a Paula el corazón le dió un vuelco. ¿Iba a amonestarla por haber huido en medio de la reunión? Su principal misión en las reuniones era tomar notas de lo que se hablaba, y era evidente que se había perdido la parte más importante: el momento en que habían cerrado el trato. Por supuesto Pedro o Federico podrían ponerla al tanto de los detalles, pero era muy poco profesional por su parte haberse ausentado de esa manera. Siguió a Pedro al pasillo, y este la llevó hasta una sala vacía. Una vez dentro, cerró la puerta. Cuando la miró, tenía el ceño ligeramente fruncido.

–Perdona que me marchara así, de repente, pero es que…

Paula no pudo terminar la frase porque los labios de Pedro le impusieron silencio, y se estremeció de placer cuando la asió por la cintura, atrayéndola hacia sí, e hizo el beso más profundo. Un suave gemido escapó de la garganta de ella y una sensación de alivio se extendió por todo su ser. Sus uñas arañaron la fuerte espalda de Pedro, y si no fuera porque estaban en la oficina le habría arrancado la chaqueta y la camisa para poder sentir su cálida piel. Pedro despegó sus labios de los de ella y se echó hacia atrás con una sonrisa de oreja a oreja.

–Será mejor que no nos dejemos llevar demasiado; no he echado el pestillo.

Paula se sonrojó.

–Perdón.

–Ya encontraremos un hueco para eso más tarde, te lo prometo –le dijo él. Había fuego en sus ojos azules–. Aunque me va a costar tener las manos quietas el resto de la tarde. Supongo que esa es la razón por la que dicen que tener un romance con alguien del trabajo no es una buena idea.

–Una de las razones –una sonrisa traviesa asomó a los labios de ella–. También hace que te cueste concentrarte en las reuniones.

–Pero también que el deseo de salir cuanto antes de una te haga esforzarte al máximo para cerrar un trato en un tiempo récord.

–Cierto: ¿cómo habéis conseguido cerrar el trato mientras yo estaba en el lavabo?

Pedro enarcó una ceja.

–Por haberte ido ya no lo sabrás –la picó yendo a abrir la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario