lunes, 25 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 68

No esperaba a nadie. Volvió a ponerse la camiseta del pijama. Tal vez fuera la policía. Le habían dicho que quizá tuvieran que ponerse en contacto con ella para aclarar alguna cuestión. Se puso la bata y mientras se dirigía a la entrada no pudo evitar albergar la vana esperanza de que fuera Pedro. Aquel pensamiento no disminuyó ni un ápice la sorpresa que se llevó al abrir y encontrarlo allí, frente a su puerta.

–¿Puedo pasar?

El corazón empezó a latirle deprisa y con fuerza.

–Claro.

Se hizo a un lado y Pedro entró en el departamento. Paula cerró la puerta y se volvió hacia él. ¿Qué estaba haciendo allí? Los ojos azules de Pedro buscaron los suyos.

–Te he echado de menos.

–Yo también –las palabras se le escaparon de los labios a Paula antes de que pudiera contenerlas–. Muchísimo –se mordió el labio para evitar más confesiones como esas.

Los ojos de Pedro se ensombrecieron.

–He venido a disculparme –dijo. Paula contuvo el aliento–. Desterrarte de la oficina estuvo completamente fuera de lugar. He estado bajo mucha presión estas semanas, con mi madre en la cárcel y todo eso. Pero ahora me doy cuenta de que reaccioné de un modo desproporcionado cuando supe que habías sido tú quien le dijo a la policía que estuvo en el edificio esa noche.

–Debería habértelo dicho. Intenté una y otra vez reunir el valor para hacerlo, pero tenía tanto miedo de que te enfadaras conmigo… al final solo conseguí empeorar las cosas.

La expresión de Pedro se suavizó.

–Mi reacción demostró que tenías razón. Perdí los estribos – vaciló un instante.  La tensión podía mascarse en el aire, y Paula estaba tan nerviosa que se sentía como si fuera a desmayarse–. Lo siento.

El alma se le cayó a los pies. ¿Qué había esperado que le dijera? Lo sentía. Sentía haberla mandado a casa. Haberlo hecho con ella sin preservativo. Seguramente incluso sentía haber iniciado aquel romance con ella y hasta haberla contratado. Estaba temblando por dentro.

–Paula…

Pedro dió un paso adelante y de nuevo volvió a sentir que su corazón se llenaba de esperanza. ¿Por qué insistía en hacerse daño? La tomó de ambas manos.

–Todos estos años hemos trabajado juntos, pero hasta ahora no me había dado cuenta de que la mujer con la que trabajaba cada día codo con codo era la mujer perfecta para mí.

Paula parpadeó. ¿La mujer perfecta para él? De repente no podía articular palabra. Debería decir algo, pero su aturdido y confundido cerebro se negaba a responder.

–Te quiero, Pau –le dijo Pedro mirándola a los ojos–. Me he sentido vacío cada minuto que he pasado sin tí. En lo único en lo que podía pensar era en venir a verte, en abrazarte, en pedirte perdón por haber sido tan cruel. Cuando pensé que podía haberte dejado embarazada sentí pánico porque eso no haría sino complicar aún más las cosas.

Pedro se quedó callado, como vacilante, y frunció el ceño antes de apartar la vista. A Paula le dió un vuelco el estómago y empezaron a asaltarle las dudas de nuevo. Quizá simplemente había ido allí para intentar hacer «Lo correcto» en caso de que estuviera embarazada. Se le pusieron las manos frías.

–Pau, quiero casarme contigo –dijo él volviendo a mirarla a los ojos–. Quiero tener hijos contigo. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.

Paulase quedó aún más aturdida al oír esas palabras. ¿Las había imaginado? Aquello no podía estar pasando, allí, en su salón, en una mañana de un día cualquiera. ¿O sí?

–Pau… ¿Estás bien?

–No… no lo sé –escrutó el rostro de Pedro. Sus facciones estaban tensas por la emoción contenida–. ¿Qué es lo que has dicho?

Sus oídos debían estar engañándola. Una amplia sonrisa le iluminó el rostro a Pedro.

–He dicho que quiero casarme contigo –le dijo con ojos brillantes–. Quiero que tú, Paula Chaves, y yo, Pedro Alfonso, nos casemos.

Ella inspiró temblorosa. ¿Quería casarse con ella? El corazón parecía que quisiera salírsele del pecho, pero un pensamiento cruzó por su mente, poniendo freno a su entusiasmo. Mejor aclarar las cosas.

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