miércoles, 20 de febrero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 59

Carolina emitió un gemido ahogado y se llevó la mano a la boca.

–De modo que alguien salió del edificio mientras él estaba en el baño… y no fue mamá porque Juan dijo que la vió marcharse.

–Exacto –asintió Diana–. El problema es, que a excepción de la palabra de Juan, no hay pruebas fehacientes de cuándo abandonó vuestra madre el edificio, y aunque las hubiera la cuestión es que llegó y se marchó aproximadamente a la hora a la que ocurrió el crimen.

–¿A qué hora se fue Paula? –a Pedro se le revolvieron las entrañas.

La ira que se había apoderado de él al saber que le había ocultado todo aquello se vio atemperada por la preocupación de que pudiera verse implicada de algún modo.

–Al mismo tiempo que su madre –respondió Ramos–. Bajaron juntas en el ascensor. Según parece su secretaria se encontró con ella cuando su madre bajaba del despacho de su padre.

–Pero Paula no está bajo sospecha.

–No, en ningún momento de la investigación lo ha estado.

Pedro se sintió aliviado al oír la respuesta del detective. Sin embargo, no comprendía por qué no le había dicho nada de aquello. Había compartido con ella recuerdos de su padre que no había compartido con nadie, y tampoco había dicho nada cuando se había hablado de ello abiertamente en la cena familiar en casa de su madre. ¿Y si al final estaba embarazada? Tener un hijo era una responsabilidad enorme, algo que debía ser bien pensado y planeado, no el resultado de una noche de pasión sin freno. Y encima, como era su jefe, las cosas se complicaban. Aquello era una pesadilla.

–¿Pepe,  sigues con nosotros?

–¿Qué? –respondió dándose cuenta de que Federico estaba hablándole.

–El señor Ramos quiere saber si debería hablar con Paula para saber exactamente qué le dijo a la policía.

–No. Lo haré yo.

Había estado evitándola todo el día, consciente del efecto que sus ojos verdes tenían en él, pero no podía dejar pasar aquello.

–Imagino que la policía buscaría huellas dactilares del asesino en el edificio –le dijo a Ramos.

Éste se encogió de hombros.

–Lógicamente en el despacho de su padre sí, pero… ¿En todo el edificio? Trabajan y pasan por él muchas personas al día. Debe haber cientos de miles de huellas. De todos modos hablaré con la policía para contarles nuestra teoría de que lo hiciera alguien que se había escondido en el edificio.

–Lucas Sosa sigue estando el primero en mi lista particular de sospechosos –dijo Pedro mirando a Ramos y a Diana–. Según parece ahora mismo va por ahí diciendo que tiene pensado hacer uso de sus acciones para promover cambios en la compañía. Diana, ¿No dijiste que su coche estaba en un estacionamiento cerca de aquí la noche del asesinato?

–No es seguro que fuera su coche; la policía todavía está investigándolo.

–Podrías intentar hurgar un poco en sus actividades corporativas para averiguar si ha estado intentando dañar a nuestra compañía – propuso Pedro.

–Pero… ¿Por qué querría hacer algo así cuando él es el principal accionista?

–¿Detecto cierta reticencia por tu parte? –inquirió Pedro mirándola con el ceño fruncido.

¿Por qué le parecía que Diana no hacía más que buscar excusas para no averiguar si Lucas tenía trapos sucios? Diana parpadeó y se remetió un mechón tras la oreja.

–Por supuesto que no. Veré qué puedo averiguar, y si doy con algo te lo haré saber de inmediato.

Pedro asintió.

–Y yo hablaré con Paula por si recordará algo más.

Lo habría hecho antes si hubiera sabido que había estado en el edificio esa noche. Cualquier posible pista, por pequeña que fuera, podría contribuir a exculpar a su madre, y eso era lo más importante en ese momento. Más importante que su romance con Paula, se dijo. Cuando estaba con ella era como si todo lo demás pasara a un segundo término. Hacía que se olvidara de sus responsabilidades y sus preocupaciones. Tenía que quitarse la venda de los ojos y averiguar cómo podía haber sido tan descuidada como para hacer que la policía sospechase de su madre por una mera impresión. Cuando los demás hubieron abandonado el despacho tomó el móvil y vio que la llamada que no había contestado era de Paula. Presionó un botón para devolverle la llamada y, tan pronto como ella contestó, le dijo:

–Voy para tu casa. Estaré allí en veinte minutos.

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